Ensayo sobre el carácter prescindible del magisterio y del sistema político mexicano

gerardo

 

La educación educa para la libertad. Al menos ese es el ideal de todos los sistemas educativos occidentales.

Pero antes que la educación para la libertad, está la formación.

La formación es aquella que implica ideales, valores y modos de vida, solidaridad, respeto. Por ejemplo mi abuelo solo sabía leer; pero era un modelo de conducta intachable y referente para la comunidad y para la familia.

En la educación actual, ¿el docente está preparado para inculcar valores o para formar dentro de los valores?

¿Qué herramienta mide los valores que nos enseñan en las escuelas de todos niveles académicos?

¿Cómo en el modelo económico neoliberal o de capitalismo salvaje como dicen algunos, el gobierno -garante de la calidad educativa por obligación- mide los valores, los impulsa y los protege?

Pensemos en el modelo punitivo mexicano, es decir el de carácter penal, el que castiga para regenerar al individuo: ¿Funciona?. Claro que no funciona, ha fracasado y se colapsa día a día.

¿De qué forma podemos -no solo los maestros y el sistema educativo- todos defender los valores, protegerlos e impulsarlos?

No es quemando autobuses, poniendo barricadas, ni diciendo que yo soy quien tiene la razón y los demás deben apoyarme como hace el magisterio disidente.

Tampoco es provocándolos, como hace el gobierno federal al obstruir el derecho magisterial -y también de otros sectores sociales- a la libre manifestación a las ideas de asociación y del derecho constitucional a la defensa del trabajo.

Magisterio y gobierno fallan en la construcción de la sociedad de valores que necesita hoy el México acosado por la falta de empleo, por la violencia de bandas criminales y por aquella que genera la falta de oportunidades.

Fallaron también en fomentar valores que impidan la falta de ética profesional de quienes se roban las urnas y los dineros públicos; porque no son castigados.

Los valores se protegen, defienden e impulsan construyendo ciudadanía.

La misma ciudadanía es un conjunto de valores. Porque exige participación, hablar con conciencia, respeto mutuo y legitimidad, que no legalidad, porque esta viene después.

Hoy en México ni el magisterio ni el sistema político mexicano construyen o fomentan la ciudadanía.

Votar y elegir nuestros gobernantes no son los únicos ejercicios ciudadanos. Pensar en que es así, es vivir en una democracia inacabada o en construcción, pero no total porque esta no debe ser representativa, sino directa.

Como tampoco ir a la escuela y sacar buenas calificaciones significa educarse.

Entonces, solo la sociedad en su conjunto es la que forma ciudadanía. La ciudadanía no se construye desde la institucionalidad o no es el único camino para construirla. Las instituciones son garantes y expresión de la sociedad, no al revés. Por eso siempre es necesario transformarlas.

Transformarlas porque el gobierno construye día su eternización en el poder. Para eso se crean los sistemas políticos. El magisterio por su parte solo busca la vigencia de sus prerrogativas. Que nadie se las toque.

Es cierto, están en su derecho constitucional de protegerlas. Pero también la sociedad está en su derecho de exigirles que trabajen. Que eduquen y que su trabajo se evalúe.

El problema es que el gobierno -que no la sociedad- es quien tiene las vías para exigirles a los maestros que se evalúen.

Los que construyen ciudadanía -desde cualquier trinchera- están pensando en que la corrupción y la impunidad son los grandes problemas nacionales.

Y es cierto. La corrupción y la impunidad son nuestros grandes problemas. ¿Pero de dónde vienen y como se atajan?.

La única forma es construir ciudadanía. No hay más. Es así en todo el mundo. En esta aspiración las redes sociales se están convirtiendo en el vehículo idóneo para divulgar la necesidad de construir ciudadanía.

A través de ellas, los ciudadanos nos informamos, e informamos a otros lo que sucede en cualquier parte; los fenómenos se viralizan y se logra mayor impacto.

