La izquierda mexicana con López Obrador ¿ahora sí?

Peje

 

Andrés Manuel López Obrador creció y creció hasta llegar a ser una figura política nacional.

Todo indica que por tercera vez será un serio contendiente a la presidencia de la República.

Militante del PRI, miembro después de la Corriente Democrática que significó el último cisma importante del sempiterno partido político mexicano; fue candidato a la gubernatura de Tabasco, Regente de la Ciudad de México y dos veces candidato a la presidencia de la república.

Su despegue nacional inicia en 1988, cuando el priismo tabasqueño toma una decisión que tuvo repercusiones transcendentales y de la que hoy sus protagonistas se arrepienten:

Ese año Andrés Manuel López Obrador solo quería ser el candidato -y presidente electo por supuesto- a la alcaldía de Macuspana. Pero la cúpula priista de “la tierra del edén” le niega la posibilidad. Es en ese momento que el “Frente Democrático Nacional” lo convence de aceptar la candidatura a la gubernatura de Tabasco.

Inicia así una historia que resistencia política que fue elevando la figura de López Obrador hasta hacerlo un político de estatura nacional; siempre creciendo y capitalizando la ira nacional.

 

A finales de 1991 casi solo inicia su primera caravana a la ciudad de México, pero las simpatías crecieron y el ya para entonces Partido de la Revolución Democrática tabasqueño le arranca algunas concesiones al Salinismo.

La siguiente batalla de Andrés Manuel López Obrador fue contra Roberto Madrazo. En ese entonces se comentó que el propio presidente Ernesto Zedillo le ofrecía la candidatura a la gubernatura en una alianza PRI-PRD, propuesta que obviamente rechazó.

De nuevo pierde la gubernatura. Pero a cambio fue protagonista de un escándalo de enorme impacto político para esa época. La ciudadanía mexicana vio con estupor como el tabasqueño mostró miles de documentos financieros reunidos en 45 cajas de archivo, en donde se evidenciaba el derroche de la campaña priista de Roberto Madrazo.

En esa ocasión -como en muchas otras en este país; la impunidad se impuso a la legalidad.

De nuevo a la resistencia civil.

 

En esta ocasión encabeza el bloqueo de decenas de pozos petroleros de PEMEX en Tabasco, en donde es hasta descalabrado por la policía antimotines.

Para 1997 ocupa la presidencia nacional del PRD y es bajo su dirección que el PRD gana las elecciones de la Ciudad de México; coto político y electoral que ese partido todavía conserva.

En el 2000 se presenta como candidato a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y pesar de que fue impugnado por una supuesta falta de residencia; la resistencia civil que encabezó; evitó su caída.

Hábil en la resistencia política; durante su gestión al frente de la capital nacional, sorteó el intento de desafuero de Vicente Fox y el famoso video escándalo protagonizado por algunos de sus colaboradores.

Llega la candidatura de la presidencia de la república -campaña que inicia como amplio favorito- y la pierde con Felipe Calderón, al que siempre llamó el “espurio”. Contra Peña Nieto de nuevo se presenta a la candidatura presidencial; pero en esa ocasión no era el amplio favorito; inicia la campaña en el tercer lugar de las preferencias finalmente queda en tercer lugar.

 

Luego de las elecciones presidenciales del 2012 rompe con el PRD y crea el Movimiento de Regeneración Nacional, desde donde todos le auguraban el final de su carrera política.

Pero si fue hábil en la resistencia política, lo ha sido también para transformarse. Desde su primer candidatura presidencial, López Obrador abandona la resistencia civil; pero en su camino político inicia otra etapa; la de recorrer el país entero para denunciar el contubernio de la clase política con la empresarial.

Es decir; ya no realiza bloqueos, caminatas y marchas de protestas; ahora elige el camino de la concientización política.

Eso al parecer le ha funcionado; porque de nueva cuenta es serio contendiente a la presidencia de la república.

 

¿En qué condiciones está su figura política de cara a las elecciones del 2018?

En estos momentos en inmejorables. Encabeza todas las encuestas contra cualquier contendiente.

Ello es fruto de su insistencia en denunciar el talón de Aquiles de nuestro sistema político; la corrupción y la impunidad.

Además MORENA es el instituto político que en términos reales creció electoralmente. Esto a pesar de que excepto Ciudad de México, no ganó nada importante.

Paradójicamente, cuando la izquierda electoral mexicana (el PRD) parecía derrumbarse, y la anti-sistémica (el EZLN) parecía también condenado al olvido, aparece -de nueva cuenta- Andrés Manuel López Obrador y la fortalece como una opción ante la alternancia encabezada por el PAN y el regreso del PRI.

 

Ni la alternancia PRI-PAN en la presidencia de la república han resuelto nuestros problemas estructurales, ni el regreso del PRI ha significado un avance que se traduzca en una democracia más directa.

Por eso, el primer reto de López Obrador es aglutinar a la izquierda mexicana, evitar su dispersión, hacerla protagonista de la resistencia civil -que López Obrador ha abandonado- y sumarla a la construcción de ciudadanía.

¿Por qué la construcción de ciudadanía y qué se le está pidiendo hoy a la clase política nacional?

Hoy los ciudadanos mexicanos están indignados; piden que pare la impunidad y se detenga la corrupción. Esa es la agenda ciudadana para los próximos años y seguramente la impunidad y la corrupción serán los temas favoritos de los candidatos del PRD, PAN y MORENA.

 

¿Pero todos están dispuestos a combatirla?

Ya se ha demostrado que no. Antes los políticos “salpicaban”, ahora la corrupción “Somos todos” para parodiar el lema de campaña de José López Portillo.

Por ello, para presentar pelea electoral la izquierda mexicana necesita refundarse. Y para refundarse necesita encabezar de nuevo los movimientos sociales nacionales.

Ahora mismo, la desconfianza hacia los partidos políticos ha minado su capacidad de acción social y solo se dedican a los asuntos electorales. Romper ese fenómeno político nacional es necesario. Con ello la ciudadanía gana participación política y los partidos políticos pierden lo que en este momento les falta: credibilidad.

 

¿Estarán dispuestos todos ellos a ciudadanizar el poder?

Probablemente no. Pero esa es la clave y la vía que en ese momento se le ve posible solo a López Obrador, claro; si quiere seguir sumando a su causa a desilusionados de los demás partidos, a quienes desconfían de ellos, a quienes no se identifican con ninguno y a quienes quieren un cambio de nuestro sistema político.

Y es que la realidad nos dicta que el enemigo de la clase política actual es López Obrador y probablemente, sino cae en las preferencias electorales, PAN y PRI sobre todo; enfocarán todas sus baterías con todos los medios a su alcance para impedir su llegada a Los Pinos.

Ello juega en contra de las posibilidades reales del tabasqueño de ser el próximo presidente de México. Pero a su favor juega que el sistema político se sigue descomponiendo y cada vez pierde más la confianza ciudadana.

Si no se detiene la corrupción, probablemente el sueño de la izquierda mexicana de por fin llegar a presidencia se cumpla.

Dar los pasos necesarios para ciudadanizar el poder, dándole voz a todas las minorías es lo que se requiere que López Obrador proponga desde ahora.

Tarea nada fácil en un país en donde muchos ciudadanos -como vimos la entrega pasada- se identifican con la derecha. Pero que parece ser el único camino para que el tabasqueño siga encabezando las preferencias electorales y la izquierda sea protagonista principal del cambio sistémico que este país necesita.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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