México entre el Populismo y la Búsqueda de la Democracia Deliberativa

Cada vez con más insistencia muchos mexicanos se están dando cuenta que ejercer el derecho al voto no es suficiente para disfrutar una democracia plena.

 

Años de partido único nos dejaron una profunda huella de autoritarismo, corporativismo, charrismo sindical y un largo etcétera de prácticas que muchas veces se sintetizaban en el clásico “el gobierno me da de comer”.

 

Pero también, se avanzó en la construcción de un país más abierto, más tolerante, más informado y volcado a las redes sociales para criticar, burlarse y exhibir a sus gobernantes.

 

Lo que queda del ya aislado autoritarismo mexicano, pero todavía poderoso porque controla las decisiones gubernamentales y los recursos financieros, son poderes regionales encabezados por gobernadores que luchan contra un enemigo que les está ganando la batalla: la transparencia y que han elegido un aliado de pies de barro: los medios impresos; que poco han poco ido cediendo ante la rapidez de la información que corre a través del internet y las nuevas tecnologías.

 

Otro rasgo autoritario mexicano es el perfil presidencial, hace apenas algunos años era impensable criticarlo; pero ahora las redes sociales se mofan de su aislamiento y traspiés.

 

Todavía queda el resabio del autoritarismo como se demostró con la salida de la periodista Carmen Aristegui de su noticiero radial, precisamente porque el autoritarismo tiene poder financiero y de control sobre las concesiones de la riqueza nacional.

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Pero ya no nos funcionan ni las cámaras de Senadores, -y esa fue una de las razones por las que se impulsó la Conferencia Nacional de Gobernadores CONAGO- y mucho menos las de Diputados locales y federales que se han convertido en una suerte de espacios llenos por comparsas de los poderes fácticos nacionales, llámese gobernadores, partidos políticos, industria de la televisión y lugar donde los Juniors herederos aprenden de política a la mexicana y se relacionan con sus iguales.

 

Languidecen nuestras instituciones porque están en poder de quienes no quieren transformarlas porque no les conviene.

 

Pero el problema fundamental del autoritarismo mexicano es de tiempo: ¿Cuánto tardará la indignación nacional en salir de las redes sociales y ocupar las calles mexicanas?

 

¿Cuándo tardará en producirse otro evento trágico que siga indignando a los mexicanos?

 

Incluso las metas macroeconómicas no están bastante definidas porque el petróleo, el gran financiador del presupuesto federal, sufre una de las caídas más pronunciadas de su historia reciente.

 

Sin capacidad de maniobra económica para ofrecerles empleos dignos a los mexicanos, con el autoritarismo a cuestas pero aislados, sin capacidad tampoco de detener el derecho a la transparencia y sin la credibilidad de los medios -sobre todo de los empresarios- tradicionales de la comunicación, al poder solo le queda un camino: el populismo.

 

El populismo condensa dos elementos; los miedos y las esperanzas colectivas. El miedo a que las condiciones sociales empeoren y el miedo a perder la estabilidad económica; y también las esperanzas colectivas no de que la situación social y económica mejore, sino que estas no vuelvan a entrar nunca más en una espiral de deterioro.

 

Un país como México debe de rechazar el populismo -y más entre quienes lo gobiernan- porque es un país desigual y porque la clase política ha demostrado incapacidad histórica para atajar la desigualdad y otorgar a los mexicanos educación científica, vivienda digna, salario justo y seguridad social universal.

 

Por ello el camino de la clase política es el populismo. Y por eso también en el país existe el populismo de derecha, (PAN) radical y en contra de la libre determinación del individuo como en el caso de la tolerancia hacia el diferente; el de centro izquierda con el PRI que apela a las ya casi inexistentes conquistas de la revolución mexicana –canceladas por ellos mismos por cierto, como el ejido y el sufragio efectivo; y el de la izquierda con Andrés Manuel López Obrador que es nacionalista y que no toma en cuenta los cambios de paradigma del entorno mundial.

