Los estallidos que cimbraron a Comitán

Los estallidos que cimbraron a Comitán, la mañana del jueves 16 de enero del 2013.

Los estallidos que cimbraron a Comitán, la mañana del jueves 16 de enero del 2013.

Julio César Palacios de León está molesto y apenas se le cruza por su camino el gerente de la empresa Gascom, lo encara y le pide que la empresa no vaya hacerse ojo de hormiga. «Quiero que me paguen mi casa y todo lo que perdí» y el trabajador de ex alcalde Arnulfo Cordero sorprendido asegura que así será.
En pocos segundos, el gerente se retira y Palacios de León cuenta que hace unos meses debió batallar ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para reconstruir la vieja casona, para que después de varios trámites burocráticos realizara la edificación, para que finalmente fuera consumida por un incendio.
«Escribe las cosas como son», pide Palacios de León, que tiene fama de brabucón.
La versión de este profesor jubilado, es que hacia las 07:00 horas, un inusual ruido afuera de su casa le llamó la atención. Era una pipa con un tanque de almacenamiento de cinco mil litros de gas LP que se encontraba estacionada a un lado de la calle, frente a la casa marcada con el número 11 de la 3ª Sur Poniente.
Cuando salió a la calle, vio que de la pipa expedía un manto de color blanco que el viento arrastraba sobre el lado poniente de la 3ª Sur, es decir rumbo al edificio de Teléfonos de México.
No esperó más y lanzó la voz de alarma a sus vecinos para pedirle que abandonaran sus casas, porque había peligro de una inminente explosión del depósito. «¡Señores salgan de sus casas!», «Peligroooo..!», se escuchaba por la calle.
Cuando el chofer y el ayudante de la pipa no pudieron controlar fuga de gas, huyeron.

El olor a huevo podrido

A 150 metros donde se encontraba Julio Palacios de León, el músico Francisco Figueroa salió a la calle, alertado por el olor a huevo podrido que había invadido su casa y al abrir las puertas, su corazón latió a prisa y pidió a sus familiares correr al traspatio para ponerse a salvo. En pocos segundos escuchó el estallido.
El flamazo sollamó las fachadas de las casas, el letrero del grupo de Neuróticos Anónimos, en la casa con el número 32 de la 3ª Poniente, el anuncio del cruce de «uno por uno» de la 2ª Poniente, dobló puertas de hierro, derritió como chicle cristales de ventanales, medidores de energía eléctrica y techos de policarbonato.
La onda expansiva rompió también dos cristales del edificio de Telmex y doró el anuncio donde se promociona la empresa de video «Claro» de Carlos Slim.
Para ese momento Palacios de León y los primeros socorristas de Protección Civil y Bomberos que llegaron al sitio ya habían alcanzado la Avenida Central , para refugiarse en la pared del lado poniente del templo de San José, hasta donde sintieron pasar el flamazo.
El estampido hizo trizas un vitral del siglo pasado del templo.
Los vecinos coinciden que fueron tres los estallidos que se oyeron con varios segundos de diferencia.
Julio César dice que el primer estallido ocurrió cerca de la pipa, pero Francisco Cristiani, que se bañaba  a esa hora en su casa, sobre la 4ª Poniente, cuenta que la primera explosión ocurrió frente a Telmex y luego hubo dos más en las inmediaciones de la 1ª Poniente.
El gas LP que se había colado bajo la puerta de algunos edificios provocaron esas explosiones.
Cristiani escuchó al llegar a socorrer a su madre, doña Rosa Guillén que se encontraba en la casona «El refugio de los Cristiani», que la primera explosión fue causada por una veladora que estaba en una de las casas frente a Telmex.

Se escuchó a varias cuadras

Una maestra que circulaba a bordo de su camioneta a la altura de la 5ª Poniente Norte, a cuatro calles donde estaba la pipa, pudo ver cuando la ola expansiva se elevó por los tejados.
Por la misma zona, una funcionaria sintió vibrar los ventanales de su casa.
Un médico del barrio de San Sebastián comentó que antes de que ocurriera los estallidos, su perro parecía advertir el peligro y arañaba la puerta del garaje.
La señora Culebro que tiene su casa a siete calles de la zona de siniestro escuchó mover sus muebles de su casa, al momento de las explosiones. «Es un temblor», pensó.

Regresaba del deportivo

El viejo abogado Adrián Bonifaz había regresado del deportivo, hacia las 07:00 horas, cuando caminó a la cocina a preparar un café. Un olor a gas lo alertó. Se incorporó de su silla y fue a observar si una hornilla dejaba escapar combustible.
Salió a la calle y vio el «río» de gas LP que corría hacia el edificio de Telmex. «Yo empecé a gritar y quise sacar un poco de agua.», pero fue entonces que cambió de planes y se dirigió a hablar con su esposa Martha Gómez, para decirle que deberían dejar la casa inmediatamente. No habían traspasado del patio, cuando ocurrieron los estallidos.
El ex defensor de oficio le temblaban las piernas del miedo, pues temía quedar atrapado entre las llamas.
Cuando alcanzó la calle volteó a ver al lugar donde había visto el «río» de gas, en el edificio de la señora Estela Vilchis viuda de Chanona, donde se levantaba una tienda de regalos, una zapatería, un laboratorio y una inmobiliaria y lo que observó lo dejó helado. Todo estaba convertido en carbón.
El abogado quiso sacar su auto, pero ya no había tiempo.
En las casas cercanas salían ancianos, niños, mujeres y hombres que corrían por la 1ª Poniente, hacia el lado norte.

La pipa se le escapaba gas

Cuando Palacios de León  dejó el refugio y volteó a ver a su casa, las lenguas de fuego alcanzan hasta 40 metros de alto.
Para ese momento, los techos, ventanales, puertas, tapancos y cielos de las antiguas casonas habían quedado convertidas en escombro.
Los Bomberos y elementos de Protección Civil regresaron al sitio de la catástrofe para controlar el incendio en la pipa, pues las llamas que amenazaban consumir las antiguas casonas del barrio de San José, donde algún día vivieron los ex alcaldes Eduardo L. Tovar, Abelardo Cristiani y Ernesto Cifuentes López.
La casa más «agraciada» en la zona de la catástrofe era la de la del ex gobernador Roberto Albores Guillén, que la onda expansiva provocó que derribara dos ventanales, uno de ellos la de su despacho. «Satanás lo protegió», masculló un curioso.
Julio Palacios observó que los Bomberos hacían esfuerzos para combatir el incendio desde una carro cisterna que se quedó sin combustible. «Para estos siniestros se usan químicos especiales», comentó el vecino a este reportero.
Para esa hora, los paramédicos que habían llegado al lugar, atendían a los elementos de Protección Civil y Policía Municipal y civiles que sufrieron quemaduras en los rostros y otros golpes en el cuerpo.
Un trabajador de la gerencia de Gascom, que llegó a la zona, pedía a los curiosos retirarse porque el depósito aun podía explotar, pero algunos de los hombres que estaban en el lugar decían: «Esto ya no va explotar, la pipa ya no tiene gas», pero aun así todos corrían.
Por la tarde, Palacios de León sostenía la versión de que la pipa de gas había llegado a estacionarse frente a su casa, cuando ya llevaba una fuga de combustible en el tanque.
Horas después representantes de Gascom aseguraban que el accidente ocurrió porque la pipa se subió a la banqueta y fue cuando ocurrió la fuga de combustible.

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