El gobierno que nos merecemos

Sombras

 

Del cine mexicano, particularmente prefiero el trabajo cinematográfico de Arturo Ripstein. No me pierdo las películas de Roberto Gavaldón, las de Buñuel y elijo a Tin Tán sobre Cantinflas.

Personalmente -salvo ET El Extraterrestre- me atrae no el cine, pero sí el fenómeno de Steven Spielberg, el ícono hollywoodense que ha filmado grandes éxitos, pero también fracasos y sin embargo sobrevive y es una leyenda en una de las actividades más competitivas de Norteamericana. Por eso, o es un artista que se sobrepone al fracaso o francamente las ganancias potenciales de sus obras hacen que la industria tolere sus fiascos.

Harold Lloyd, Charles Chaplin y el dúo de Laurel and Hardy, es decir el Gordo y el Flaco forman parte de mi colección de películas. Pero sostengo que en el cine nacional no hay escenas mejor logradas que las que protagoniza un tal Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo, mejor conocido como Tin Tán en “El Rey del Barrio” con Fannie Kauffman “Vitola” y en esa misma película cuando le canta a Silvia Pinal, el bolero “Contigo” del veracruzano Claudio Estrada. Prefiero también las coplas de Cantinflas en “A Volar Joven” que las coplas de Pedro Infante y Jorge Negrete en “Dos Tipos de Cuidado”.

En el cine internacional para un servidor, el “Frankly, my dear, I don’t give a damn” de Clark Gable a Vivien Leigh en “Lo que el viento se llevó” no tiene parangón; como tampoco la tiene Gene Kelly bailando tap y “cantando bajo la lluvia” precisamente el título de esa película cuyo baile no estaba en el guion original y además Kelly filmó la escena con fiebre.

“Per Grazia Ricevuta” con el gran Nino Manfredi que vi un día en mi pre adolescencia en el Canal 13 de aquella Televisión Rural de México, hizo enterarme que el cine de calidad también se realizaba en otras partes del mundo. Desde entonces soy fanático sobre todo del cine italiano y también del francés de todos los tiempos.

Claro, como todos también consumo películas americanas y esto es casi inevitable por la influencia del mercado cinematográfico estadounidense en México, pero además; el desarrollo tecnológico que muestran las películas americanas es siempre impresionante.

 

También como todos los Mexicanos también estoy contento del triunfo en Hollywood de Emmanuel Lubezki y Alejandro González Iñárritu, dos artistas en toda la extensión de la palabra. Contento porque consolidan la actual presencia mexicana en Hollywood que comenzó Salma Hayek en los años 90.

También porque como Julio César, la llegada de los dos mexicanos a la meca del cine mundial fue casi “Veni, vidi, vici”. Obviamente, tras ello hay un enorme talento porque eso es básicamente lo que se necesita para acceder a un mercado –dijeran los economistas- altamente descarnado y salvaje por competitivo o lo que es igual; porque en cada producción hay mucho dinero que se invierte y por lo tanto la recuperación debe estar garantizada y respaldada por el mejor talento posible.

Lo mejor de todo es que en esta aventura mexicana en Hollywood, Emmanuel Lubezki y Alejandro González Iñárritu no están solos; los acompañan Rodrigo Prieto, gran fotógrafo igual que Lubezki, y también los directores Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, este último el ganador en el 2014 del Oscar a mejor director. Es decir, el talento cinematográfico mexicano de exportación es realmente excepcional.

Para la anécdota quedarán los comentarios xenofóbicos del extraordinario y tal vez el mejor actor de su generación Sean Penn y del magnate Donald Trump.

En el caso de Penn es un activista bastante liberal y por ello no se entiende el comentario fuera de lugar que hizo al presentar al ganador aún y cuando se alegue que fue una broma pesada; la ceremonia del Oscar no era la plataforma idónea para su exabrupto. Donald Trump por su parte, como empresario acostumbrado a arriesgar y ganar, sabe que en su profesión el pragmatismo es primordial y que ello también implica el reclutamiento de lo mejor, sea cual sea la nacionalidad, la religión y el color de la piel.

No hay de otra, Penn y Trump hacen pensar que el anglosajón es altamente intolerante y xenofóbico. Un auténtico contrasentido, porque como lo mencionó Inárritu, oleadas de inmigrantes construyeron el crisol que es hoy Estados Unidos.

