Lo que Boris nos dejó

La Costa de Chiapas, impactada por BORIS. Foto: Elizabeth Ruiz

La Costa de Chiapas, impactada por BORIS. Foto: Elizabeth Ruiz

 

Por Jorge Choy (*)

 

Siempre he dicho que la sobremesa, ese término que no tiene traducción a otros idiomas [al menos que yo sepa], es uno de los lugares privilegiados para desarmar y re-armar al mundo. Hoy lo he vuelto a confirmar, más o menos de esta forma: al levantarme de un desayuno familiar con la lluvia cortesía de la tormenta tropical Boris que desde hace cuatro días nos sirve de paisaje en el pacífico mexicano, digo “[…] en este momento las que están rezando son las grandes constructoras para que haya otro desastre”. Mi mamá añade al momento una jocosa anécdota del tiempo en que vivía en Oaxaca: “Rumbo hacia Tapanatepec desde Chahuites, hay una curva en donde siempre estaba parada una grúa que pertenecía a un deshuesadero. Decían que los que trabajaban ahí tenían un altar a la ‘Santa Muerte’ y que cuando no había ‘negocio’ [choques, accidentes, muertos, heridos, etc.] le rezaban pa’ que sí hubiera.” Así de jodidos estamos –agrega mi papá–.

El triálogo anterior me recordó inevitablemente a Naomi Klein y la descripción de esta situación en su libro La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre (Paidós, 2007). Esta ‘doctrina del shock’ puede simplificarse así: cuando los gobiernos no pueden imponer reformas neoliberales [esto es, recortes presupuestales a servicios públicos, seguidos de la privatización de estos servicios, leyes que restringen libertades civiles, entre otros] esperan pacientemente a que un desastre [socio]ambiental y el estado de ‘shock’ que este provoca en la ciudadanía les provea de las oportunidades para impulsar reformas generalmente impopulares que allanen el camino hacia grandes negocios que, como sabemos, siempre acaban beneficiando a uno(as) cuanto(as); el ‘shock’ provocado por estos desastres es aprovechado entonces por empresas privadas, a menudo en complicidad con los gobiernos.

Aunque Klein es una de mis gurús en temas sociopolíticos, no puedo dejar de observar que no descubre el hilo negro de la cuestión; más bien, [y muy bien], lo que hace es profundizar y desenraizar el asunto con una calidad periodística e investigativa que invita a la reflexión, esto a partir de comparaciones de eventos como los del tsunami que afectó las costas de Indonesia, Tailandia, entre otros en 2004, o el Huracán Katrina en Nueva Orleans en 2005 [inserte aquí cierto desastre en 2005 que también ocurrió en Chiapas]. Al respecto del Huracán Katrina y Nueva Orleans, Klein describe cómo durante sus recorridos en las zonas devastadas a menudo escuchaba [siempre desde hombres uniformados o vestidos con trajes carísimos] que “aunque una gran tragedia, era tiempo de pasar la página y comenzar de nuevo”; lo que la autora traducía instantáneamente en transformaciones privatizadoras que no tomarían en cuenta la desgracia de las personas. Y así fue, pues describe cómo en tiempo récord el sistema educativo pasó de ser mayoritariamente público al apogeo de las escuelas charter (privadas), con el argumento de que sería más caro y complejo reconstruir el sistema de escuelas públicas devastadas que dotar de vales a las familias para inscribir a sus hijos en las escuelas privadas y asegurar no sólo la continuación ininterrumpida del servicio, sino además una mejora en la calidad educativa que hasta el momento habían recibido.

A la reflexión de La Doctrina del Shock puede agregársele la anécdota contada por mi madre. Estas representan algunas caras del sistema económico voraz en el que vivimos, aquel que tiene la impresionante capacidad de convertir en mercancía cualquier cosa que toca, como le pasaba al Rey Midas y el oro de la famosa fábula. Rezarle a la ‘Santa Muerte’ para que hubieran accidentes no es muy diferente de la espera de los desastres [socio]ambientales y los mega proyectos de reconstrucción que se abalanzan inmediatamente después de éstos. Ambos ejemplos casan perfectamente con otra cara del sistema, aquel que después de fallidos todos los intentos por el avance de reformas y aspiraciones privatizadoras muestra su cara más amable, se trata de un Capitalismo Cultural, como Slavoj Žižek le llama; un capitalismo eco-amigable, cuidadoso del medio ambiente, y así por el estilo… pero que al final tiene las mismas intenciones: muchos y grandes beneficios para unos pocos.

Para muchos, la depresión tropical [después tormenta] Boris no sólo se trató de un evento que anunció oficialmente la temporada de lluvias que durará una buena parte del año, también trae recuerdos de desastres pasados que se tema puedan repetirse en el futuro, así como sus nefastas consecuencias representadas en colonias, fraccionamientos y conjuntos habitacionales de la vergüenza. Tanto Boris como rezarle a la ‘Santa Muerte’ son sólo algunas caras de una moneda que nos permite ser ambiguos moralmente, pues, después de todo, si hay algo que nos han enseñado los seductores cantos de sirena neoliberales es que después de la desgracia se puede “pasar la página y comenzar de nuevo”.

Para mayor información, pueden ver el documental completo de La Doctrina del Shock aquí o pueden ver un cortometraje basado en el mismo [dirigido por Naomi Klein y Alfonso Cuarón] aquí.

 
(*) Maestro en Antropología Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Ganador del Primer Concurso de Tesis sobre Migración Internacional 2011, convocado por el Consejo Nacional de Población (CONAPO), con una tesis publicada bajo la coordinación del Instituto Nacional de Migración (INM) con el título “Hacia un diseño de Políticas Migratorias en México”. Ha publicado capítulos de libro para la Sociedad Mexicana de Demografía (SOMEDE), para el INM y está en prensa un capítulo en un libro editado por el CIESAS centrado en los aspectos laborales y de vida cotidiana en el Sur de México. Ha sido consultor especializado para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Chiapas y para el Centro de Derechos Humanos “Fray Matías de Córdova” en Tapachula. También ha sido ponente en diversos eventos nacionales, como en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México y en eventos internacionales, como en la Universidad de Texas en Austin. Actualmente es miembro del Comité Impulsor del Museo-Memorial de las Migraciones en El Soconusco (MUMISOC). Actualmente colabora como voluntario con el albergue “Jesús El Buen Pastor del Pobre y del Migrante” de Tapachula en diferentes actividades.

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