Niños fallecidos por vacuna pertenecían al sector más vulnerable de la sociedad

Simojovel, con muy alto grado de marginación.

La Pimienta. Camino a la clínica de Simojovel se apagó el llanto de la hija de Beralaín González Penagos, de 22 años de edad, que por la tarde del viernes presentó temperatura y molestias, después haber sido vacunada contra la tuberculosos, rotavirus y hepatitis B.

El campesino llora frente al féretro de su hija de un mes de nacida a la que quería ponerle el nombre de Yadira y explica que por la mañana del viernes, los enfermeros y médicos de la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), llamaron en el aparato de sonido, para pedirle a las mujeres que llevaran a sus niños recién nacidos a que recibieran las vacunas.

Algunas de las mujeres bajaron por las pendientes de este poblado hacia la clínica, desde las 08:00 horas, pero debieron esperar hasta cinco horas para que los enfermeros sacaran las vacunas de los termos que tenían en uno de los corredores de la clínica, y proceder a inyectar a los niños en el brazo y en la pierna.

Para las 17:00 horas, todas las mujeres ya estaban en casa, pero en ese momento, los niños empezaron a llorar y a elevarse su temperatura, pero la mayoría pensó que se trataba de algo normal, como las molestias que siempre ocurren cuando son vacunados.

Berlaín dice que su hija, a pesar de tener un mes de nacida, se llevaba las manitas en la cabeza, pero cuando vio que el llanto no cesaba, entonces salió al camino principal con su esposa Teresa González Gómez, de 18 años, para trasladar a la menor hasta la clínica de la Secretaría de Salud, para que recibiera atención de urgencia.

Cuando el joven campesino subió a una camioneta pick up, se dio cuenta que varias familias también “bajaban hacia Simojovel”, su hija, no era la única bebe que tenía molestias por las vacunas que recibió en la tarde del viernes.

Los 10 kilómetros del camino entre La Pimienta y la cabecera municipal de Simojovel, se le hizo eterno a Berlaín, pero cuando estaban por alcanzar la comunidad San José, su hija ceso de llorar, porque había muerto y fue cuando procedió a abrazarla con fuerza, para llorar por el deceso.

Aun así, le pidió al conductor de la camioneta que prosiguiera hasta Simovel, solo para plantarse ante el médico, quien confirmó que la niña ya había muerto.

“La niña lloraba mucho. Se llevaba sus manitas a la cabeza. Estaba muy sana. En la mañana aun la vi reír”, cuenta Bersaín que en la mañana del sábado regresó a su casa a La Pimienta, una comunidad en las montañas de Simovel, rodeada de minas de ámbar, una resina milenaria que se usa para elaborar joyería.

En la sala de la casa de Teresa Gómez, suegra de Bersaín, el féretro de la niña ha sido colocado en medio de la sala, donde los deudos han llevado colocado flores silvestres, entre estas unas rosas blancas y trinitarias.

Hasta la noche del sábado, Bersaín no hablado con ninguna autoridad del IMSS o Secretaría de Salud, pero adelanta que no permitirá que el cuerpo de su hija, le hagan la necropsia, “porque ya sufrió mucho”.

A unos 500 metros de ahí, esta la casa de Vicente López Gómez, de 33 años de edad, padre de cinco hijos, que perdió también a las 20:00 horas del viernes a su hijo que el próximo martes 11, cumpliría un mes de haber nacido.

Vicente dice que el niño le pondría el nombre de Emmanuel Francisco, que registraría las próximas semanas, en el Registro Civil de Simojovel.

Dice que por la mañana del viernes, su esposa Amalia Hernández, de 30 años de edad, acudió a la clínica del IMSS, con Emmanuel Francisco, que fue vacunado hacia las 13:30 horas, para luego regresar a casa, pero minutos después empezó el llanto y su temperatura corporal subió.

Vicente y Amalia, como otras 31 familias decidieron trasladarse a la cabecera municipal, pero cuando alcanzaron las primeras calles del pueblo, Emamnuel Francisco, perdió la vida.

El campesino asegura que no recibirá “ninguna ayuda del gobierno”, pero tampoco permitirá que le practiquen la necropsia el niño, porque “a sufrió demasiado y no voy a permitir que lo dañen más. Nuestros hijos estaban sanos».

Una caravana de médicos y enfermeras de la Secretaría de Salud, llegó esta tarde a La Pimienta, para hablar con unos dos mil pobladores, de las acciones que se llevarán a cabo a partir del deceso de los niños y hospitalización de 29 niños más.

El sacerdote el Marcelo Pérez dio a conocer que lo ocurrido en La Pimienta, es “una muestra” del abandono en que viven los indígenas tzotziles de Simojovel, quienes desde hace varias décadas han solicitado la construcción de un hospital porque “la clínica es insuficiente para atender tanta demanda de personas que viven de El Bosque, Amatán, Simovel y otros municipios”.

Los cuerpos de los niños serán inhumanos en la mañana del domingo, pero de las 29 familias que viajaron a Tuxtla Gutiérrez, con sus hijos, ninguna ha regresado a la comunidad.