Fantasía no

Casa de citas/ 312

Fantasía no

Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Alejandro Nudding

1

 

Las tres imágenes suceden en un mismo plano:

a). La portada de un libro, con fondo blanco y letras grandes rojas que dicen “Fantasía no”; está ilustrada con una fotografía en close up de un ojo súper maquillado y con pestañas postizas, que parece el de una mujer o un gay feliz;

b). Una película que se proyecta en una pared, al aire libre. No hay espectadores. La escena en movimiento es una fila de hombres travestidos, con cuerpos estilizados y rostros perfectos, en una calle. Pasan hombres y las vestidas les dicen piropos sucios, algunos tan explícitos que les hacen soltar carcajadas (a ellos, a los gays). Los hombres acosados tratan de no mostrar reacciones, imposible enfrentarse a ese ejército de plumas;

c). Un poco más adelante, ya en la realidad (llamémosle así), un hombre, una mujer y su hijo pequeño caminan con cuidado mientras descienden por la nieve un poco suelta de este paisaje blanco, nevado. El niño cae y se va como en tobogán. Los padres no se alarman, se detendrá al poco. Pero le gritan. El niño ríe, feliz.

En el futuro el niño se volverá gay, escribirá el libro y hará la película. En ambas dirá que la gente a su alrededor, papás incluidos, no le dejaban fantasear. Mucho rigor. En cuando pudo se soltó el corsé de tanta prohibición y descubrió que la fantasía a la que podía aspirar era no ser quién parecía: ponerse entonces detrás del maquillaje, la ropa loca, las muchas relaciones sin ninguna responsabilidad, entregarse en la realidad a sus fantasías.

 

2

 

Nació heredero de una pequeña fortuna que, en cuanto pudo, por su olfato para los negocios, incrementó sustantivamente. Se casó con una mujer de familia acomodada y vivió con ella una especie de sopor matrimonial: su unión, los dos lo sabían, era de conveniencia. Tuvieron dos hijas.

Con el paso del tiempo, un poco después de los 60, el hombre descubrió que su vida había sido una basura y quiso intentar una relación donde primara el sentimiento, no el interés. Pese a sus muchas aventuras, era un ingenuo y se enredó (para él fue enamoramiento) con una secretaria joven quien lo vio como el proveedor de cosas que no hubiera imaginado tener.

Su mujer usó el asunto para divorciarse y las hijas creyeron a pie juntillas que la mamá era la buena, la inocente. Al perder, en un juicio fatal, casi todo lo que había conseguido con esfuerzo durante su vida (posesiones, dinero) tuvo un conato de infarto. Lo metieron en un hospital y allí, por casualidad, descubrió que la secre le ponía los cuernos con un joven de su edad. Supongo que decidió no luchar y cayó por eso en un coma profundo del que ya no despertó.

Por opción no pensada, no teorizada, él jugó sus fichas de vida con la realidad: tener, sólo tener. La fantasía no entró en su realidad, sino muy tarde. Fantasía no.

            Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

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