La candidatura Independiente del EZLN; lo Bueno y lo malo

antonio-turok-01-01-1994-png

 

Sí. Una candidatura independiente a la presidencia es la probable vía más lúcida para democratizar a México y de paso rescatar y modernizar nuestras instituciones; ponerlas pues al servicio de todos y no de pocos, como lo es ahora.

Salvo los altos funcionarios, los políticos que han pasado de puesto en puesto, salvo también los empresarios que hacen negocios al amparo del poder; -con total impunidad- nadie o muy pocos en México nos sentimos satisfechos con el tipo de democracia representativa indirecta y de alternancias que tenemos.

A México lo conforman distintas voces, sectores, intereses y proyectos de nación. No todos nos ponemos de acuerdo siempre.

El norte y sur parecen distintos países; los movimientos femeninos exigen mayor participación política, los empresarios pasaron de organizarse para lograr menos tasas impositivas a financiar “think tank” para desarrollar ideas de negocios y fortalecer la libre empresa.

A los maestros de la CNTE el dogma y el radicalismo los aisló. El campo y los campesinos son invisibles para el desarrollo de políticas públicas; el agro es víctima de una contradicción trágica: en los presupuestos, las cifras para el campo son altísimas, pero los campesinos son cada vez más pobres.

Los indígenas fueron burlados con unos Acuerdos de San Andrés que no se cumplieron y siguen en muchos casos esperando justicia agraria o peleando por el rescate de sus costumbres o contra la discriminación.

Como ciudadanos nos indignamos por los asuntos de corrupción e impunidad que están a la orden del día en todo México.

Pero todos; maestros, miembros de los pueblos originarios, obreros, campesinos, empresarios, etcétera, tenemos un punto en común: somos ciudadanos; muchos han buscado el bien común; pero al no sentirse representados por los partidos políticos; la posibilidad de transformar el país es reducida.

Como dicen quienes hacen planeación gubernamental; toda idea, toda manifestación de cambio, tiene que tener una expresión presupuestal. Y tratándose de transformar instituciones el activismo político tiene un fin: alcanzar el poder.

 

¿Dónde cabemos todos?

¿Dónde se pueden expresar las ideas, plantear los problemas nacionales y luego aplicar medidas que solucionen dichos problemas?

Obviamente desde la administración pública, haciendo política para tener un impacto nacional o estatal.

El problema es que muchos sectores nacionales no se sienten representados en los actuales institutos políticos y hasta hace poco la exclusividad para participar en política le pertenecía a los partidos políticos.

Obviamente también en México -como en muchas partes del mundo- existen activistas sociales, organizaciones de toda índole, pero la realidad política dicta que si se quiere incidir en el desarrollo de las políticas públicas; el activista y/o la organización, tiene que subordinarse a los deseos del instituto político que las cobija.

En ese sentido, los intereses electorales y el ejercicio del poder que ha beneficiado a unos cuantos, han elevado los malestares sociales y restándole credibilidad al sistema político y a los partidos políticos.

Los disímbolos sectores sociales buscan desde fuera del sistema político nacional algo que concrete sus demandas. Para ello es necesario romper el monopolio de los partidos políticos.

Es necesario quitarles también poder a los políticos, expresado en el fuero, en la opacidad de la rendición de cuentas; buscando equilibrios. En las condiciones sociales actuales mexicanas, el ideal es que en la Cámara de Diputados locales y federales, en las gubernaturas, en las alcaldías, exista contrapeso ciudadano.

¿Y por qué no?. También que un ciudadano llegue a la presidencia de la república y que sea el “fiel de la balanza” ante todos los sectores mexicanos.

De esta manera; es alentador que existan las candidaturas independientes; porque fortalece la participación ciudadana, buscarán equilibrio -ante los intereses de los partidos políticos- en las representaciones populares y responderán a intereses específicos de sectores sociales también específicos.

 

En el caso del EZLN, habrá que decir primero que el movimiento zapatista no responde -aunque las apoya- a cuestiones coyunturales de la política y la sociedad mexicana. Responde a una cuestión de fondo, es decir estructural; busca que el sistema político mexicano se pudra, colapse y entonces sí responda a los intereses comunes.

No comulga con ningún partido político, porque desconfía de ellos y de los políticos.

Pero con el anuncio del subcomandante Marcos de realizar una consulta para presentar en las elecciones del 2018 a una representante indígena, el neozapatismo dará un paso transcendental que se antoja interesante.

Es el regreso a las instituciones del movimiento indígena chiapaneco.

Es el regreso al juego institucional de quienes no creían en las instituciones mexicanas y ahora -supongo yo- aprovechando las reformas políticas buscan ser la voz, no solo de las mujeres, sino también de las mujeres indígenas de todo México.

No es como dice Andrés Manuel López Obrador de “hacerle el juego” al gobierno. Más bien es la forma que el EZLN encontró para tener vigencia, ampliar su base de simpatizantes y acceder de otra forma a la vía institucional que eligieron cuando dejaron atrás la lucha armada.

En ese sentido, las candidaturas ciudadanas -incluida la del EZLN- servirán en primera instancia para que grupos políticos ciudadanos o con intereses específicos, participen en la lucha electoral.

Fortalezcan los intereses de quienes hoy son minoría y fortalezcan su influencia política.

 

Imaginemos que una candidata ciudadana y zapatista -por ejemplo- se convierta en portavoz real de los asuntos indígenas en el congreso.

Imaginemos que un legislador represente verdaderamente los intereses de los minusválidos, otro del movimiento femenino, otro de los campesinos y etcétera.

Todo ello sería lo bueno y los mexicanos están en camino y en esa búsqueda de consolidar nuestras instituciones.

Lo malo es que probablemente nos estemos olvidando de que en estas elecciones del 2018, un presidente salga de las filas de las candidaturas ciudadanas.

El sistema partidista mexicano todavía es fuerte y lleno de intereses.

Se incrementará la competencia electoral -eso si- pero también dividir el voto es lo que conviene a los partidos políticos nacionales. Especialmente al PRI.

Lo ideal sería como dice Jorge Castañeda, un solo candidato independiente. Esa fórmula hoy parece imposible. Porque además existe la tentación de que quien no logre -en cualquier nivel- la nominación de su partido, la busque de manera externa.

Pero a cambio de no lograrlo -por ahora- como se puede desde ahora prever, las candidaturas ciudadanas pueden darle voz a quienes han sido echados a un lado por los intereses partidarios.

Dividirán el voto; pero también es real que otro camino para democratizar a México no se avizora en el horizonte.

El sistema político nacional se derrumba. Pero ¿Nos conviene una patria hecha pedazos?

El proyecto de nación debe ser uno donde quepamos todos los mexicanos y no otro como hasta ahora ha sido; de una nación con diversos sectores, con visiones distintas y donde los más débiles siguen siendo los más vulnerables de siempre.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.