Morir al paso de miles de transeúntes, en la capital de Chiapas

Doña Milita se prepara para pasar otra noche a la intemperie. Foto: Chiapas PARALELO

Doña Milita se prepara para pasar otra noche a la intemperie. Foto: Chiapas PARALELO

 

Doña Milita es las más desamparada en las orfandades de la ciudad.

La anciana demente, de estampa  fragilísima,  concentra los muros de resistencia más sólidos contra toda fiereza de la vida.

En cada acto de supervivencia, esta abuela se mimetiza en las furias de la naturaleza y el caos urbano de las inconciencias e inconsistencias de los otros.

Por décadas, doña llamada también Chabelita, resiste los  mordiscos de los  fríos, los  aguaceros  para innumerables  naufragios, los calores que agudizan el pavimento y la  combustión de autos con sus vómitos infernales   de mediodía.

La anciana semejante a un heloderma    viandante, en su persistente lucha denuncia, sin proponérselo, la indiferente mezquindad ciudadana y la insensible omisión institucional que no permite proporcionarle cobijo ni condiciones básicas para que abandone las calles. 

Protagonista única del espectáculo: Morir al paso de miles de transeúntes, por la tarde doña Milita con su digna locura  a cuesta, detiene su marcha en el costado de un pequeño edificio ejecutivo de la avenida central y 2ª oriente.

 En el sitio, como  pájaro fugitivo, la mujer  mayor de 70 años,  crea su propio hogar: una jaula de rejillas metálicas que teje y  cubre  con  restos de cartón que ata con trozos de ixtle, hasta que finalmente adosa la pared de mármol del edificio empresarial.

Adentro, con un fardo que guarda sus pertenencias vitales,  Milita descansa sentada sobre una cubeta rellena de trapos, que con el deslizamiento de las horas la llevará al sueño.

Protegida del chisporroteo de la  avenida,  con su fin de año de  luces de  neones  festejos,  la mujer de la tercera edad, sonríe y balbucea algo ininteligible mientras duerme.

En los limbos oníricos, donde se funden  las imposibilidades, Milita saborea platillos, pastelillos, bebidas calientes  por el Día de las Madres, del Abuelo, de la Mujer, de  la Navidad y de  Fin de Año  que le fueron negados desde que su locura la hizo sola y solitaria.

Con la rebeldía de su vesania, instalada en el centro de  Tuxtla Gutiérrez, a unos metros del palacio del Ejecutivo Estatal, de la arquidiócesis y del poder Legislativo y del Ayuntamiento, la Anciana de la Jaula reta y acomete las ineficacias de las políticas públicas en pro de grupos desprotegidos y vulnerables de Chiapas.

Les barrunta  en pleno rostro que sus proyectos institucionales en torno a ella y las tribus de los desterrados de la vida, son demagogia pulida, discursos baratos y lesivos a la condición de la persona.

No cree en ellos –  en el  gobierno  de Peter Pan , en los curas nalgones,  ni en las monjas albinas, tampoco cree en los empresarios pajes de Los Caballeros de Colón– que infructuosamente, han intentado a la fuerzallevarla a una casa de dementes para sacarla de lascatacumbas  de Tuxtla Gutiérrez.

Policías de seguridad  pública también, una y otra vez, quisieron  desalojarla y desmontar su jaula metálica pajarera. No lo consiguieron, toparon con roca en  la bravura y  determinación de Milita, convencida de que es con el diálogo amable, la concertación explicita y la planificación concreta, como el gobierno debe atender y resolver las necesidades de quienes  supuestamente perdieron el rumbo al internarse en las locuras de la vida.

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