Desconocimiento y falta de interés por la conservación ha provocado la destrucción de sitios arqueológicos en Chiapas

Los especialistas señalan que Toniná es la única ciudad maya con inscripciones en tseltal, sin embargo, esto no hace que los pobladores aledaños se interesen por la zona. Cortesía: Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

*Según los antropólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Chiapas, es importante que las autoridades conozcan las leyes que protegen a las zonas arqueológicas, puesto que a partir de ello, la ciudadanía podrá contribuir a la conservación y preservación de la misma, evitando que personas no calificadas entren a saquear dichas zonas.


De acuerdo con el antropólogo mexicano Alfredo Bonfil Batalla, todo dos los individuos tienen cultura, misma que se va transmitiendo de generación en generación. Así mismo, define a la define como el conjunto de símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos, significados, formas de comunicación y organización social, así como los bienes materiales que hacen posible la vida de una sociedad.

Para el antropólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Chiapas, Alejandro Tovalin, el patrimonio cultural es todo aquello que permanece en el tiempo y que, de una manera directa, transmiten saberes que provienen del pasado, por lo que es toda manifestación que se conserva dentro de una cultura, pudiendo ser desde una construcción hasta el uso de la lengua.

“El patrimonio fomenta en el ser humano una identificación con una tradición personal y colectiva contra el cambio masivo del mundo contemporáneo. Este patrimonio permite mantenernos como una unidad social porque nos identificamos a través de estos patrones culturales” señala Tovalin.

Dentro del patrimonio inmaterial, se encuentran la lengua y la literatura, el arte popular y los oficios artesanales, la música, las fiestas y danzas tradicionales, la gastronomía, la medicina tradicional, mitos y el entorno geográfico, por mencionar algunos. El patrimonio cultural, es recreado por las comunidades e infunde el sentimiento de identidad y de continuidad, puesto que esa es su principal función.

Mientras tanto, el patrimonio material o mueble se encuentra en los objetos antiguos de los sitios arqueológicos, las piedras esculpidas, las obras de arte, los manuscritos, sellos, monedas, tejidos, muebles, instrumentos de música y fotografías, por ejemplo.

“Es nuestro derecho heredar de nuestros predecesores aquello que resulte importante y vital para nuestra identidad y sobrevivencia material, con el compromiso de protegerlo y transmitirlo a las siguientes generaciones” añade el antropólogo.

De acuerdo con el especialista, el patrimonio tangible o material generan muchos bienes culturales, ya que son objetos y edificaciones que adquieren significado y relevancia con el paso del tiempo y conforme al desarrollo histórico de las naciones, siendo una herencia física que refleja los momentos históricos o las manifestaciones del arte de cada una de las civilizaciones.

“También existe el patrimonio paleontológico. México tiene grandes áreas de diversas épocas, Chiapas, por ejemplo, fue fondo marino en su mayor parte, durante el periodo Pérmico hace 250 millones de años hasta el Cretácico 70 millones de años” comenta el arqueólogo Tovalin.

Según lo que señala Alejandro Tovalin, el patrimonio arqueológico, que son todos aquellos monumentos, sean tangibles o intangibles, pero existen una serie de normas y leyes mediante las que se rigen, por ejemplo, al ser inalienables, es decir, propiedad de la Nación, nadie los puede poseer.

Los monumentos arqueológicos muebles no podrán ser transportados, esto proviene de la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, ya que no pueden ser ni exhibidos ni reproducidos sin el permiso del INAH, de igual forma, el que encuentre bienes arqueológicos se ve obligado a dar aviso a la autoridad civil más cercana.

“Esto trasciende más allá de que se pueda pensar que es la herencia de nuestra línea directa, ya que son restos de nuestros ancestros, independientemente de que la familia de uno haya vivido en ese lugar, sin embargo, todos los vestigios son restos arqueológicos y están protegidos por ley” destaca.

Tovalin resalta que, México es un país afortunado porque a diferencia de otros países, el derecho a la cultura está estipulado en las leyes, ya que en todo el país aún se encuentran al menos 65 grupos étnicos y como bien se sabe, el resto de la población en su mayoría son descendientes mestizos de la cruza de la raza española con la indígena, por lo que en necesario que la población reconozca su pasado prehispánico.

Ninguna zona arqueológica se ha salvado del robo, puesto que, en diversos trabajos de excavación de Bonampak, se encontraron pozos de saqueo, según señalan los investigadores. Cortesía: Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Además, añade que todo aquel trabajo que se realice para descubrir o explorar monumentos arqueológicos, únicamente pueden ser llevados a cabo por el INAH o en su defecto, por otras instituciones científicas o de reconocida solvencia moral, siempre y cuando el propio Instituto haya dado previamente la autorización.

