El drama de la migración

Con hambre, familias completas caminan en la vía del tren en Arriaga, Chiapas, esperando la salida del tren.

Con hambre, familias completas caminan en la vía del tren en Arriaga, Chiapas, esperando la salida del tren.

Por Obispo Felipe Arizmendi Esquivel

 

Estuve tres días en Palenque y sus comunidades. Una vez más, pude comprobar cuántas personas pasan por nuestro país, procedentes sobre todo de Guatemala, El Salvador y Honduras, intentando llegar a los Estados Unidos. Vi a varios caminando en la carretera, y uno me dijo que le llevó cinco días caminar desde la frontera con Guatemala hasta Palenque, expuestos a todos los peligros y sufriendo toda clase de carencias y limitaciones. Vi a niños y a adolescentes entre ellos. A una mamá de Guatemala le pregunté por qué traía consigo a su niño de cuatro años, exponiéndolo a tantos riesgos, y su respuesta es que ella necesitaba salir y no tenía con quién dejar al niño. Lo que les mueve no es hacer turismo, ni viajar por curiosidad, sino la necesidad de lograr recursos para sobrevivir. Unos jóvenes de Honduras me decían que prefieren exponerse a morir en el camino, en vez de tener una muerte segura en su país, por la delincuencia y la pobreza. ¡Cuánto nos duele su ansiedad y cuán impotentes nos sentimos para hacer algo más por ellos! En todo el país hemos promovido albergues, pero esto es sólo una ayuda humanitaria y circunstancial.

Estamos preocupados porque nuestro gobierno ha decidido no permitir más que los migrantes suban al tren llamado la “Bestia”. Quizá sea una decisión de escritorio, desde la ciudad de México, o una presión que recibieron de parte de los Estados Unidos, pero no se dan cuenta que, al no permitirles usar ese medio de transporte, los exponen a muchos más peligros, pues nada ni nadie podrá detener la migración, mientras en el propio país no haya paz, seguridad y empleo suficiente. Si nombran a un gran comisionado para atender la frontera sur, esperamos que no sea para sellarla y hacer más difícil el tránsito de los migrantes, sino para protegerlos de tantas bandas de asaltantes y extorsionadores, como los “Maras”, que abundan por todos lados, les cobran dinero a sus propios paisanos, y si no les dan, los machetean, violan a las mujeres y los matan. Ojalá que el personal y el dinero que nuestro gobierno va a emplear en estas medidas en nuestra frontera sur sean para proteger a los migrantes, no para servir de barrera e impedirles que lleguen a la frontera norte. ¿Acaso Estados Unidos ha obligado a nuestro gobierno a hacerle el trabajo sucio de impedir que lleguen a su meta anhelada, que es allá? La mayoría no intentan quedarse en México, sino llegar a ganar dólares.

Ni Estados Unidos, con todo su dinero y su potencial tecnológico ha logrado, ni logrará, frenar la migración, ni de mexicanos, ni de centroamericanos. Necesitan revisar su política migratoria, pues la que tienen no les ha funcionado. La gente sigue entrando allá, por los lugares y por los medios más impensados, también gracias a la corrupción en su línea fronteriza, que no falta.

Hemos propuesto que se dé a los migrantes centroamericanos un permiso de tránsito por nuestro país, por determinados días, para darles protección y así puedan viajar con seguridad en cualquier medio, por avión, por tierra o por mar, sin exponerlos a tantas extorsiones y vejaciones. Tener una política migratoria que consista sólo en impedirles pasar entre nosotros, es una política semejante a la norteamericana, que intenta cerrar sus puertas, y no lo ha logrado. Busquemos políticas más humanas, más dignas de hermanos nuestros, más centradas en hacer el bien a nuestros prójimos.

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