Perro con hueso en la boca, ni muerde ni ladra

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Lo ocurrido con el corresponsal de Televisa en Michoacán no es novedad. No sé por qué se asustan y extrañan que hayan periodistas al servicio de un cártel y reciban dinero por favores, si esto es común entre muchos integrantes del gremio reporteril y, como bien dice Lorenzo Meyer, es el Estado el responsable de ello. Pero no solo el gobierno lo es, también las empresas que han rebajado a esta profesión a un simple oficio.

 

Durante décadas, el gobierno en sus tres niveles ha buscado “quedar bien” con los periodistas. Es simple, emplean la máxima porfirista “perro con hueso en la boca, ni muerde ni ladra”. Por eso es un secreto a voces que existen nóminas o listas de varios reporteros que cobran en dependencias del Estado a cambio de favores noticiosos, de cebollazos como se dice que la jerga.

 

Parte de la prensa se ha “alineado” con cargos públicos, generalmente como jefes de prensa o asesores. Hay quienes han sido diputados, alcaldes, regidores, etcétera. Otros para “guardar las apariencias” aceptan concesiones de transporte público, puestos para cónyuges o parientes, créditos financieros, becas escolares, licencias para negocios, programas de radio y por supuesto, dádivas como teléfonos celulares, libros, pagos de recibos telefónicos, luz, agua, predial, colegiaturas, desayunos, comidas, cenas, computadoras, dinero para casas y para “poner” su periódico o revista, viajes, entre otros.

 

Esos favores se pagan vanagloriando, más allá de toda lógica, a gobernantes y funcionarios públicos en pos de una “mejor imagen”. Esta relación “estratégica” de uso mutuo se convierte en un club de elogios recíprocos para calificar a funcionarios como cachorros, ciclón del sureste, el caudillo, el primer priista de México, y hasta apodos de rancho como el güero. Luis Pazos hizo una radiografía en El rey populachero de cómo los medios insertan en la agenda nacional, un hecho sin importancia, banal y fútil, como eso de difundir fotos de un gobernante abrazando un árbol con su pareja, o de su hija en el primer día de clases, obvio, sin el uniforme verde.

 

Si un periodista le es incomodo al gobierno y no se doblega ante cañonazos de 50 mil pesos, entonces se usan las plumas de algún columnista para despotricar contra quien no se “deja”, difamándolo a rabiar e incluso es perseguido y amenazado. Si a pesar de ello no se doblega entonces se acuerda con la directora del medio para “pagar” el despido y de paso “cooperar” con el diario, revista, radiodifusora o televisora y así borrar toda voz discordante al gobierno en turno. Como hicieron los lacayos de Juan Sabines que hasta compraron a periodistas de medios internacionales, para dramatizar supuesto atentado político y desviar a la opinión pública de lo que simplemente fue un pleito por su alcoholismo.

 

Quienes realmente disfrutan de las mieles del poder son los propietarios o prestanombres de los medios, no solo codeándose con los secretarios de Estado, sino con canonjías como ha sucedido y sucede en el gobierno del estado de Chiapas; por ejemplo, utilizan los jets y helicópteros del gobierno como taxis particulares. Son concesiones “ganadas” por la renta de las ocho columnas. No por algo de los propios dueño surgió la ocurrencia de celebrar el 7 de junio, como el día de la “libertad de expresión”.

 

En los años ochenta, por allá de 1988, la República en Chiapas, pagaba 8 pesos por nota publicada en portada y solo 5 si en interiores, siempre y cuando el “cacique” de la sección no llegara con alguna propue$ta. De ser así, todo lo trabajado en el día simplemente si no caducaba se pasaba para otro día o amanecía en el bote de la basura. Pero ya habían cacicazgos en las “galeras de formación”. Recuerdo el recorrido que cierto reportero de la misma República, enseñaba por las oficinas de gobierno enseñando dónde, cuándo, cuánto y a quién “peinar”: “jefe ya va a ser más porque ya hay un compañero más del gremio y es cabrón el chingón…”

 

Poco ha cambiado, reporteros y columnistas ganan, si bien les va, el salario mínimo profesional, y muchos de ellos sin las mínimas prestaciones sociales de ley. Y si arremeten contra el “amigo” en el poder los ceses son fulminantes y sin la indemnización correspondiente. De ahí que, para no meterse en problemas, prefieren ser simples reproductores de boletines mismos que, como ya es costumbre, están llenos de adjetivos como “en un hecho inédito… Nunca como antes… Por primera vez en la historia…” La uniformidad de las ocho columnas y los teasers es descarada. La mayoría de los periódicos cierran edición hasta que ICOSO les envíe el boletín o les dé el visto bueno de la portada del día siguiente.

 

Desde décadas atrás, tenemos medios entreguistas, sin credibilidad, vendidos al mejor postor y como ya es costumbre, cada sexenio tiene sus curiosidades, como ahora que se privilegia a la prensa rosa, farandulera, frívola. Con una exaltación al ego de manera absurda, que cada día constatamos la pobreza y mediocridad del gobierno en sus tres niveles. Si hoy existen los llamados periodistas “picapiedras” es porque el mismo gobierno los creó. Cómo olvidar esos “editores” que le daban a los reporteros 10 periódicos para que con ellos bajo el brazo, sacaran lo del día yendo de dependencia en dependencia, de mercado a comercio, arrastrando sin vergüenza alguna el llamado periodismo.

 

La ética periodística se ha vuelto “elástica”. Algunos periodistas para no caer en la tentación del dinero fácil se ven obligados a emplearse en los sectores público o privado; imparten clases, establecen un negocio o bien, los más comodino prefieren “peinar o chayotear”, y es entonces cuando se aprovechan servidores públicos y ahora los cárteles de la droga para atraerlos a su uso y desecho trienal o sexenal. Por eso no es de extrañar que sean seducidos por el crimen organizado más cuando se manejan dólares y no solo pesos.

 

A los periodistas les gusta ser ya actores de la noticia. Juan Sabines los acostumbró a eso y Manuel Velasco siguiendo la fórmula continúa con este empobrecimiento crítico intelectual, preserva vicios de varios reporteros y columnistas, y privilegia información ociosa nada relevante apoyado con el mal uso de anuncios espectaculares y bardas, con textos que nadie cree pero que son, desafortunadamente reproducidos por toda una avenida de columnistas serviles y ególatras, cuyo espacio lo usan hasta para sacar bolsas de cemento y ladrillos para construir una “humilde vivienda”.

 

Por eso los medios de comunicación tradicionales carecen de credibilidad. Los ciudadanos los han sustituido por los espacios de libre expresión de las redes sociales donde hay más libertad para expresarse que es lo positivo de ellas, lo negativo es la cobardía pues escudados en el anonimato, agreden sin fundamento y no tienen valor para enfrentar un debate con nombres y apellidos reales, una constante que iniciaron los paleros del gobierno sabinista, quienes algunos ahora se dan golpes de pecho y juran y perjuran que siempre han sido críticos del sistema y denuncian la corrupción, mientras les escurre la sangre de la boca por morderse la lengua y se tropiezan con la gran cola que cargan.

 

Ad hoc le queda al gobierno de Manuel Velasco el texto de Ryan Holiday (2013): Confía en mí, estoy mintiendo.

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