Definición de Joyce

Joyce Carol Oates. Foto: Archivo

Joyce Carol Oates. Foto: Archivo

 

Es un nombre que no discrimina. Los apasionados de Ulises encuentran un hilo de agua con textura bronca; asimismo, los fanáticos del Ave del paraíso o de la Hija del sepulturero hallan piedras para formar castillos.

Tal vez sea necesario aclarar que los discriminadores usan el Joyce sólo en un sentido: para nombrar a James Joyce, el inquieto y travieso niño que se pitorreó de toda la intelectualidad literaria al escribir ese libro que se llama Finnegans Wake que, dicen los que saben, es intraducible e ininteligible para los hablantes de lengua inglesa.

Pero quienes no son excluyentes lo emplean para nombrar a Joyce Carol Oates, escritora que, a diferencia de aquél, escribe de manera limpia y sorprendente.

¿Qué pretendía el Joyce del Ulises al escribir el Finnegans? Tal vez lo que logró: que el mundo entero se preguntara qué significa ese volcán de palabras colocadas en la misma forma en que un camión de tiliches tira su contenido en un terreno descampado; es decir, de manera azarosa e irrepetible. Los conocedores dicen que el libro no tiene una línea argumental, es como si alguien, en el parque tomara uno de esos chunches de plástico que sirven para hacer pompas de jabón y soplara sólo como un mero divertimento. Los niños (en este caso los lectores) corren detrás de las pompas, pero al alcanzarlas con sus manitas, aquéllas se deshacen y sólo dejan una mancha húmeda en las palmas. Si alguien preguntara de qué sirve alcanzar las pompas (de jabón, de jabón) si al final desaparecen, puede hallar la respuesta a la pregunta: ¿para qué sirve leer el Finnegans Wake?

Por el contrario, Joyce, escritora de las novelas “Mamá”, “La hija del sepulturero” y de “Ave del paraíso”, sólo por mencionar algunas, entrega historias con estructuras complejas pero con argumentos lúcidos y llenos de pétalos suaves.

El mundo intelectual reclama por qué no al Joyce Finnegans Wake se le entregó el Nobel de Literatura. Su genialidad endiablada y mente de churro sin salida demandaban un reconocimiento espectacular. Pero la Academia se rebeló.

De igual manera, ahora, miles y miles de lectores (acaso millones) exigen que Joyce, nieta de “La hija del sepulturero”, sea reconocida con el máximo reconocimiento: el Nobel.

Ah, eso sería divertido. Los snobs (entre los cuales me incluyo), al oír que Joyce alcanza la honra del Nobel correrían a la librería y adquirirían el Ulises, por supuesto, pero también (en el despiste total) el Finnegans Wake y después de leer dos páginas declararían que es, en realidad, un genio, o, menos comprometidos, dirían que es una gran tomadura de pelo.

En realidad, la entrega del Nobel de literatura a la Joyce Carol Oates no sería más que un reconocimiento al genio de la gran escritora. Y acá las feministas nada objetarían porque nada tienen que objetar. En 2013 fue premiada la canadiense Alice Munro y el Nobel de literatura de 2015 fue para Svetlana Alieksiévich; es decir, cuando el talento está por encima del piso nadie puede pinchar las nubes.

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