La historia repetida, el silencio y la omisión

Foto: Rompeviento TV

Por Alberto Nájar

La convocatoria es a una protesta y caminata que sale del Ángel de la Independencia en la Ciudad de México.

Una sensación de revivir el episodio se mueve entre las escalinatas del icónico monumento.

Los carteles traen las mismas leyendas, el grito central de la marcha se repite, son las mismas personas que lo entonan. Hasta los inclementes rayos del sol parecen los mismos.

Hace siete años, un sábado caluroso también, de ese mismo lugar partió una marcha de periodistas para protestar contra los asesinatos y amenazas a compañeros en casi todo el país.

Esa vez el detonante fue la violencia imparable que lo mismo silenció medios en la frontera norte que desapareció a reporteros en Veracruz, o Guerrero.

Ahora la convocatoria fue por el asesinato de Miroslava Breach, corresponsal del diario La Jornada y colaboradora de El Norte de Chihuahua y El Norte Digital.

Y también por la muerte de otros dos colegas, Cecilio Pineda Brito en Guerrero, y el columnista Ricardo Monlui Cabrera en Veracruz.

Los tres crímenes ocurrieron en marzo, que ha resultado uno de los más violentos para los periodistas mexicanos. El día 29, por ejemplo, fue herido gravemente Armando Arrieta, jefe de redacción del diario La Opinión de Poza Rica, Veracruz.

Por eso la sensación de revivir el pasado en la marcha del 25 de marzo. “Otra vez en las calles”, fue el saludo de varios colegas. Y sí, de nuevo a la protesta, porque en siete años parece que nada ha cambiado en México. O quizá sí, para peor.

Tras las primeras movilizaciones el gobierno de entonces se vio obligado a crear instituciones para atender la violencia y, en el papel al menos, proteger a periodistas.

Nacieron la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, y el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.

Largos nombres para el trabajo tan corto que llevan a cabo. Lo dicen las cifras: según Artículo 19 el 99.75% de las agresiones a periodistas están impunes.

Las medidas de protección del Mecanismo no son suficientes, se aplican discrecionalmente o la burocracia consume tiempo valioso que cuesta vidas.

Ocurrió en el caso de Cecilio y de Miroslava, quien denunció amenazas ante el organismo y no fue escuchada.

La Fiscalía y el Mecanismo sólo han servido para bajar la presión internacional al gobierno mexicano.

En foros y organismos internacionales México presume carpetas con las leyes, protocolos y presupuestos para “proteger” la vida de los periodistas, algo que en círculos diplomáticos suele funcionar muy bien.

Pero en las calles la realidad es otra. Y no sólo por la violencia que no cesa sino por dos elementos más que, en el déjà vu de estos días, reaparecen con la contundencia oculta de los últimos años:

El silencio del gobierno de Enrique Peña Nieto. Y la ausencia grosera de los dueños de medios de comunicación.

Nada han dicho las autoridades de este marzo negro para el periodismo. Ningún directivo de periódicos, televisoras o estaciones de radio del país (excepto de La Jornada y el Noroeste de Sinaloa) se han tomado la molestia de ser solidarios con sus compañeros.

Es la raíz del problema, una de las causas de la impunidad en la violencia a periodistas. Como ocurre en muchos problemas del país, el de las agresiones al gremio se mira desde el poder como una discusión de élites.

Para el gobierno anterior le fue suficiente crear protocolos y organismos de papel para atender el problema. Y desde el primer día la administración de Peña Nieto quiso borrar del discurso el tema de la violencia, sin éxito excepto en el caso de los periodistas.

¿Cuál es el común denominador? Pactos de autoridades con empresarios de medios. En el primer caso aplaudieron; en el segundo acataron. El resultado es el mismo. Soledad para los reporteros.

Y silencio para escalar la protesta, que se queda entonces en las calles o en redes sociales.

En ese escenario fue la protesta del 25 de marzo. El mismo de hace siete años. Aquel día la jornada terminó en sobremesas para discutir los siguientes pasos. Ahora, casi al terminar la marcha, la tarde se nubló y empezó a llover.

El lugar común diría que es un presagio. ¿Será?

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