La Corrupción “Legal” y los Millonarios del Mundo S.A.

PanamaPapers

 

Algunos de nuestros peores temores se han confirmado:

El escándalo mundial de los Panamá Papers ha demostrado que la corrupción es un fenómeno mundial y que los mecanismos para detener la impunidad que la multiplica no son iguales en todos los países, mucho menos son efectivos.

También que México es ante la comunidad mundial uno de los países que peores índices de impunidad tiene.

Los mexicanos sufrimos -y dejamos pasar también- corrupción todos los días a todos los niveles:

A escala pequeña en las oficinas públicas, con la mordida a policías y agentes de tránsito y un largo etcétera.

A gran escala con los funcionarios públicos de primer nivel y su ostentoso nivel de vida que nada tiene que ver con lo que Benito Juárez pugnaba:

“…No pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala».

 

A nivel sistémico, porque también en nuestro país se observan monopolios, -cuando generalmente las leyes los prohíben- se sufren conflictos de intereses en todos lados, donde funcionarios son juez y parte y cuando inundan las oficinas públicas con familiares o allegados; donde las leyes de transparencia no se respetan o son opacas.

Sobre todo porque la cultura de la impunidad es el sello distintivo de México ante el mundo. No somos el país más corrupto; somos los que menos castigamos la corrupción. La impunidad que sufre México, es el incentivo para que la corrupción no desaparezca.

En el fondo, con la impunidad de lo que se trata es de hacer valer el axioma: siempre habrá corrupción cuando la ganancia corrupta sea mayor que la pena multiplicada por la probabilidad de ser atrapados y juzgados.

A nivel mundial los Panamá Papers también nos están dejando algunas lecciones:

Los millonarios y los poderosos del mundo son una élite unida y cuentan con mecanismos para asegurar que su fortuna se perpetué por generaciones, sin que les importen las leyes del mercado.

Los une la codicia, la falta de responsabilidad social y se escudan en la legalidad, que cada vez se convierte más en una suerte de reglas especiales para los millonarios y leyes duras para los demás mortales.

La corrupción es mundial, ningún país, ninguna persona está a salvo de ella -ni de sufrirla, ni de cometerla- y lo único que funciona para eliminarla son los mecanismos que castigan la impunidad.

Los sobornos, la malversación de fondos, y las prácticas ilegales; de pronto han tenido un espacio mundial -Panamá- donde los millonarios del planeta de diversos perfiles, han protegido su dinero de crisis económicas, de crisis políticas, de los vaivenes del mercado y del pago de impuestos.

El chileno ex economista del Banco Mundial, Daniel Kaufmann acuñó el término “corrupción legal” para describir cuando una persona tiene la autoridad suficiente para abusar del poder siempre dentro de los límites de la ley; ya sea torciéndola, haciéndolas o cambiándolas para su protección.

 

Algo así como consigna la sabiduría popular mexicana:

“Ninguna ley por encima de la ley de Herodes (o te chingas o te jodes)

“Hágase la ley en los bueyes de mi compadre”.

Precisamente en la “corrupción legal” se han escudado poderosos del mundo para ocultar a los ciudadanos y a las generalmente rigurosas leyes contra la corrupción y la impunidad de sus países para esconder sus fortunas.

El mecanismo son los “paraísos fiscales” que existen prácticamente en todos los continentes del mundo; pero que en el Caribe son numerosos, aunque increíblemente Europa también cuenta con varios.

En los paraísos fiscales no se pagan impuestos o la tasa es mínima, se ofrece secrecía sobre el monto de las fortunas y el nombre de sus dueños y claro está; ello hace que no exista transparencia.

Son realmente un espacio atractivo para quienes quieran esconder la fortuna que tienen, para quienes se dedican a las actividades delictivas y necesitan una pantalla legal y para quienes simple y llanamente no se les antoja pagar impuestos. Todos caben en la generosidad que ofrecen los paraísos fiscales.

Muchas organizaciones sociales e instituciones internacionales las combaten e incluso gobiernos democráticos, porque además de fomentar la ilegalidad, también representan un fenómeno que afecta la dinámica económica de las naciones:

Representan la acumulación de dinero que se vuelve inactivo y que además es casi imposible repatriar, con ello; claro está que es un sueño redistribuir la riqueza a través del cobro de impuestos.

La trama es conocida: El domingo, más de un centenar de medios de comunicación de todo el mundo, coordinados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación con sede en Washington, publicaron las historias de una colección gigantesca de documentos filtrados que exponen un sistema generalizado de evasión fiscal global.

Los datos están contenidos en 4.8 millones de mensajes de correos electrónicos, tres millones de bases de datos y 2.1 millones de archivos en PDF. Son los archivos históricos de la firma de abogados asentada en Panamá Mossack Fonseca que se especializa en la creación de empresas ficticias que sus clientes utilizan para ocultar sus bienes. Son los archivos de 30 años de operación de la empresa asentada en un paraíso fiscal.

El escándalo involucra a políticos, celebridades, artistas, hombres de negocios y líderes mundiales y es posible que con el correr de los días, más nombres se acumulen a la lista de personalidades que ya es pública.

Todo sucedió a partir de una fuente que pidió el anonimato para proteger su vida cuando se acercó al diario alemán Süddeutsche Zeitung. Cuando el periodista a cargo le preguntó sobre el volumen de los datos que pensaba aportar, le contestaron:

 

«Más de lo que has visto en tu vida».

Y no mentía. Por ese volumen de datos y sus alcances, el escándalo es internacional y el esfuerzo para descifrarlos y divulgarlos también requirió el apoyo de numerosos periodistas del mundo.

A pesar de todo ello, los mexicanos exhibidos se defienden diciendo que no hay cometido ningún delito, negando lo que los papeles dicen y otros acusando de “amarillistas al mensajero” -Salinas Pliego a Carmen Aristegui- y claro; afirmando que las operaciones son legales.

En ese sentido, las operaciones pueden ser legales, los recursos pueden provenir del mundo lícito de los negocios; pero el fin es el que no es legal: evadir impuestos.

No somos el único país corrupto en el mundo. Políticos y empresarios de otras latitudes del mundo también lo son.

Pero lo que también están demostrando los Panamá Papers es que si somos uno de los países más impunes del mundo.

En Islandia solo 36 horas del escándalo, el primer ministro Sigmundur David Gunnlaugsson renunció. En Chile el presidente del capítulo de ese país de Transparencia Internacional, Gonzalo Delaveau, presentó su renuncia. Delaveau, estaba a cargo de promover prácticas de transparencia y probidad en instituciones públicas y privadas de la sociedad chilena.

Pero en México, los Panama Papers demostraron que Juan Armando Hinojosa, el dueño del Grupo Higa, el consorcio de construcción involucrado en el escándalo de la “Casa Blanca” de la primera dama nacional, ocultó 100 millones de dólares y lo hizo pocos días después que estallara el escándalo por el cual saltó a la fama.

Mientras que en el primer mundo, la cabeza de sus líderes pende de un hilo si se demuestra participación en la trama de los Panama Papers, en México, la impunidad hace su papel y evitará que la clase política caiga porque existe corrupción “legal” en nuestro país.

La única duda que queda sobre el escándalo es ¿Por qué a la fecha no hay empresarios ni políticos americanos involucrados?

 

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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