“Nosotras somos parte de este territorio y queremos también el uso y disfruto de esa riqueza natural que es nuestra Madre Tierra” Abogada Zoque.

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“Nosotras somos parte de este territorio y queremos también el uso y disfruto de esa riqueza natural que es nuestra Madre Tierra” Abogada Zoque.
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María Sánchez – Abogada Zoque

Durante el conversatorio de Otros Mundos A.C./Amigos de la Tierra «La lucha del pueblo zoque frente a los proyectos de despojo» la activista abogada y defensora del territorio en la zona zoque de Chiapas, María Sánchez habló sobre la presencia de las mujeres zoque en la defensa del su territorio.

Originaria de Chapultenango, actualmente Sánchez es estudiante de la Maestría en la Defensa de los Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Chiapas, por lo que ha llevado su trabajo de activismo hacia la academia, para consolidar su conocimiento y así ayudar en la defensa de su territorio amenazadas por proyectos extractivista y exploración de hidrocarburos.

Esta entrevista realizada durante el conversatorio habla de manera general sobre los antecedentes de las mujeres en temas agrarios, su exclusión sobre la propiedad y los avances que desde 1990 se ha tenido para ser reconocidas tanto legal como moralmente.

«En tiempos ancestrales, cada familia tenía cierto territorio que le correspondía y allí trabajaba junto con sus hijos. Se dedicaban únicamente a la agricultura porque la visión de nuestros ancestros es que el creador nos hizo de barro, de tierra, y que nosotros no podemos estar lejos de la tierra. Hay esa doble dependencia: la dependencia del ser humano a la tierra y de la tierra al ser humano.

Bajo esa visión, nosotras las mujeres, legalmente nunca hemos tenido un papel que diga que la tierra es nuestra, pero, por muchos años, antes del 1992, teníamos la libertad de andar en todo el ejido, buscando leña, kelites, leña y todo lo que hay en el monte, para hacer nuestros alimentos.

Pero en el 1992, con la reforma del artículo 27 de la Constitución, se inician los parcelamientos de los ejidos y esta acción del Estado mexicano vulneró los derechos a la propiedad de las mujeres de las mujeres zoques. Para nosotras, legitimó y naturalizó la dependencia patrimonial y económica de las mujeres hacia los hombres. Se empezó a invisibilizar el trabajo y la contribución que hacían las mujeres zoques en la producción y la explotación de la tierra y sus recursos.

Al otorgarle la titularidad de la tierra solo a los barones, excluyó a las mujeres no solo de la tenencia de la tierra, sino también de la vida comunitaria y de los espacios donde las mujeres antes podían opinar sobre lo que veían bien o mal dentro de la vida comunitaria. Pero con la reforma agraria, ya las mujeres no podíamos estar en estas asambleas porque el reglamento decía que en las asambleas ejidales o comunitarias solo podían asistir los que tenían derecho a la tierra, es decir en mayoría hombres. Muy pocas viudas podían estar, en caso de no tener hijo barón.

Ante esta vulnerabilidad, las mujeres zoques empezamos a reunirnos. En el 1993, se nos consultó sobre cómo las mujeres queríamos estar en la comunidad. Muchas mujeres dijimos que queríamos estar nuevamente muy involucradas en los asuntos de las comunidades y en la toma de decisiones, que queríamos ser tomadas en cuenta, que nuestras palabras se escucharan y que nuestras propuestas se analizaran a profundidad para seguir viviendo en comunidad. Entonces las mujeres empezamos a participar en la lucha por la recuperación de tierras que inició después del 1994. Muchas mujeres empezaron a ser ejidatarias, a participar e incidir en las asambleas y a estar en organizaciones.

Muy sigilosamente empezamos a trabajar en la reivindicación de nuestros derechos. Queríamos ejercer nuestros derechos a la ciudadanía, a heredar la tierra, a tener el patrimonio familiar, a la salud, a decidir libremente cómo ejercer nuestra maternidad. Queríamos sobre todo tener acceso a la educación, porque al aprender a leer y entender el español nos permitía comunicarnos con las demás compañeras mujeres que estaban en otras regiones.

Empezamos a incidir y ocupar puestos comunitarios. Primero los de servicios, como comités de salud y de madres de familia. Entonces pensamos que si podíamos oficiar en las escuelas y los centros de salud para que todo esté bien organizado y todas estemos atendidas, también podíamos buscar otros espacios. En el 1997, empezamos a decir que queríamos ser agentes municipales en Chapultenango. En el 2009, ya había cinco compañeras agentes municipales y tuvimos una regidora propietaria que incluimos en el ayuntamiento. Trabajamos con ella, empezamos la difusión de los derechos. El tema que más se tocaba era el derecho a acceder a la propiedad de la tierra.

Ahora, las mujeres, aunque no estemos reconocidas por la reforma agraria, en las asambleas ya se nos reconoce el solar y ya podemos usar las parcelas para sembrar. Cuando una mujer está sola, se le presta una parcela para que siembra maíz y frijol. Y cuando pierde a su esposo, la mujer queda con la casa. Logramos estos pequeños avances.

Pero se nos vino encima la Ronda 2.2.: 84,500 hectáreas en la zona zoque de Chiapas, donde se se pretende abrir doce pozos petroleros que van a afectar a nueve de nuestros municipios (Francisco León, Tecpatán y Ostuacan, Chapultenango, Ixtacomitan, Ixtapangajoya, Solosuchiapa, Pichucalco y Sunuapa). Eso va a cambiar completamente el ecosistema. No estamos de acuerdo con estos megaproyectos: aunque nos digan que nos van a dar todo, sabemos que no es cierto.

Cuando hicimos las asambleas, las mujeres dijimos que no estábamos de acuerdo. Entonces los hombres agarraron el valor de decir: «No, tenemos que pensar primero en la familia» Lo que más nos mueve es que sin tierra, no tenemos vida. Mientras el territorio siga siendo de la comunidad y tenga ríos y agua, nosotras tenemos suficiente para vivir: si la tierra nos regala nuestro producto y nos da la cosecha, podemos comer y no necesitamos el efectivo.

Estamos dispuestas a caminar con los compañeros varones, pero bajo esta constancia de que también nosotras somos parte de este territorio y que queremos también el uso y el disfruto de esa riqueza natural que nuestra Madre Tierra nos dio. Las mujeres que participamos en el movimiento, muchas nos fuimos sumando por voluntad propia porque creemos que la lucha tiene una causa justa, que es defender la vida por nuestros hijos y por el futuro de todos.”

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