 

A todos les ha funcionado, a la derecha para lograr el voto de las clases medias y altas; al PRI para retener el voto burocrático y el de las clases populares y a López Obrador para sostener una carrera política longeva aspirando a la presidencia de la nación.

 

En ese sentido, si bien el populismo ha funcionado electoralmente y hoy México goza de una democracia representativa -que no directa- porque los candidatos los eligen los partidos políticos. Esta democracia representativa no alcanza para satisfacer los deseos sociales de representativa efectiva, de erradicación de la desigualdad, de acceso parejo a las oportunidades y de transparencia y acceso a la información.

 

Los “incentivos” para que en México continúe la democracia representativa son la alternancia y el manejo a discreción de nuestras instituciones y nuestros recursos financieros -porque son de todos los mexicanos- por parte de los grupos políticos que nos gobiernan y que a través de los partidos políticos no dejan madurar nuestra democracia hacia estratos más representativos y directos.

 

Pero la sociedad está siendo participativa en las redes sociales. Ahí discute, se mofa, reflexiona y también se divierte de los actos de nuestros políticos.

 

Por eso, si ya no nos funcionan ni la Cámara de Senadores ni la de los Diputados Federales y Locales; -¿no está pidiendo una parte de la sociedad eliminar los plurinominales y bajar el número de nuestros representantes populares?- hay que devolver el poder a la sociedad civil organizada y que esta sea partícipe de las decisiones políticas.

 

Es decir hacerla partícipe de la resolución de conflictos.

 

Ese camino de la solución de conflictos en donde participe la sociedad no solo ha sido buscado por México, muchos países se encuentran en la búsqueda de la fórmula para pasar de una democracia representativa a una directa.

 

Por eso se estudia el concepto de «democracia deliberativa» término acuñado originalmente por Joseph M. Bessette en 1980 y retomado por Jürgen Habermas.

 

La democracia deliberativa propone que la deliberación (consenso) es primordial para la toma de decisiones porque los votos y la ley -que se puede torcer- no legitiman por completo a nuestros gobernantes. Propone que esa legitimización se gane a través de la interacción con los gobernados.

 

En el fondo se busca que la clase política deje de imponer sus decisiones, explique las razones de la toma de una decisión y le de legitimidad a sus acciones involucrando a la sociedad y a sus sectores, que participa en esta toma de decisiones con el razonamiento y el convencimiento.

 

Las condiciones para que aparezca la democracia deliberada son la divulgación de información real, el equilibrio en las posiciones políticas divergentes, la diversidad y la igual de condiciones para todos.

 

Así se logra imparcialidad y racionalidad en la toma de decisiones. Es decir, se necesitan ciudadanos informados.

 

Para hacerla posible es necesario involucrar a los ciudadanos en temas de actualidad, es decir de toma de decisiones en materia de políticas públicas como los temas de la desigualdad, los derechos sociales, políticos y económicos de las mayorías y también de las minorías, el sistema de impartición de justicia, la corrupción y la participación de ciudadanos como sujetos del voto en las elecciones.

 

Es necesario encontrar la fórmula porque los denominados “consejos consultivos ciudadanos” que existen en México no lo son y solo sirven para darle legitimidad a las acciones de la clase política, que muchas veces son reactivas y no propositivas.

 

Los foros solo son lo que eran los alegatos de la oposición cuando la aplanadora priista los arrollaba por mayoría en los debates parlamentarios.

 

La pregunta es ¿estará dispuesta la clase política a abrir espacios de auténtica representatividad ciudadana y dejar atrás el populismo?

 

Probablemente no. Porque nadie quiere perder sus privilegios políticos.

 

Pero el camino hacia la toma de decisiones comienza a conformarse en México. Solo es cuestión de tiempo para que la indignación nacional pase de estar en las redes sociales a llenar las calles mexicanas porque la ciudadanía se construye día a día a pesar de los obstáculos que se le impongan.

 

Twitter: @GerardoCoutino

 

Correo: geracouti@hotmail.com

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