Chiapasionate con la irrealidad

 

Desde hace un par de años, hoteleros y actores sociales relacionados con la oferta turística en Chiapas llevan exigiendo al gobierno de Manuel Velasco que resuelva el clima de inseguridad que vive el estado. Asaltos, manifestaciones, cortes carreteros, secuestros y asesinatos, no son inventos de empresarios preocupados por las pérdidas económicas que esta situación les está ocasionando.

El pasado año así era manifestado tras la Semana Santa, donde Isaín Mandujano (Proceso, 03-06-16) recogía la opinión de hoteleros sancristobalenses que situaban a ese periodo vacacional, de amplia tradición en suelo mexicano, como el más bajo en los últimos 10 años. Algo que difícilmente cambiará este 2017 puesto que el clima político y social en Chiapas no se ha modificado para bien, sino todo lo contrario.

La imagen pública de la entidad federal resulta más que cuestionada por quienes viven del turismo, sector económico que necesita venderse a través de unas estampas que van más allá de lo bello y exótico, y tienen la obligación de contar con tranquilidad para quienes dejan sus hogares y dirigirse a conocer las ciertas maravillas que, en muchos sentidos, ofrece nuestro estado.

Solo pensemos, desde nuestra perspectiva de ciudadanos de Chiapas, ¿quién quiere viajar desde San Cristóbal de Las Casas a Palenque? Quién, además de lo sinuosa, en mal estado y llena de topes, desea circular en una carretera que parece de obstáculos, algunos de los cuales pueden causarte daño a tu patrimonio y a tu persona si se tiene la mala suerte de ser asaltado. Así que si los locales no deseamos viajar por tal vía pública, mucho menos los turistas informados de sus problemas. De ahí que son numerosos los que prefieren trasladarse a Villahermosa y desde allí hacer ciertos recorridos por el territorio chiapaneco. Este ejemplo, al parecer, no ha sido suficiente para procurar la reflexión de este y de gobiernos anteriores en busca de soluciones reales, y no hay que olvidar entre ellas la surrealista propuesta de autopista.

Sin embargo, la evidencia actual es que el clima de descomposición social en Chiapas no se vivía desde la eclosión del movimiento neozapatista en 1994. Y para quienes lo vivimos lo tenemos muy presente, aunque para los demasiado jóvenes, y muchos están ejerciendo de políticos, tal vez eso sea historia pasada.

Lo más irreal, ante el alud de situaciones nada recomendables o atractivas para los turistas, es que los medios de comunicación nacionales están retacados –no encuentro un adjetivo más apropiado en este momento- de una publicidad que vende un precioso estado de Chiapas. Espléndido por muchas cosas, y no es necesario que nos lo cuenten, pero políticamente desfigurado y con pobladores agraviados y en creciente conflicto social, además de que con un aumento preocupante de la delincuencia de todo tipo.

Quienes queremos a Chiapas no precisamos chiapasionarnos; nos duele que existan campañas con un costo que sería bueno conocer y donde personajes como Miguel Herrera, “El Piojo”, venden imágenes estereotipadas a precios desorbitantes. Tal vez haya sido premonitorio que una de esas figuraciones de Chiapas la tuviera quien renunció a su puesto de Director Técnico de la Selección Mexicana de Fútbol por haber agredido a un periodista. Una estampa de violencia que en Chiapas se está repitiendo, en todo su territorio, con una normalidad pasmosa y que nada tiene que ofrecer a quienes desean pasear por sus calles y bellezas naturales.

Ese Chiapas de la campaña publicitaria no puede ser más que irreal porque las imágenes muestran un territorio sin población, o con personajes estereotipados fuera de un contexto donde no están sus gentes con problemas y cuitas. Esos chiapanecos apasionados por vivir mejor y que son noticia, negativa casi siempre, en los medios de comunicación nacionales e internacionales.

Vendamos Chiapas para el turismo, por supuesto, pero sin atender sus problemas de fondo será difícil atraer nuevos clientes o mantener los niveles alcanzados en ese rubro económico, por muchas maniobras propagandísticas que se empeñen a efectuar los gobernantes en turno.

 

 

 

 

 

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