El mundo estará a la expectativa de la próxima realización de Iñárritu que es una adaptación de una novela del abogado y ex funcionario del gobierno de Bill Clinton, Michael Punke; la obra lleva por título “The Revenant” y describe la odisea verídica de un hombre llamado Hugh Glass que es víctima del ataque de un oso; Glass con profundas heridas en la garganta, la espalda, el hombro y los muslos parece estar herido de muerte. Pero es abandonado y robadas sus pertenencias por dos cazadores, entonces emprende una búsqueda de venganza que lo hace recorrer tres mil kilómetros.

 

La noche fue mexicana también, por las palabras que dirigió al final González Iñárritu:

“Quiero tomar un segundo para dedicarle este premio a mis compatriotas en México. Ruego para que podamos encontrar y tener el gobierno que nos merecemos y la generación que está viviendo en este país puedan ser tratados con el mismo respeto y dignidad que la gente que llegó antes y ayudó a construir este país de inmigrantes”.

A contracorriente de lo que mucha gente piensa en México, yo también estoy de acuerdo con Alejandro G. Iñárritu como se hace llamar ahora; México NO tiene el gobierno que se merece.

Este país necesita un gobierno más sensible y generoso con la mayoría y no con la minoría oligárquica. Porque eso es lo que somos, un país oligárquico y además; todo, absolutamente todo lo que las mayorías de este país disfrutan, se ha conseguido vía la conquista social. Nunca por la iniciativa de los poderosos.

En ese sentido, un país que arranca a sus políticos las más elementales conquistas sociales no se merece el tipo de políticos que lo gobiernan.

Un país donde la separación del cargo de un gobernador está condicionado a hechos de sangre y nunca a actos de corrupción, no se merece a los gobernadores que han tenido sus entidades federativas. Por ejemplo basta recordar Aguas Blancas en Guerrero y Acteal en Chiapas.

Un país que probablemente tiene el récord mundial de desapariciones físicas sin estar declarada una guerra civil o contra un enemigo externo, no se merece el gobierno que tiene cuyos políticos solo se preocupan por acumular la riqueza, por reelegirse y por no molestar a los poderosos.

Un país donde por años millones de sus habitantes se la rifan atravesando un desierto para tener la oportunidad de acceder a una vida mejor en un país donde su clase política ha dado muestras históricas de que lo único que quiere es sojuzgarnos, tampoco es un país que merece un gobierno que es incapaz de generar políticas públicas que detengan con empleo digno la permanente sangría humana de la gente en edad de trabajar que prefiere migrar hacia Estados Unidos.

Un país que tiene a la mitad de su población en la pobreza no se merece la falta de visión histórica de sus gobernantes que nunca por generaciones han podido resolver el lastre histórico que arrastra la política económica mexicana: la enorme desigualdad que sufre México.

Tiene razón Iñárritu; este país se merece otro gobierno, sencillamente porque a este país lo conformamos millones de mexicanos que diariamente tenemos que ganarnos la vida y lo hacemos a pesar de su gobierno. Un gobierno que no genera las condiciones para hacer crecer la economía y generar nuevas fuentes de empleos, pero que tiene gobernantes que no tienen empacho de saltar como chapulines de puesto políticos, que intentan perpetuar su estirpe otorgándole curules a sus hijos y que tienen también un particular concepto sobre la moral pública de un político.

Los mexicanos nos merecemos un gobierno que garantice el estado de derecho, el respeto a las leyes y que castigue a sus integrantes que se coludan con el crimen organizado.

 

¿Por qué otros países que hace años tenían una economía peor que la nuestra ahora están mejor que México?

Sencillamente porque su ciudanía ha hecho valer sus derechos y sobre todo, han encontrado la forma y la fórmula para transformar –junto con gobiernos responsables- lo que era su triste realidad.

Es la hora en que los mexicanos tenemos que ponernos a pensar YA, sobre la forma de crear una nueva forma de gobierno con democracia más directa y más participativa.

El país no aguantará más baños de sangre como los de Ayotzinapa.

 

Definitivamente NO tenemos el gobierno que merecemos.

Vota si crees en la democracia representativa que tenemos, no salgas a votar si no crees en ella. Pero participa en acciones ciudadanas, eleva tu voz cuando atropella tus derechos un poderoso, se tolerante con los que no son iguales a ti.

Cuestiona por redes sociales o directamente a tu presidente municipal, tu diputado y cualquier autoridad.

Construyamos ciudadanía, es el primer paso para que por fin gocemos del gobierno que se merece un México cuyas generaciones de habitantes parece que llegáramos a la tierra a sufrir y a estar orgullosos de ser mexicanos sufridos.

Sí, estemos orgullosos de ser mexicanos, pero sin sufrir y orgullosos por ello.

 

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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