Construyendo ciudadanía, se vuelve prescindible el poder fáctico del magisterio como lo conocemos actualmente y también el sistema político. El primero porque solo busca proteger sus prerrogativas -o ¿Conoce usted un proyecto alternativo de educación creado por el magisterio disidente al que presenta el gobierno federal?- Mandas a tus hijos a la escuela pública porque no hay de otra. Aquel que tiene los recursos suficientes, puede escoger. El mexicano promedio no.

El segundo, es prescindible; sencillamente porque ha permitido que el sistema educativo mexicano se encuentre en crisis. Y no desde ahora. Lo está desde hace varias décadas.

Son prescindibles, pero entre los dos se necesitan para existir y no extinguirse. El sistema político atacando al magisterio y los maestros defendiéndose, resistiendo y al final negociando su sobrevivencia.

Si entendemos a la política como la suma de los legítimos intereses sociales y colectivos. En donde ningún actor socave al otro y las minorías encuentren los debidos espacios de participación; precisamente esa es la política que no se hace en México.

Y en el caso del gobierno y los maestros disidentes, es lo que no se ve. Las dos partes siempre van al todo por el todo.

¿Dónde queda la ciudadanía? Precisamente en medio de la disputa de dos poderes. El legalmente establecido -que es el gobierno- y el fáctico que es el sindicato más grande de América Latina.

Es allí en donde la sociedad debe de actuar. Defendiendo el estado de derecho y urgiendo a los dos partes a crear un proyecto educativo que no cree élites ni tampoco promueva grupos privilegiados como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Los instrumentos inmediatos son la transparencia, la rendición de cuentas, la participación activa en la educación de los hijos y la defensa de la educación pública.

La crisis educativa mexicana es grave, y no se resuelve ni tachando de delincuentes a los maestros disidentes ni imponiendo una reforma educativa sin que participe en ella la sociedad.

 

¿Necesitamos que la escuela forme espíritus críticos? Sí.

¿Necesitamos que la escuela forme ciudadanos con visión humanista? Sí lo necesitamos.

¿Necesitamos que la escuela forme ciudadanos con capacidad de competir y de innovar? Sí lo necesitamos porque el entorno mundial es de globalización y de competencia.

Pero el asunto es que nuestro actual sistema educativo no lo hace. Por eso es necesario prescindir de él y transformarlo.

Y la corrupción y la impunidad le restan credibilidad a nuestro sistema político cuando de implementar reformas de todo tipo se trata.

Nos guste o no, el paradigma educativo tiene años que ha cambiado. Y está cambiando profundamente los métodos educativos en todas partes del mundo.

Las nuevas tecnologías no son punitivas, el maestro –su figura- sí y debería dejar de serlo.

Con las nuevas tecnologías, quien pone un tutorial en Youtube por ejemplo, no gana nada, lo hace por gusto. En ese sentido ¿Cuándo se perdió la vocación magisterial?

¿Por qué no se aprovechan las nuevas tecnologías?

¿Por qué el gusto por enseñar algo, ahora encuentra como vía de divulgación las nuevas tecnologías?

Al docente tradicional solo le queda la competencia punitiva. El castigo -algunas veces corporal- y otras veces la calificación reprobatoria. Pero eso no son elementos incentivos para el aprendizaje, mucho menos para formar a un ciudadano de libre pensamiento, activo socialmente y tampoco les gusta a los padres de familia.

México necesita una total e urgente transformación del sistema educativo. Un sistema atrapado entre el poder legal y el poder fáctico, que no dejan que surja el espíritu transformador de la educación.

Esos poderes fácticos son prescindibles, y solo la sociedad organizada puede exigirles la educación de calidad que hoy necesitamos para modernizar a México.

No basta votar, no basta inconformarse con los atropellos del poder hacia el magisterio.

Como decía Bakunin y luego Schumpeter; el sistema educativo mexicano -y también el sistema político- necesita un “Proceso de destrucción creadora”. Y ello solo puede venir desde la ciudadanía. Concretamente de su construcción diaria.

 

Twitter: @GerardoCoutino 

Correo: geracouti@hotmail.com

 

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