Consultas para ganar elecciones

Elecciones. Fuente: Pagina3.mx

Elecciones. Fuente: Pagina3.mx

 

Por Aurora Vázquez Flores/El Presente del Pasado

 

En marzo de 1998, el gobierno de Ernesto Zedillo planteó al legislativo una reforma a la legislación en materia financiera para que, entre otras cosas, se asumieran como deuda pública los pasivos del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa). Las reacciones no se hicieron esperar.

 

Para junio de ese año el presidente nacional del PRD, Andrés Manuel López Obrador, anunciaba la estrategia del partido en contra del Fobaproa; se realizaría una consulta ciudadana en donde la población pudiera expresar si estaba o no de acuerdo en que los más de 550 mil millones de pesos del Fobaproa pasaran a formar parte de la deuda pública. La consulta iría acompañada de una campaña en medios electrónicos e impresos en contra de lo que López Obrador llamó el fraude del siglo. De igual modo, se propuso la creación de una “comisión de la verdad” para investigar posible delitos de servidores públicos. Lo indignante de la situación, para el partido del sol azteca, era la falta de cuentas claras sobre los montos y la negativa gubernamental a revelar la lista de los beneficiados por el fondo, así como el posible desvío de recursos públicos para pasadas campañas electorales.

 

En 1994, los candidatos a la presidencia de la República habían firmado el documento 20 compromisos por la democracia, donde se incluía la propuesta de reglamentar la figura del plebiscito que en esa fecha aún no contaba con legislación. Por ello, la iniciativa perredista fue acogida por diversos sectores como un modo de buscar la legitimación del plebiscito y su futura legislación como herramienta ciudadana. Organizaciones como El Barzón se avocaron a la campaña de información y participaron en la organización de la consulta. Incluso el EZLN publicó un comunicado en el que veía a la consulta como un

 

[…] esfuerzo serio de abrir un espacio para que la ciudadanía se manifieste y opine sobre este tema. La iniciativa perredista es ejemplo de una política incluyente y democrática y sería saludable para México. Sin embargo, siguen faltando los mecanismos para que la voz de los ciudadanos se haga escuchar en los poderes de la unión y para que haga sentir su peso, obligado a los que gobiernan a mandar obedeciendo [el comunicado puede consultarse aquí].

 

Y el PRD echaba a andar su maquinaria partidaria. Con miles de brigadistas informando casa por casa en diversos puntos del país, el partido gastó unos 10 millones de pesos (casi el 10 por ciento de su presupuesto para ese año) e involucró a toda su militancia en la promoción de la consulta. El 30 de agosto de 1998 asistieron a depositar su voto más de dos millones de personas, de las cuales el 96.43 por ciento seleccionó la propuesta del PRD para solucionar el problema del Fobaproa, el 0.93 por ciento optó por la propuesta del gobierno, el 1.57 por ciento anotó otras alternativas y el 2.07 por ciento anuló su voto.

 

La iniciativa demostraría la capacidad de movilización y convocatoria de los perredistas en aquellos momentos, lo que por supuesto se vería reflejado, apenas año y medio después, en el triunfo electoral de López Obrador como jefe de gobierno del Distrito Federal. Ante la respuesta ciudadana, el PRD afirmaba que defendería esa consulta en el legislativo, que la base para cualquier negociación sobre la resolución del problema del Fobaproa excluía la conversión de la deuda en pública y que la solución debía privilegiar a los pequeños deudores.

 

Para el 13 de diciembre de 1998, después de meses de declaraciones y ataques entre el PRI, el PAN y el PRD, la nueva legislación fue aprobada. La consulta, como era de esperarse, fue completamente ignorada en el proceso legislativo. En apenas tres horas, la cámara de diputados votó 316 a favor y 154 en contra —mientras integrantes del Barzón que sostenían un plantón afuera de San Lázaro brincaron las rejas y tomaron el vestíbulo del recinto en rechazo a la aprobación de la nueva ley—. Al día siguiente, el senado aprobó la iniciativa con 93 votos a favor y 10 en contra. Así se creó el Instituto para la Protección del Ahorro Bancario, que asumía las operaciones del Fobaproa. Pero no fue en ese diciembre que el PRD se dio por vencido; pasarían todavía varios meses de argumentos, declaraciones y muestras de rechazo hasta que, finalmente, el episodio se olvidó.

 

Es inevitable en este contexto recordar que al principio de El 18 brumario de Luis Bonaparte se dice que la historia se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa. Hoy, como hace quince años, López Obrador plantea que el medio para echar abajo la modificación constitucional de la reforma energética —sin hablar de los varios modos anteriores de privatización del sector— es una consulta ciudadana. En días pasados, Morena entregó alrededor de tres millones de firmas para que el INE apruebe la consulta ciudadana sobre el petróleo. Por supuesto, las condiciones de esta consulta no serán las mismas que en 1998. Para empezar, porque la consulta —si es que se aprueba— será organizada por el INE el día de las elecciones intermedias de 2015. Y se realizará a la par que la consulta planteada por el PRD sobre el mismo tema, la del PAN sobre aumentar el salario mínimo y la del PRI —que entregó al INE más de seis millones y medio de firmas— sobre la disminución del número de legisladores plurinominales.

 

De todos modos, la consulta ciudadana ha sido el eje estructurador de la campaña territorial de posicionamiento de los futuros candidatos de Morena en las elecciones intermedias. En el Distrito Federal, por ejemplo, López Obrador ha designado enlaces territoriales —es decir, personalidades seleccionadas— para promover la consulta, quienes serán los candidatos de Morena a las jefaturas delegacionales. Su prioridad no es la defensa del petróleo sino ser gobierno. A ello se refería el tabasqueño en el último congreso nacional de su partido, donde dijo: “cuando Morena llegue al poder por la vía pacífica y democrática, serán abolidas, canceladas, las llamadas reformas estructurales” (el discurso completo puede verse aquí).

La lectura de lo que debía hacer el PRD ante el Fobaproa, y lo que debe hacer Morena frente a la privatización energética, se basa en el dogma de ganar espacios gubernamentales. Morena seguirá sin duda tratando de ganar municipios, delegaciones, gubernaturas, diputaciones y hasta la presidencia. Lo que este partido no hace —ni hará— es construir una oposición a las reformas neoliberales que conjunte fuerzas movilizadas y apueste por la organización ciudadana. Dejó de lado la movilización para ganar curules. Ha decidido esperar a ver si algún día se convierte en gobierno. Y a ver, también, si algún día hace valer aquella otra consulta y dejamos de pagar el Fobaproa.

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