Elecciones 2018 en Chiapas; Todos contra todos

Faltan pocos días para el inicio formal del proceso electoral 2018 en México y por ser las de ese año, elecciones concurrentes; en Chiapas la temperatura política se incrementa.

Pero los saldos del pasado político inmediato de la entidad y los resultados electorales del Estado de México, le darán a los comicios por venir, unas particularidades que probablemente no veamos en otros lugares.

Una cosa es segura en Chiapas; la lucha política se configura como un “todos contra todos”.

¿Cuáles son los saldos del pasado político chiapaneco?

Hay lo menos cuatro exgobernadores que querrán incidir de alguna manera en el proceso electoral. Eduardo Robledo impulsando a su hijo el hoy Senador Zoé Robledo. Pablo Salazar con su movimiento político, Roberto Albores desde el PRI con su hijo del mismo nombre y apellido.

Y con ellos, la sombra del innombrable y también exgobernador Juan Sabines Guerrero.

Si nos atenemos a los nombres de los protagonistas rumbo al 2018; el saldo es una auténtica política local de dinastías, de clases políticas excluyentes y de administración del poder que pasa de familia en familia. Es como si en Chiapas regresáramos ¿o siguiéramos? en el siglo decimonónico.

Pero no crea que estas dinastías representan unidad. Por eso el proceso electoral será un choque de todos contra todos.

Cada uno de los protagonistas al 2018 tiene su propia agenda, sus propios intereses y dos asuntos son esenciales tener en cuenta: con sus particularidades y coyunturas; cualquiera de ellos puede imponerse sobre los demás. Y además, la sombra del autoritarismo ronda amenazando la incipiente democracia mexicana.

En consecuencia, el poder político chiapaneco, podrá cambiar de manos; pero no lo hará de dinastías. Alguno de los exgobernadores se impondrá por sobre los demás.

Y si así no fuese; el centro político-empresarial nacional, nos impondrá candidato, con el cual nacerá otra rama de la clase política estatal. Una opción bastante real si analizamos el contexto político nacional.

La inacabada democracia representativa mexicana cada tres años tiene sucesivas “pruebas de fuego”; son las elecciones intermedias o generales, estatales o federales y tienen una característica esencial: cada vez son más competitivas. Aun así el dinosaurio PRI se resiste a morir.

Competitivamente el otrora partidazo PRI no puede más. Necesita aliarse con partidos afines o satelitales para competir y ganar; y esa necesidad de alianzas choca contra la creciente indignación nacional por la corrupción e impunidad que la ciudadanía asocia esencialmente con el PRI, pero también con toda la clase política mexicana.

Sin embargo; el PRI sigue vivo. Y particularmente hacia el 2018 peleará por conservar la presidencia de la república. Al PRI lo mueve la necesidad cupular de conservar el poder y evitar que se destapen las cloacas de la corrupción que encabezan o permiten y que hipotéticamente podría abrir las cárceles nacionales a numerosos miembros de la clase política nacional.

Lo que no podrán esquivar es el juicio de la historia nacional que ya los juzgó. Son corruptos y se sienten impunes. Así de sencillo.

El otro elemento es la lección principal que nos dejó el proceso electoral en el Estado de México. La percepción popular es de total uso de los recursos públicos para ganar la elección y es aquí de donde viene el peligro principal: ya nos mostraron que son capaces de arrebatar. Están dispuestos a ello.

No importa darle un manotazo a una institución nacional como el Instituto Nacional Electoral; que poco a poco pierde credibilidad.

Arrebato electoral contra indignación popular. Sostenimiento con todo en el poder de la cúpula gobernante contra las ansias de cambio de una buena parte de la población.

Pocas dudas quedan del autoritarismo del gobierno de Peña Nieto ante el escándalo del espionaje a figuras públicas mexicanas. La intimidación, el miedo a quienes ejercen la libertad de expresión se suma al arrebato electoral y la percepción de que pudiera de nueva cuenta ocurrir en el 2018.

Pero ante la imposición gubernamental, el riesgo es que la ciudadanía se desencante de los procesos electorales y busque otras vías de participación política, incluidas las fórmulas violentas. Mientras que otra parte de la ciudadanía también -especialmente los más pobres- quede atrapada en el fenómeno del “clientelismo electoral”, es decir recibiendo dinero o proyectos sociales a cambio de su voto.

Pero esencialmente el manotazo del PRI en el Estado de México sugiere el peligro de que más y más mexicanos dejen de confiar en sus instituciones.

¿A qué escenarios nos llevará ello? Ojalá y que no sean los peores, es decir los violentos.

Pero hablando de elecciones y procesos sucesorios, para Chiapas, las elecciones del Estado de México resultaron un gran laboratorio.

Si bien MORENA creció, legalmente no logró tener su primer gobierno estatal. El “hubiera” no existe; pero sirve muy bien para el análisis. ¿Y si MORENA hubiera ganado en el Estado de México?.

Lo más probable es que un crecido Andrés Manuel López Obrador hubiera puesto un candidato para Chiapas totalmente subordinado hacia su persona. Ello le hubiera cerrado las puertas a un Zoé Robledo o Luis Armando Melgar Bravo y se las hubiera abierto a un aspirante con un perfil menos independiente y de menor capacidad de interlocución con otros grupos políticos.

Hay varios de ellos que andan en campaña virtual en las redes sociales.

Al perder el Estado de México, AMLO tendrá que escoger un candidato con más intereses políticos, empresariales y con más capacidad de independencia.

En Chiapas; -si partimos de la evidencia de que el PRI no puede ganar sin alianzas- la posibilidad de triunfo depende de llegar al 2018 aliado con el Partido Verde Ecologista Nacional.

En nuestro estado el PVEM es la principal fuerza política porque detenta la gubernatura. Pero rumbo al 2018 el PRI parece que tiene candidato en la persona de Albores Gleason. ¿Pero el senador priísta es el candidato natural de la clase política estatal en el poder a la gubernatura de la alianza PRI-PVEM?.

Es evidente que no lo es. Por lo que la ruptura PRI-PVEM es inminente o por lo menos el desplazamiento de Albores Gleason.

El “todos contra todos” que veremos implica al resto de los partidos políticos, que verán la posibilidad de aliarse con los más grandes o con el partido y candidato al que le vean mayores posibilidades de triunfo.

Como siempre, la clase política estará en lo suyo, intentando conservar el poder, adherirse de nuevo al poder; en lo que no estará es en el compromiso ético de la política: el servir a quienes menos tienen.

Se desgarra el PRI. La duda es si en Chiapas arrastrará a su socio el PVEM. En esas expectativas es que ocupa su tiempo la clase política estatal.

Y no tiene respuestas a la incertidumbre económica estatal, a la falta de empleo, a la peor productividad local del país, a la indignación local por falta de futuro y la frivolidad de la clase gobernante.

Se sigue acumulando la descomposición y la indignación social, evitarla es la tarea que no quieren hacer.

Correo: geracouti@hotmail.com

Twitter: @GerardoCoutino

 

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