La sucesión adelantada

Rómulo Farrera y Manuel Velasco. marzo 2015. Foto: Icoso

Rómulo Farrera y Manuel Velasco. marzo 2015. Foto: Icoso

 

El tablero de la política local se cimbró el 15 de junio, una semana después de ocurridas las elecciones federales y poco más de un mes antes de que se celebren elecciones locales en Chiapas. Al informar de su retiro de una fructífera carrera empresarial, Rómulo Farrera Escudero anunció su incursión decidida en la política y afirmó que dentro de 3 años le gustaría ser alcalde de Tuxtla o gobernador del estado.

Dijo que lo hará de manera independiente porque cree que la ciudadanía está harta de los partidos y de los políticos que “se cambian de partido como cambiarse de calzón”. Incluso delineó los ejes de su plan de gobierno de resultar electo: honradez, Estado de derecho, orden, educación con calidad y eficacia en la ejecución de los recursos públicos.

El arrojo de Farrera Escudero le generó muchas simpatías que una semana después, en un programa de radio de La Nueva FM 94.7, dijo que “para el 8 de diciembre del 2018 me veo tomando protesta como gobernador de Chiapas, de este estado al que quiero mucho”.

Hubo reacciones en varios sectores de la sociedad chiapaneca, pero la más significativa sin duda fue la del gobernador Manuel Velasco Coello. Manifestó que “las candidaturas independientes son un triunfo de la ciudadanía ante el evidente desgaste de los partidos políticos” y aseguró que “ello favorece y alienta una mayor participación de la gente”.

También consideró como “positivo y saludable para la democracia que los ciudadanos se estén abriendo paso en la política ante el desgaste que carga el sistema de partidos” y se pronunció a favor de que hubiera más candidaturas independientes en próximos comicios para todos los puestos de elección popular.

Ante la inesperada irrupción del empresario, Velasco pudo tomar la opción de mostrarse indiferente; sin embargo, decidió acusar recibo del mensaje. Lo hizo de manera pragmática al mostrar “simpatía” por un fenómeno político que cuestiona el sistema que lo llevó al poder y que sigue utilizando para afianzarse él y su grupo de aliados.

No obstante, el impacto político del lanzamiento de Farrera, tiene al menos dos repercusiones significativas:

1.- El deseo expreso del empresario chiapaneco por llegar a la gubernatura y la anuencia de Velasco a ese proyecto, adelantó prematuramente el proceso de sucesión del 2018. Los tiempos para construir la candidatura del “delfín” de Palacio se aceleraron y ahora el gobernador, sus partidos aliados y los asesores peñanietistas, tienen que tomar en cuenta un factor disruptivo que no tenían contemplado. El ungimiento del aspirante oficial se sale del esquema tradicional donde se tiene mayor control de las variables políticas (partidos, instituciones electorales, manejo orientado de recursos, grupos de presión) y deberá enfrentar ahora el desafío que le representa un personaje que tiene tres años para construir una candidatura poderosa. Si se pensaba en un escenario electoral a modo, con candidaturas “de oposición” partidista dispersas para facilitarle el triunfo al competidor surgido de Palacio, ahora lo probable sería que para blindar a éste se busque configurar una amplia alianza más allá del PVEM-PRI, en el que los partidos satélites (Mover a Chiapas y Chiapas Unidos) jueguen un papel determinante.

2.- Las cartas de la baraja del gobernador ya no son tan fuertes. Si el exsecretario de Gobierno y actual dirigente del Partido Verde Ecologista, Eduardo Ramírez Aguilar y el senador y dirigente estatal priista, Roberto Albores Gleason, se veían como los más seguros prospectos a suceder a Manuel Velasco, con la eventual candidatura de Farrera su futuro político se vuelve incierto. En principio tendrían que forjarse un nuevo perfil competitivo, armar una nueva propuesta frente a los ciudadanos para constituirse como una opción ganadora, lo cual implicaría posiciones renovadoras que no serían fáciles de adoptar por las ataduras con el gobierno. En este escenario, surgiría la necesidad de explorar otras alternativas de peso dentro del gabinete o fuera de él.

Hasta hace unos días y a poco más de tres años de concluir su sexenio, el gobernador tenía más o menos esbozada la ruta de su sucesión y de sus actores principales; hoy el panorama le cambió abruptamente y tendrá que recomponer su estrategia y sus fichas, porque incluso Farrera ya levantó simpatías en los grupos empresariales que tradicionalmente han apoyado al candidato oficial.

La posibilidad de una candidatura independiente en Chiapas en el contexto del triunfo reciente de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, sin duda levanta muchas expectativas en un estado donde se va acumulando la animadversión hacia un gobierno que no ha cumplido con las demandas de un importante sector de chiapanecos.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que Chiapas no es Nuevo León. Aquí la contienda electoral se juega en cancha inclinada y con un árbitro “distraído” ante el juego sucio. El atraso social, además de otros factores, favorece el clientelismo y la manipulación de los votantes. En el estado norteño el 95 por ciento de la población es urbana; en Chiapas predomina la rural, pues en las ciudades sólo vive el 49 por ciento de sus habitantes. El grado promedio de escolaridad de los chiapanecos de 15 años y más es de 6.7, lo que equivale a poco más de la primaria concluida, mientras que el de los neoleoneses es de 9.8, es decir, prácticamente el primer año de preparatoria. En estas circunstancias, las redes sociales no son un factor determinante para generar una avalancha ciudadana de apoyo a un candidato sin estructura partidista y prácticamente desconocido en la zona rural.

Faltando tres años para las elecciones de gobernador, las circunstancias políticas en Chiapas pueden modificarse sustancialmente, más en un estado con una gobernabilidad frágil y volátil. Aún no se pueden visualizar tendencias claras sobre el relevo en el poder y las posibilidades reales de una eventual candidatura ciudadana. Pero lo cierto es que el juego sucesorio ya se adelantó, con la novedad de la irrupción de un factor que no estaba en los cálculos políticos de Velasco Coello.

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