De igual forma, la Ley Federal considera que, los monumentos construidos entre el siglo XVI y el XIX, destinados a ser templos, casas coloniales, seminarios, conventos o dedicados a la enseñanza, la educación, fines asistenciales o benéficos, orfanatos públicos y al uso de las autoridades civiles y militares, también serán considerados parte del patrimonio cultural de la ciudadanía, así como los muebles encontrados al interior de éstos.

Por su parte, Julia Moscoso Rincón, historiadora y antropóloga del INAH, añade que uno de los principales factores por el cual se registran saqueos en las zonas arqueológicas de Chiapas es por la falta de identidad de las culturas indígenas de la actualidad y el proceso de globalización en el que se ven envueltas.

«Como ya dijo el arqueólogo Alejandro Tovalin, es común encontrar, sobre todo en las zonas rurales, dentro de los predios vestigios arqueológicos, la mayoría de las poblaciones que se encuentran cercanas a ellos generalmente no se identifican con ella” señala.

Algunos ejemplos de ello es que, en la zona de la Selva Lacandona, existen comunidades que han sido reubicadas debido a los trabajos de exploración, sin embargo, manifiestan a los expertos no sentirse parte de la cultura que habitó aquella zona, y que, por diferentes factores, dejaron atrás sus ciudades.

“Los lacandones si se identifica como herederos de civilización, en cambio, los tseltales que fueron reubicados en esta misma región de la Selva Lacandona no se identifican con estos restos arqueológicos por no considerarse a sí mismos como mayas” añade Moscoso Rincón.

Esto trae como consecuencia la destrucción de los mismos por parte de los habitantes. Por ello, destaca que, es necesario concientizar tanto a los pobladores como a las autoridades regionales y municipales, de tal manera que ellos se conviertan en los verdaderos protectores de estos restos arqueológicos de las antiguas civilizaciones.

Otro de los factores es el saqueo constante, que, a diferencia de las excavaciones, que son una técnica especial para encontrar los objetos en las zonas arqueológicas, en dicho proceso se destruye el entorno, lo cual no permite a los arqueólogos identificar los restos en las zonas correspondientes.

“Es una consecuencia más de la falta de identidad de los pobladores, quienes por desconocimiento de la ley y de la importancia de la conservación y protección al patrimonio arqueológico, se dejan engañar por personas ajenas a la comunidad, en algunos casos extranjeros. Se dedican a buscar piezas arqueológicas y entregárselas a estos individuos” añaden los especialistas.

Es así, como el saqueo puede ser visto por las comunidades como una actividad económica consuetudinaria que se ha ido realizado a lo largo del tiempo y por familias completas, quienes la han establecido como un modo de vida.

La ciudad perdida maya; Yaxchilán. Cortesía: Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Según lo señala Moscoso Rincón, en su mayoría, personas extranjeras, llegan a las comunidades para ofrecer a los pobladores dinero a cambio de que les traigan “ollitas” o “figuritas”, incluso a los niños se les ofrecen juguetes a cambio de que recolectan dichas piezas, por lo que es un problema muy grande ya que los saqueadores se amoldan a las necesidades de la gente para engañarlas y obtener así un beneficio lucrando con el patrimonio cultural de la entidad.

“El desconocimiento de la legislación de protección al patrimonio arqueológico y la falta de interés por la protección y conservación del mismo por parte de las autoridades municipales, también ha provocado la destrucción de sitios arqueológicos en la construcción de obras municipales, quienes no dan aviso respectivo al propio INAH” comenta la arqueóloga.

Tanto Tovalin como Moscoso hacen hincapié en la importancia de la labor del INAH en cuanto a la conservación y preservación de las zonas arqueológicas, así como de que la ciudadanía y las autoridades conozcan la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas puesto que así se puede evitar que el patrimonio cultural caiga en manos de coleccionistas y de personas que lucren con él.

“Cuando estábamos en un trabajo de excavación en la zona de la Selva, les comentábamos a los pobladores que, en el caso de Toniná, es la única ciudad maya prehispánica que la escritura que tiene está en la lengua tseltal. Tratábamos de que les llamara la atención para que ellos mismos se sintieran herederos de estos restos arqueológicos y no los vieran como algo ajeno, pero no funcionó” señala Moscoso.

Los arqueólogos del INAH afirman que es urgente un trabajo coordinado con las autoridades de los tres niveles de gobierno, para la preservación, conservación y protección del patrimonio arqueológico e histórico existente en las comunidades que integran cada entidad, así como la intervención oportuna en las obras públicas para poder llevar a cabo el rescate de los restos arqueológicos que sean encontrados en el lugar.

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