Las alternativas de la Juventud Chiapaneca

Ni estudia ni trabaja, es un NI-NI.

Así se les conoce en el mundo de habla castellana. En la cultura anglosajona el término para reconocerlos es NEET acrónimo con el que se abrevian las palabras Not in Employment, Education or Training (Ni trabaja, ni estudia, ni se capacita).

Por eso la definición anglo es más completa que la que nosotros utilizamos, porque cierra el círculo de estudio, trabajo y formación. Tres condiciones esenciales que deberían de tener garantizada los jóvenes de cualquier país del mundo.

El problema es que en todo el mundo las políticas públicas han fallado en otorgar a los jóvenes las condiciones adecuadas para que accedan a la educación, logren una formación para la vida y tengan un trabajo digno.

El fenómeno en cada país es polémico y responde a diversas particularidades e incluso estigmatizaciones.

Por ejemplo en el mundo de habla inglesa, la clasificación engloba a quienes hacen trabajo voluntario o están buscando trabajo y no lo encuentran. En Japón algunos NEET o Ni Nis son conocidos como “Hikikomori” un término para quienes se aíslan socialmente porque no les gusta el estresante ambiente laboral nipón. Si el “Hikikomori” por algún motivo consigue trabajo, hará hasta lo imposible para evitar las promociones labores con tal de evadir las responsabilidades, evitar las promociones y maximizar su tiempo libre.

En Italia son conocidos como “bamboccioni” un término despectivo que describe a quien no hace nada –o está altamente preparado pero tiene un trabajo que no corresponde a su nivel académico- y todavía vive con sus padres. En España el término Ni Ni es muy extendido pero hay otros conceptos como el “Mileurista” que es un neologismo surgido a partir de la frase mil euros; precisamente la cantidad que muchos trabajadores ganan hoy, cuando el mínimo ronda los mil setecientos euros mensuales.

Pero en lo que si hay acuerdo –incluso mundial- es la tremenda vulnerabilidad que tiene este sector poblacional.

En ese sentido a nivel mundial tienen 20 veces más probabilidades de cometer un delito y las mujeres 22 veces más probabilidades de ser madre adolescente que cualquier joven que estudie o trabaje.

En México, la cantidad de Ni Nis oficialmente aceptada es de 7.2 millones y esta cantidad –según un reporte de la OCDE- aumentó en el 2012, respecto al 2011. Somos el tercer país de ese organismo en tener el mayor número de jóvenes que sufren esa condición.

Para la Secretaría de Educación Pública, en base a la Encuesta Nacional de la Juventud del 2010 los jóvenes que ni estudian ni trabajan son personas de 12 a 29 años de edad que no asisten a la escuela ni desarrollan actividades para generar oferta de bienes y servicios, sin embargo la misma SEP reconoce que la encuesta no refleja el carácter dinámico del fenómeno, como dejar de estudiar un tiempo o tener entradas y salidas múltiples del mercado de trabajo. Lo peor, tres de cuatro Ni Nis mexicanos son mujeres.

Según la misma encuesta en Chiapas, los Ni Nis son 365 mil jóvenes y solo nos superan en número Nuevo León, Distrito Federal, Veracruz, Jalisco, Guanajuato y el Estado de México. Además la encuesta no advierte una relación clara entre la incidencia de este fenómeno y el grado de marginación por entidad federativa. (grafica 1)

 

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Pero indica que en el caso de las mujeres estas caen encasilladas en esta condición puesto que inician actividades hogareñas al cambiar muy jóvenes de estado civil.

Además que hay una alta movilidad de jóvenes desde el punto de vista de su condición de actividad; de un trimestre a otro, los jóvenes pasan de estar inactivos o desocupados a trabajar o a estudiar.

Algo similar ocurre con los jóvenes en Chiapas. Quizá la situación de la juventud Ni Ni no sea diferente a la del resto del mundo o a la de México; también en Chiapas los jóvenes viven con sus padres, cambian constantemente de condición laboral o las mujeres se casan demasiado jóvenes.

Nuestro problema es que no tenemos políticas públicas bien definidas para atender a la juventud. (figura 2)

 

JOVENES_2

Existe una Ley llamada de la Juventud para el Estado de Chiapas, pero es una ley “enunciativa” que reconoce la importancia de la juventud, los peligros a los que se enfrenta y menciona la existencia del Sistema Estatal de Atención a la Juventud como el mecanismo de coordinación funcional de las dependencias, entidades públicas, privadas y sociales, instituciones educativas y otros, que tendrá por objeto asegurar los programas de atención y bienestar a la juventud, así como la asignación de recursos para llevarlos a cabo.

En la Constitución Política del Estado una revisión rápida me demuestra que la palabra “juventud” solo se menciona una vez y esa alusión se refiere a garantizar la participación de este segmento de la población en la postulación y registro de candidatos  a puestos de elección popular.

Nada en la ley que garantice una ventana de oportunidades para los jóvenes en Chiapas, los cuales –porque la inmensa mayoría no quiere tener una carrera política- por eso se van a Estados Unidos, Cancún o Villahermosa.

El resultado es que nuestros jóvenes no constituyen un sector social claramente delimitado como beneficiarios de programas y servicios, salvo el de ingreso-egreso a las instituciones de educación media y superior.

Se necesita integrar, planes, programas y acciones de dependencias e instituciones para promover la formación integral de la juventud chiapaneca y que esta formación le dé prioridad al desarrollo físico, sicológico, social y lo vincule a la vida en lo social,  lo económico y lo político como joven y ciudadano.

Se necesita etiquetar recursos para aumentar las becas, los estímulos al primer empleo, fomentar la equidad de género  entre otros aspectos necesarios para una política pública de inclusión de nuestra juventud.

Toda política pública debe de tener una expresión concreta en el presupuesto y tal parece que las dirigidas a la juventud chiapaneca dejan mucho que desear.

Es tarea incluso a nivel municipal ofrecerles alternativas concretas.

@GerardoCoutino

geracouti@hotmail.com

 

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