Chiapas Paralelo, la casa que crecemos

Chiapas Paralelo, celebrando un año. Foto: Chiapas PARALELO

Chiapas Paralelo, celebrando un año. Foto: Chiapas PARALELO

 

Quién y cómo finalmente  se construye la casa que ocupamos y que nos habita cuando nacemos, crecemos, morimos y resurgimos  después en las conversaciones de quienes deslizan la existencia en cuartos, sala y cocina.

 

De qué  está construida la casa,  sino de esfuerzos  y esperanzas aprendidos de aquellos que fueron, que están y permanecerán  en los ecos de los corredores y los patios.

 

Muchas son las maneras de levantar, o la humilde estructura o la grandiosa arquitectura,  que tendremos por techo. Esto se hace a palmo, a cal y canto, dicen.  Lo creo que así es.

 

El armazón se bosqueja, configura, funde y perdura desde las raíces mismas de la tierra y del viento.

 

Algo de agua y fuego también para el cimiento, las paredes  y las tejas, que luego se entretejen y solidifican en abrazos, a perpetuidad, con los  umbrales, las puertas y ventanas.

 

Le digo a Nina que la casa es nuestro  caparazón, como la del gliptodonte que desafió  la glaciación con la fortaleza de su techo empotrado en el lomo desafiante.

 

Así caminó por siglos sobre  planicies de ventiscas y desfiladeros de horrores. Hoy  aquella bestia magnífica es referencia de fortaleza, permanencia y resistencia.

 

La casa es prolongación de nuestros brazos, continente de  nuestros pies y territorios inexplorados de nuestros alientos. Ella resume nuestros triunfos y condensa nuestros fracasos. Es biografía y relato de cada quien.

 

Hay, sin embargo, una casa que   ha sido construida y se edifica  de palabras,  letras, acciones  y pensamientos  comprometidos y participativos, porque éstos  constituyen su naturaleza,  consistencia y  materia diaria.

 

En esta casa editorial de fachada e interiores de rojo suave, gris tranquilo y blanco transparente, cada quien es constructor  incesante de esencias  y  retoques.

 

Esta  casa paralela en Chiapas  es de naciente cepa, pero con   solera de primer aniversario cimentado en trayectorias, luchas, aspiraciones individuales y colectivas de quienes en la escritura hacen causa y casa común.

 

Nina, La Cecijunta de ojos  penetrantes y semblante fortificado,  aguza el oído. El Boquerón, el río con la eternidad de sus aguas  tronadoras por entre  las vegas afrutadas,  inútilmente intenta hacerme perdedizos  los comentarios  este domingo de agosto de nubes y  aguaceros.

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