Duarte y Padrés; purga política y ausencia de justicia

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Los dos no llegan a los cincuenta años de edad. Los dos tuvieron una carrera meteórica al amparo de grupos políticos y personajes poderosos. Los dos alcanzaron la gubernatura de su estado natal y los dos hacen ver a cualquier otro político corrupto del país; como un “niño de pecho”.

Son Javier Duarte de Ochoa; gobernador con licencia de Veracruz y Guillermo Padrés Elías, ex gobernador de Sonora; el primero por el PRI y el segundo por el PAN.

Duarte y Padrés hacen ver que si la corrupción y la impunidad fueran deportes olímpicos, México sería potencia mundial; Duarte se llevaría la medalla de oro destrozando cualquier récord mundial anterior y Padrés se llevaría la medalla de plata.

Pero la historia política corrupta de estos dos personajes no es diferente a la de otros políticos nacionales que también se despacharon con la “cuchara grande” y fueron beneficiarios de la máxima característica histórica de nuestro sistema político: la impunidad.

Por eso, si la corrupción e impunidad fueran incluso premiadas con el Nobel, Duarte ganaría la medalla; pero México sería un país víctima de la injusticia -como el caso de quienes hoy están fallecidos y no ganaron el Nobel de Literatura- porque habría numerosos políticos mexicanos que se merecen una medalla a la corrupción.

Algunos han sido acusados directamente y con pruebas, otros también con pruebas, pero que no han sido suficientes para ejercer castigo penal sobre ellos, otros han sido premiados con un puesto político, algunos más se han ido al exilio y otros, simple y sencillamente han gozado de la impunidad.

La suerte ha sido variada; pero muy pocos políticos envueltos en un acto de corrupción de impacto nacional en este país han sido llevados hasta la justicia.

A pesar de la “alta responsabilidad y el honor” que siempre dicen cuando hablan del cargo para el que fueron elegidos o designados; la corrupción y sus múltiples caras es lo que ha caracterizado a muchos de los políticos mexicanos. Es decir, usan su cargo, su poder en beneficio personal.

Este beneficio personal incluye actos de soborno, extorsión, conflicto de intereses, nepotismo, tráfico de influencias e incluso en muchos casos, hasta nexos con la delincuencia organizada.

Por eso, muchos de los gobiernos mexicanos, desde el federal hasta los municipales son una auténtica cleptocracia, es decir; un gobierno de ladrones.

Probablemente esta cleptocracia aparece desde el germen mismo de las campañas políticas, cuando se asignan candidaturas, se realizan compromisos para obra pública y se negocian puestos políticos y administrativos.

El asunto es que numerosos políticos mexicanos de todos los niveles han sido acusados o se han visto envueltos en escándalos de corrupción. La lista es larga, como también la impunidad que los ha cobijado.

Duarte de Ochoa en Veracruz y Guillermo Padres en Sonora no son más ladrones que otros políticos de antaño. Solo reproducen los esquemas de corrupción que nuestro sistema político ha permitido y probablemente su perdición haya sido que no cuidaron ninguna forma, ni les preocupó encontrar alguna manera de ocultar su súbita riqueza.

Se sintieron impunes. El problema es que esa impunidad les sigue -a Padrés y Duarte- garantizando protección política tal vez al más alto nivel.

 

¿O como intentarán explicarnos a los mexicanos que dos ex gobernadores prefieran huir que enfrentar a la ley que juraron aplicar con justicia?

¿Cómo fue posible que con todo y los escándalos expuestos en redes sociales y medios de comunicación, Padrés y Duarte se hayan podido escapar?

¿Cómo es posible que un gobernador mexicano no confié en la ley?

¿Por experiencia propia saben que esta se aplica selectivamente?

¿La huida fue concertada al más alto nivel?

Como otras veces lo ha demostrado; la administración Peñanietista actúa por reacción y no por acción y también ha demostrado que se resiste a acatar las voluntades populares, reaccionando cuando la ira popular es ya elevada.

Por ello, aunado a la sorpresiva huida de los ex gobernadores y tratándose de miembros de dos partidos políticos diferentes; las suspicacias y sospechas están a la orden del día.

Las inevitables -por la indignación popular nacional- órdenes de captura y la expulsión de su respectivo partido político de estos dos personajes, más bien parece una purga política para evitar males mayores, que una simple y llana aplicación de la justicia.

El problema es que el castigo llega cuando ya es demasiado tarde y también cuando ay otros políticos que hicieron lo mismo que Duarte y Padrés y que siguen impunes.

Por ello todo huele a una purga que es extemporánea y que salió mal con la huida de los dos ex gobernadores.

Yo no recuerdo un caso que dos ex gobernadores mexicanos se hayan dado a la fuga y los busquen casi al mismo tiempo.

Y más aún; que la clase política crea que la opinión pública mexicana es ingenua y se conforme con la expulsión de dos referentes de la corrupción y la impunidad en este país del partido político al que pertenecen.

Estos dos casos demuestran el derrumbe de la credibilidad del sistema de partidos políticos mexicanos y de la justicia.

Desesperados y ante la proximidad del inicio del proceso electoral rumbo al 2018, PRI y PAN buscan la credibilidad que pierden poco a poco y promueven una purga política que es a destiempo.

Lo único que evidencian con ello es que la ausencia de justicia es una constante en México; que la corrupción e impunidad son rampantes y que como siempre; los ciudadanos son los que menos le importan a la clase política nacional.

Duarte y Padrés son ya los referentes mexicanos de la corrupción e impunidad política, medalla de oro en cinismo y rapacidad; pero habría que precisar que no son los únicos. Hay corruptos en todos los niveles de la política mexicana y ello hace que el fenómeno de la corrupción e impunidad no se acabe hasta que en México tengamos instituciones fuertes y mecanismos de anticorrupción efectivos.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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