¡Es la Independencia, apá!

Explosión de polvora y color. Foto: Elizabeth Ruiz

Explosión de polvora y color. Foto: Elizabeth Ruiz

Por Francisco Gómez Maza/Análisis a Fondo

 

  • El grito desde Palacio está moviendo a México
  • El de la plancha del zócalo, de los desesperados

Es peligroso no dar el grito desde la oscuridad donde nace el alba. Anónimo

 

 

Las fiestas de la independencia de México siguen mostrando dos méxicos irreconciliables:

El México de los lujuriosos salones de palacio, donde se arropa el presidente con lo más granado de la clase política, diplomática, empresarial. El de la plancha de la Plaza de la Constitución, donde se arremolina el populacho insatisfecho.

Y nuevamente, la noche del 15, conmemorativa del inicio de la guerra de emancipación con la proclama del libertador Miguel Hidalgo en 1810 – el llamado Grito de Dolores – mostró al México de la insatisfacción, del descontento y del reclamo e insulto masivos al presidente.

Dos Méxicos: el que se está moviendo con la catarata de reformas estructurales que – es la promesa del propio mandatario – volverán más productiva y competitiva a la economía nacional y, por tanto, no dejarán sin un puesto de trabajo a un solo mexicano; un empleo opíparamente remunerado, con todas las ventajas de que gozan los trabajadores en las más ricas economías del planeta.

Un México que ni soñaron los padres de la patria; ni Hidalgo, ni Morelos; ni los revolucionarios más admirador por el pueblo como Emiliano Zapata o Pancho Villa.

Un México que jamás soñaron los presidentes de la revolución, como Lázaro Cárdenas del Río, o el último revolucionario de la aplanadora priísta, José López Portillo.

Un México que se inundará de dólares estadounidenses y euros europeos gracias a las reformas a las formas de inversión en la televisión, la radio, la telefonía celular, y los ambiciosos planes de negocios de la Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos.

Un México donde habrá más jardines infantiles, escuelas primarias, secundarias, preparatorias, universidades, que casinos y prostíbulos o cantinas. Un México donde la violencia criminal, la organizada y la de cuello blanco y nombramiento de gobernante; los asesinatos, las golpizas como la que le propinaron a Karla; los secuestros, las extorsiones serán desterrados gracias a los maestros y a cuerpos de seguridad incorruptibles.

En palacio nacional, un gran convencido de que está moviendo a México; de que la economía nacional será igual o más productiva, moderna y competitiva que la más productiva, moderna y competitiva del planeta. Sólo es uno: don Enrique Peña Nieto. Y con toda razón: él es el presidente de México. Quienes lo acompañan sólo lo apoyan, pero en su fuero interno no están tan convencidos. Como aquel político chiapaneco que estaba seguro de que los cocodrilos volaban sólo porque se lo dijo el señor gobernador.

Pero en la plancha del zócalo estuvieron una reducida representación de los desadaptados. Los que no creen, los que no esperan. Y dieron el grito de malestar, de insatisfacción, de enojo. Por la violencia que no para, por la fallida operación en Michoacán, por la política económica, por los impuestos que han dejado fuera a miríadas de pequeños y pequeñísimos empresarios.

Gritaron, como gritó Hidalgo desde el atrio de su parroquia, en Dolores, por el empleo mal remunerado, que obliga a millones a refugiarse en la llamada economía subterránea; por el desempleo, por la pésima atención en las instituciones de salud; por las vergonzosas carencias conque, de milagro, sobreviven.

El México insatisfecho y molesto porque, tarde que temprano, los extranjeros recuperarán la propiedad de Petróleos Mexicanos y del subsuelo donde se maceran los veneros del diablo. O porque los precios de la gasolina y de la energía eléctrica cada vez serán más caros porque, de acuerdo con las leyes económicas, nada de lo que sube vuelve a bajar.

O porque la educación no satisface la demanda de calidad que exigen los niños y los jóvenes y es sólo un mecanismo para formar servidumbre para los dueños de los grandes medios de producción y monopolistas de los servicios de todo tipo, y más los financieros y comerciantes.

(Un empleado de Oxxo, la cadena de franquicias que vende y carísimo artículos de consumo de urgencia, recibe un salario de 3,000 pesos mensuales, sin derecho a seguro social, sin vacaciones, sin prestaciones, sin derecho a jubilación o pensión. Pero con la dolariza, ganará el cuádruple y podrá irse a vacacionar a la costa francesa.)

Qué dramático que coexistan dos México. El del wishful thinking y el de la dolorosa realidad para millones.

 

fgomezmaza@analisisafondo.com

www.analisisafondo.com

@AFDiario @ANALISISAFONDO

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.