No nos embona el chile

Juan Pablo Zebadúa Carbonell

Quizá lo que más impacta de la detención de Javier Duarte no ha sido el propio revuelo de su mediática captura, sino en la ola de especulaciones que ésta ha dado. O lo que es lo mismo, nadie cree absolutamente nada de la justicia mexicana.

Alguien debe mentir en esta historia, porque en lo que se cuenta del escape (anunciado), en la búsqueda (anunciada) y posterior captura (más que celebrada y anunciada), nos deja a todo el mundo en la peor de las dudas. Y es que -mal pensados que somos los mexicanos- no creemos mucho que la honestidad del PRI sea su fuerte y no es que (sigue la malpensadera) tampoco pongamos en tela de juicio a la integridad moral de quienes nos gobiernan y sobre todo de quienes dicen procurar justicia, así como así. Qué va. El pueblo llanamente quiere certezas, y no creaciones de realidades llenas de crisis que, dicen por ahí, solo están en nuestras mentes enfermas (mal pensadas, diría yo).

Las especulaciones siguen todos los días y si nos atenemos a la opinión pública, parece que el efecto mediático, tan esperado, no funcionó. Ni la captura de Duarte logró repunte electoral del PRI, ni la gente cree que la “lucha contra la corrupción” es eficaz, ni Peña es más popular, ni la estrepitosa debacle de su administración al final de sexenio tiene remedio. Al contrario, queremos que se devuelvan los millones de pesos robados por ratas priistas que ahora pagamos en las alzas de gasolina, en el recorte de becas estudiantiles, en la inflación más alta de los últimos 15 años. Solo eso queremos. Porque nadie cree, en su sano juicio ciudadano, que al ex primera dama de Veracruz, la chiapaneca Karime Macias, no tenga ninguna averiguación en su contra aun cuando haya dejado todas, pero todas, las pruebas que la incriminaban como algo más que cómplice de su no tan inteligente marido y ahora esté gastándose toda, pero toda, la lana que robó en un país de primer mundo. Un poco más de respeto, por favorcito.

Pero en el mundo paralelo de Peña Nieto y el PRI esto es normal. Tal vez asesorado por la intelectualmente agraciada, Carmen Salinas (diputada priista que gana 130 mil pesos al mes) Peña declara que ningún chile nos embona porque si no nos creemos que están apresando a los corruptos (que no encarcelando), mal; si decimos que hubo mano negra con Duarte y no nos tragamos la perorata facilona de que, ahora sí, habrá justicia a toneladas, más mal. Pero el licenciado Peña (del PRI, que plagió una tesis para graduarse) aún cree que nos pueden dar atole con el dedo y esconder ingenuamente los mega desfalcos de dinero público y de nuestros impuestos -que sí trabajan, pero para otros- hechos por sus “amigos”, la “nueva generación” de este mismo PRI, por lo que sí es para pensar en el tamaño de los chiles que ciertamente quiere que nos traguemos.

En este mismo mundo alternativo, donde el senador priista chiapaneco Albores Gleason, sin más pudor que el tamaño de su propio cinismo y, obviamente, de su pendejez política, pone en bandeja de plata de que, sí, en efecto, este PRI -siempre el PRI- no tiene llenadera. ¿Cómo así que ante el total descrédito de los políticos mexicanos, y sobre todo de quienes nos (des) gobiernan, con un presidente con la más baja aceptación de casi toda la historia nacional, se le ocurra acarrear gente, lucrar con la pobreza, amedrentar y encarcelar periodistas y, por supuestisisisismo, robar del erario público para sus fines muy personales? Adivinaron…solo en el PRI.

Ningún favor le hace a su patrón, el licenciado Peña, un individuo que nunca en su vida ha leído un libro y sueña con ensartarnos chiles de todos los tamaños. Por eso, después de la matanza del 68, de los crímenes de Aguas Blancas, de Acteal, de Ayotzinapa, de la “roqueseñal” (Roque Villanueva, otro distinguido priista que nos dijo en su tiempo: “los cogimos y les metimos el 15 por ciento del IVA”), de Echeverría, Portillo, DelaMadrid, el master Carlos Salinas, su hermano Raúl -exonerado, disculpado y vuelto a ser millonario como si nada-, los 16 gobernadores casi todos priistas (¿y Juan Sabines?),  investigados por ladrones, la joya de la corona, Javier Duarte y un kilométrico, desvergonzado, dramático y escalofriante etcétera.

Ese enorme chile que Enrique Peña Nieto sueña con embonarnos a fuerza tal vez sea como la maldición de Moctezuma, no te burles tanto del picante que puede desconocerte, porque “quien en pan piensa, hambre tiene” y si el despreciable Javier Duarte habla, capaz que el licenciado Peña sepa que eso que tanto nos desea, lo tiene bien adentro.

 

 

 

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