Hay niños esperando a sus padres desaparecidos en Ayotzinapa

• Les venimos a decir que están vivos: madre de normalista desaparecido

María Inés vino a Chiapas para decir que su hijo está vivo. Foto: Patricia Montesinos/ Chiapas PARALELO.

María Inés vino a Chiapas para decir que su hijo está vivo. Foto: Patricia Montesinos/ Chiapas PARALELO.

María Inés dejó en Atlixtla, Guerrero a dos nietos. Los niños son hijos de uno de los estudiantes normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. Nunca había venido a Chiapas. Hace unos días salió de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos en el municipio de Iguala para llegar a San Cristóbal de Las Casas y después a Tuxtla Gutiérrez: “Les venimos a decir que nuestros hijos están vivos, que así los sentimos, que no dejen de pedir que aparezcan porque nosotros sabemos que están vivos”.
La última vez que vio a Adán Abraham de la Cruz, su hijo, fue tres días antes del 26 de septiembre, fecha en que desaparecieron los estudiantes al ser rafageados por policías municipales de Iguala.
María Inés tiene 47 años de edad, aunque aparenta más. Realmente, Adán Abraham de la Cruz, no es su hijo, sino su sobrino. Pero siempre lo ha tratado como hijo propio y por eso decidió dejar todo, desde que supo de su desaparición.
Adán Abraham tiene 23 años y es padre de dos niños: uno de siete años y otro de dos. Cursaba el primer año de la Normal hasta que lo desaparecieron. “Él siempre ha querido estudiar para darle un mejor futuro a sus hijos” dice María Inés mientras avanza la marcha en apoyo a Ayotzinapa en la Avenida Central de Tuxtla Gutiérrez.
Adán no es el único normalista desaparecido que es padre de familia. Al menos cuatro estudiantes más también tienen hijos e hijas, todos ellos menores de edad. María Inés dice que su nieto de siete años sabe que su padre está desaparecido. No termina de entender bien cómo sucedió. Por qué fue. Cómo se lo llevaron. Pensaba que estaba perdido y le era difícil comprender cómo una persona adulta no puede regresar a su casa. El término de desaparición forzada lo conoció al dejar de ver a su papá y preguntar, insistentemente, dónde está.

 

Algunos centros comerciales, ante el rumor que se esparció en las redes sociales y en mensajes de texto de que serían tomados, decidieron bajar sus cortinas durante el paso de la marcha en Tuxtla Gutiérrez. María Inés nunca pareció percatarse de ello, seguía contando la situación que pasa ella y su familia desde la desaparición de los normalistas. “La esposa de mi hijo no pudo venir en la caravana porque tiene que trabajar para mantener a los niños”.
Las esposas de los estudiantes desaparecidos, que son padres de familia, son mujeres jóvenes, que ahora están haciéndose cargo solas de sus hijos, mientras buscan también a los normalistas.
Las y los familiares de los normalistas desaparecidos están seguros que los estudiantes siguen con vida. Para las madres no se trata de un asunto de sólo presentimiento, sino están convencidas que las autoridades de gobierno no los han buscado bien, y siguen habiendo personas en Iguala, Guerrero que les informan que sus hijos están vivos.
“No podemos creer lo que nos dice el procurador –Murillo Karam- cuando lo que ha hecho siempre es mentirnos. Los tres que declaran que quemaron a nuestros hijos aparecen a declarar todos golpeados. No nos dan ninguna certeza de nada. El gobierno, todo el gobierno, lo único que ha hecho es mentirnos” dice María Inés, que fungió en Chiapas como vocera de las y los familiares de los normalistas.
Algunos padres y madres de familia que vinieron en la caravana no alcanzan a articular una sola palabra sin llorar. María Inés se aguanta. Aunque cuando ve a una señora llorando con una pancarta que dice “Los queremos vivos”, ella también se pone triste. Varias mujeres en San Cristóbal se acercaron a abrazarla. En Tuxtla durante la marcha, afuera de la Parroquia de La Virgen de Guadalupe, un grupo de feligreses acompañados del párroco le entregaron un cuaderno con dibujos y notas que hicieron niños y niñas de Chiapas. “Esos nos da fuerza”.
María Inés se fue ayer de Chiapas. Desde que subió en Guerrero al autobús para sumarse a esta caravana tuvo en claro cuál era el mensaje: “Les venimos a decir que nuestros hijos están vivos, que no dejen de pedir porque aparezcan porque nosotros sabemos que están vivos”.

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