Papeles de Panamá: legalidad e inmoralidad

Papeles de Panamá: legalidad e inmoralidad

José Ramón Guillén

El escándalo surgido por los “Papeles de Panamá” me remitió, desde que los escuché mencionar por primera vez, a la película basada en el libro de John le Carré con su mismo título: “El sastre de Panamá” (The Tailor of Panamá). Tal vez porque la evocación tropical del país, situado entre Centroamérica y el cono sur del continente americano, tiene siempre remembranzas a situaciones tan extremas como la construcción del Canal interoceánico, o a los últimos zarpazos del imperialismo estadounidense con su invasión en 1989 durante el gobierno de Manuel A. Noriega, quien sigue preso en las cárceles del vecino del norte.

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Sin embargo, los papeles que hoy resuenan por todos los medios de comunicación hablan de las más oscuras prácticas de personas que defienden con vehemencia el sistema económico al que quieren engañar para no cumplir con sus obligaciones fiscales. Estas obligaciones son una forma de equilibrar las diferencias sociales a través de la redistribución de los ingresos de los ciudadanos de un Estado. Las instituciones de este último invertirán, según los recursos recaudados, en distintos rubros que beneficien a todos los miembros de su sociedad. Ideal redistributivo de la economía liberal que tiene en los países nórdicos de Europa el ejemplo, pero que parece en América Latina imposible, o simplemente una más de las utopías a las que los ciudadanos ya están acostumbrados gracias a las melcochadas campañas políticas que pululan de norte a sur y de sur a norte, como si la historia nos uniera de nuevo para lo peor.

Inmoralidad es el nombre de esta práctica de evasión de impuestos, aunque no se olvide que la creación de tales empresas, que ahora salen a la luz, está permitida y es legal en Panamá y en muchos otros países. Legalidad reconocida por órganos económicos internacionales y que también funciona sin contar con dicha sanción mundial. El ejemplo de Suiza resulta, con seguridad, el más lamentable de la historia puesto que sin necesidad de crear hoy en día ese tipo de empresas, de dudoso funcionamiento, ha albergado durante muchos decenios capitales nada nítidos en su origen. El contraste de tal país con Panamá, o con otros llamados paraísos fiscales, parece obvio y es seguro que en ello influye el poder y la situación geográfica del Estado nacional involucrado en estos problemas de evasión tributaria.

Panamá, el país más joven de América Latina tras su separación de Colombia –la Gran Colombia-, es una entidad política y poblacional más compleja que las posibilidades financieras que ofrece a los ricos del mundo, o seguramente sea mejor afirmar nuevos ladrones ricos. Vive un crecimiento económico poco confiable, por supuesto, pero qué soluciones tienen los pequeños países frente a los grandes gigantes del universo? Y no hay que olvidar que en esos territorios llamados paraísos fiscales viven mujeres y hombres, descendientes en muchos casos de pobladores que subsistieron a vejaciones de lesa humanidad como el régimen colonial o la esclavitud. La mayoría de ellos, ni de sus próximos descendientes, son responsables directos de los tejemanejes financieros de los políticos, pero si pueden sufrir las consecuencias en su vivir cotidiano si la campaña contra el país arrecia.

Hoy Panamá está en boca de todos, por desgracia para sus habitantes. Ojalá referir este país sea una forma de enmendar las trampas económicas del sistema que persigue lo que permite. Hipocresía que, como casi siempre, pagaran los que menos tienen que ver con el entramado del lavado de dinero.

 

 

 

 

 

 

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