La Intercultural de Chiapas, el conflicto y la desmesura

El conflicto que vive la Universidad Intercultural de Chiapas (Unich) presenta los matices de encono interno, rencillas, enfrentamientos y agravios personales más propios para solucionarse en sesiones de terapia grupal que en una mesa de negociación. Y no es broma.

El diálogo, que debería ser el elemento fundamental de acuerdos, está ausente. Subyace –algo incomprensible en una entidad de educación superior–, el orgullo y el arrebato.

Para ser una universidad tan joven y pequeña (55 puestos administrativos y 34 profesores de tiempo completo distribuidos en cinco sedes), arrastra los problemas y los peores lastres del magisterio.

No es raro. Los orígenes están en el nombramiento de Javier Álvarez Ramos, un funcionario, que con un pasado turbulento en los movimientos magisteriales, extrapoló métodos de control y vicios para favorecer la creación y sostenimiento del Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Intercultural de Chiapas (Sutunich), a efecto de contrarrestar al Sindicato de Trabajadores de la Universidad Intercultural de Chiapas (Stunich), creado durante el relevo rectoral del Dr. Andrés Fabregas en 2011.

Álvarez Ramos alimentó así una etapa de significativos enconos, odios y permanente confrontación entre ambos sindicatos. No le importó notificar a la Junta de Conciliacion y Arbitraje que trabajadores con plazas de confianza podían ser sindicalizados, despedir a decenas de trabajadores y amedrentar al resto de la plantilla con el afán de ganar más agremiados para el Sutunich.

Empoderó a sus dirigentes sindicales y les entregó la titularidad de las aéreas y coordinaciones académicas, la decisión de nuevos ingresos a la plantilla docente, así como contratos gestionados ante la Comisión de Desarrollo de Pueblos Indios (CDI), como las Agencias de Desarrollo municipales o de elaboración de proyectos que nunca fueron ejecutados o se hicieron con irregularidades y a destiempo lo que ha ocasionado que dicha dependencia federal se encuentre auditando los recursos y haya vetado a la Unich hasta que no se aclare esta situación.

Bajo estas condiciones, la Intercultural empezó a convertir sus campus en arenas de batalla y en escenario de conflicto permanente entre sus profesores y administrativos.

No hay, como sucede en toda agrupación, malos malos, ni buenos buenos. Cada sindicato tiene sus aprovechados, sus perversos, sus amarra navajas, pero también militan en ellos maestros y maestras dedicadas, que creen en la academia, pero que por la convivencia diaria se vieron colocados a un lado de la contienda gremial.

 

Escaramuzas y agravios

 

Desde hace cuatro años, la batalla por el control del poder académico y político en la Intercultural es permanente. Con momentos de escaramuzas, de guerra fría, de enfrentamientos campales y agresiones.

La llegada de Oswaldo Chacón Rojas como rector de la Intercultural en 2014 significó para ambos sindicatos, el reto de conquistarlo para sus causas. El nuevo directivo, sin embargo, quiso ser imparcial y trató de bajar el nivel de tensión. En su intento de que ningún sindicato controlara la plantilla académica, designó como nuevo secretario académico a una persona externa a la institución que no tuviera vínculos con ninguno de los dos grupos.

La remoción del secretario académico fue visto como una afrenta por los líderes del Sutunich. A partir de ahí se multiplicaron los problemas. Un contrato colectivo que debería ser revisado en mayo de 2016 ha sido convertido en piedra de toque por su presumible incumplimiento.

El argumento clave es que no se han cumplido las prestaciones sociales del contrato colectivo de trabajo, a pesar que la Junta de Conciliación y Arbitraje ha acreditado que se ha pagado el incremento salarial, la previsión social y la cobertura por seguro de vida. El emplazamiento a huelga ha sido rechazado en tres ocasiones.

Otra de las quejas del Sutunich es que se ha violentado el otorgamiento de nuevas plazas, pero la Intercultural demostró que no ha recibido plaza alguna de nueva creación. Las personas contratadas ocupan vacantes en plazas de confianza, pero no sindicalizadas, lo que de acuerdo a la Junta no violenta los derechos a la promoción y al ascenso.

También la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe (CGEIB) de la SEP respondió con argumentos de forma negativa a prácticamente todas las exigencias del Sutunich. Sobre la solicitud de un escalafón les aclara que eso no atañe a las universidades sino a los profesores de educación básica.

Agotados los argumentos de violación al contrato colectivo, el Sutunich puso la mirada en el modelo de universidad intercultural. “Las autoridades académicas desconocen y pervierten nuestro modelo”, argumentó su líder, pero la CGEIB, que es el órgano de coordinación de las universidades interculturales del país, le respondió que no es así.

La otra exigencia de conclusión del edificio de la Intercultural en Salto de Agua se ha aclarado que las autoridades universitarias no ejecutan obra alguna; que es el Inifech y que ya se aprobaron recursos extraordinarios para terminar la construcción.

El fogón se atizó más cuando el año pasado Janet Cruz Gómez, coordinadora académica del Campus Las Margaritas, fue discriminada por cinco profesores y dos administrativos por usar vestimenta tradicional de la etnia tojolabal. Le llamaron “la India María” en un chat privado que se hizo público.

Estudiantes y pobladores de ese lugar, al hacer suyos los agravios de la coordinadora, exigieron la renuncia de los agresores. El problema era que todos los agresores pertenecían al Sutunich, por lo que presionaron para que estos no fueran sancionados. El asunto fue turnado Comisión Estatal de Derechos Humanos, cuya resolución tampoco fue del agrado de los dirigentes del Sutunich, quienes empezaron a buscar pretextos, huecos y motivos para una huelga.

En noviembre del año pasado, el Sutunich inició una huelga sin emplazamiento alguno ante la Junta de Conciliación y Arbitraje. Estaban en la ilegalidad. Tuvieron que devolver instalaciones y sentarse a dialogar y formaron una comisión mixta para vigilar acuerdos. A principios de mayo de este año, a un mes de concluir el semestre, nuevamente tomaron las instalaciones de la sede central en San Cristobal de Las Casas sin el aval de la Junta.

El Sutunich tiene la titularidad del contrato colectivo, pero ha perdido la amplia mayoría de trabajadores que ha venido laborando en sedes alternas y no ha respaldado su convocatoria a la toma actual de instalaciones.

 

Ocho de cada diez egresados no trabaja en su campo laboral

 

UNICH, en medio del conflicto.

UNICH, en medio del conflicto.

Algo que no se dimensiona en este conflicto es que los más afectados son los estudiantes, porque la Universidad Intercultural de Chiapas atraviesa por problemas muy graves: una matrícula estancada desde hace cuatro años y egresados que, en su mayoría, no encuentran trabajo sobre lo que estudiaron.

El reto que representa formar sólidamente a los estudiantes y que debiera unir a los profesores se esfuma en el aire.

No sé si Oswaldo Chacón Rojas, un académico serio y de prestigio en su disciplina, tenga el ánimo o no para continuar en la rectoría, pero lo que me queda claro es que el conflicto no se resolverá con esa decisión, porque la mayoría de profesores que hoy imparten clases y que el viernes pasado concluyeron el semestre, se sentirán defraudados.

El problema es interminable porque en las exigencias y en las negociaciones no se privilegia el diálogo sino la imposición y la desmesura. Urge, lo que decía al principio y que no está en las peticiones, sesiones de terapia grupal para que “que se olvide la odiosa venganza y termine por siempre el rencor”. Y, repito, no es broma.

 

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