Contra la impunidad, la cohesión social

Imagen: nextbillion.net

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“Es una vileza tener elementos para hacer justicia y optar por ser coparticipes de la injusticia.”

La impunidad es una de las grandes amenazas para la convivencia humana y es la expresión más vil de las conductas sociales dado que implica, además de un alto grado de cinismo, un grave deterioro de la relación entre los valores primordiales y la estructura social.

El ser humano, más allá de la connotación religiosa, tiende a romper reglas, a transgredir normas. Esta proclividad se agrava cuando el individuo se auto percibe como especial, único y más importante que la comunidad a la que pertenece. Cuando esto ocurre, la cohesión social se fractura y, por consecuencia, los componentes estructurales de la colectividad se debilitan, dado que la cohesión, en cualquier tipo de organización, depende de la integridad de los individuos que la conforman. Entre más saludable sea la relación que guardan entre ellos y más congruentes sean los valores que la sostienen, entonces la estructura social será más fuerte y por lo consiguiente de mayor beneficio para los que la conforman.

Cuando hablamos de la estructura de una comunidad, nos referimos a aquella que está compuesta por múltiples individuos que se relacionan entre sí, con diferencias sustanciales en muchos ámbitos. Sin embargo se busca y es lo deseable hacer prevalecer la coincidencia en los valores, mismos que le dan identidad y sentido a la comunidad.

Esta condición humana de relacionarnos nos ha permitido establecer estructuras sociales que funcionan como redes de sostén, que le permiten a cualquier individuo sobrevivir. El ejemplo más claro de este tipo de organización es la familia. Pero hay estructuras más complejas, como las comunidades clasificadas en pueblos, ciudades o países. El punto es que estas estructuras de organización social siempre están fundamentadas en valores, de los cuales se derivan normas, derechos y responsabilidades. Si estos valores se relajan o se pierden, las estructuras se desestabilizan y al final colapsan.

En México, como estructura organizacional, estos valores están plasmados en una carta magna llamada Constitución Política, en ella se describen los derechos y obligaciones de los individuos, pero también de otras estructuras derivadas que surgen como una forma de ordenar y normar la organización de la comunidad y a las que denominamos instituciones.

En toda estructura social existen fortalezas y debilidades. Existe también un punto de quiebre cuya fuerza e influencia puede llegar a fracturar la estabilidad y el sentido de la estructura. Este punto de quiebre se llama IMPUNIDAD, expresión definida por la Real Academia Española como: falta de castigo.

Las fracturas en una estructura social son explicables y remediables, estas fracturas se refieren a las acciones de individuos que van en dirección contraria a la normativa que rige lo social (nuestra Constitución, por ejemplo), en detrimento del beneficio común y a las que calificamos como delitos. En términos legales podemos decir entonces, que para cada delito existe un castigo. Es entonces el recurso del castigo el que permite reparar una fractura en lo individual y se evita de esta manera que sus efectos dañinos se extiendan y afecten el andamiaje social.

Empero, ¿qué pasa cuando se detecta una fractura grave en la estructura social de una comunidad y no se repara? Pasa que se da lugar a la nociva y corrosiva impunidad.

Existen condiciones que favorecen el predominio de la impunidad en una estructura social: La ignorancia, hambre y autoritarismo, son algunas de estas condiciones que cuando se conjugan son todo un caldo de cultivo para el desencadenamiento de actos delictivos con descarada impunidad.

El daño de la impunidad en una estructura social es proporcional a la profundidad de leyes que se violan para evitar el castigo, peor aún es la situación en la que las cámaras de representantes populares, confabulan para emitir leyes que sienten las bases para que los grupos de poder que abusan de su condición libren el castigo a sus actos.

El daño se hace más severo cuando las instancias que se encargan de denunciar el acto de la “no aplicación de la ley” de forma conveniente, como la prensa, hacen caso omiso y evitan la publicación de las irregularidades, esto los coloca en un papel de aval de los delitos al venderse y privar a la sociedad de su legítimo derecho de conocer la verdad.

Como un efecto de este proceso de protección y legitimización del delito, la estructura social fracturada y dañada queda en completo estado de indefensión al no existir, a través del castigo, reparación alguna, en consecuencia los individuos viven con inseguridad y miedo; condiciones que hacen más propicio el panorama para que prolifere la impunidad.

¿Qué le queda a una sociedad que vive bajo el yugo de la impunidad? ¿Cómo oponerse a este?

Si las instancias que debieran defender y castigar no lo hacen, si la denuncia puede convertirse en el pretexto para pasar de denunciante a perseguido. ¿Qué recursos le queda a un individuo que no cuenta con el soporte de las instituciones, con la protección de las autoridades, con la defensa de organizaciones no gubernamentales que sirven a la autoridad antes que al agraviado?

¿La revolución? ¿La desobediencia civil? ¿O de plano la migración a otros lugares con mejores perspectivas? No puedo asegurar que existe una fórmula mágica, pero en la lógica y congruencia de lo expuesto en este artículo, creo y sostengo que una estructura tiene su fortaleza en la unión firme de sus componentes, en la coordinación de sus fuerzas y movimientos para avanzar y sostenerse unidos.

En síntesis, en su capacidad de cohesión. Está es la opción de opciones, en la cohesión hay más oportunidad de solución si se entiende que una estructura social unida, una sociedad comprometida, siempre tendrá mayor fuerza que las autoridades y los grupos de poder que atentan con impunidad contra la estructura social. Sus recursos perversos se encaminarán a que no se crea en la fuerza de la cohesión y a toda costa tratarán de evitar que la sociedad se organice y descubra que en su unión está la fuerza, que en su organización está la opción para hacerles frente con un frente congruente, solidario y, sobre todo cohesionado.

Ante el cabalgante yugo de la impunidad ¿seremos capaces de capitalizar nuestra fuerza, de aprender a reconocer el poder del colectivo y priorizarlo antes que el bienestar individual?

Este es nuestro reto, nada fácil pero tampoco nada imposible cuando nadie se rinde.

#TuxtlaNoSeRinde

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