La participación de los jóvenes en la política: Elecciones 2018.

Por Daniel Alejandro Aguilar Ochoa

Jóvenes en el Octavo Parlamento Juvenil de Chiapas.

En la antesala de un proceso electoral como el que se avecina en el año 2018, calificado de histórico por la complejidad que representa, así como por los retos que habrán de afrontar partidos políticos, candidatos, autoridades electorales y sociedad, es oportuno hacer un análisis de los actores que protagonizarán la madre de todas las batallas en materia electoral.

Haciendo una introspección al proceso electoral, no puede pasar inadvertida la participación política de los jóvenes en este proceso comicial, toda vez que la balanza podrá ser inclinada por el voto de este grupo, y, por ello, analizaremos la importancia y prevalencia de la participación política de los jóvenes.

De acuerdo con la información publicada por el Instituto Nacional Electoral (INE),  con corte al 19 de mayo de 2017, la lista nominal se conforma por un total de 86,664,777 ciudadanos, de los cuales, 44,979,725 son mujeres y 41,685,052 son hombres, destacando el grupo integrado por jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 20-24 años, por un total de 11,175,584, siendo el más representativo de la clasificación que por edades realiza el INE, seguido del grupo de los de 25-29 años de edad, el cual comprende un total de 10,747,294.[1]

De la suma de estos dos grupos, tenemos un total de 21,922,878 ciudadanos entre 20-29 años de edad, que representan un 25% de la lista nominal, por lo que, considerando que los procesos electorales en que se elige Presidente(a) de los Estados Unidos Mexicanos, reflejan una mayor participación ciudadana, como lo muestran los resultados de las elecciones del año 2006, en donde la participación fue de 58.55%, en relación al 63.08%, en 2012, en comparación a las elecciones intermedias en que decrecen dichos porcentajes; con base en esta información, determinamos el promedio de participación ciudadana que se espera en las próximas elecciones, obteniendo un 60.81% de participación ciudadana del listado nominal que podría acudir a las urnas en las elecciones del año 2018.[2]

Con la concurrencia a las urnas de más del 60% del total del listado nominal, tenemos, que, aproximadamente 52 millones de electores, estarían en condiciones de elegir al próximo Presidente(a) de la República, de ellos, cerca de 13 millones serían del grupo de ciudadanos entre 20-29 años, quienes representan un 25% de la lista nominal; lo que se traduce, en que, uno de cada cuatro votos que se reciban durante las elecciones del año 2018, provenga de este grupo.

Los números parecen insignificantes cuando somos cerca de 120 millones de mexicanos[3], pero la perspectiva cambia si recordamos que de los 86 millones en lista nominal, solamente votarían, cerca de 52 millones, y si el actual Presidente de México, ganó las elecciones en el año 2012 con más de 18 millones de votos[4], resulta útilmente atractivo el grupo de jóvenes votantes.

De ello deriva la importancia de promover la participación ciudadana de los jóvenes, concientizarlos de emitir el voto y dejar de lado los tabúes que a conveniencia de partidos políticos y candidatos se han promovido para anularlo, votar en blanco o por candidatos no registrados.

En palabras del académico de la UNAM, Roberto Duque Roquero, el voto nulo beneficia a los partidos políticos mayores, siendo quienes suelen tener más militancia; más estructuras, y más operadores políticos. Por lo tanto, si reconocemos que un porcentaje de los votos que se emiten en México, media la coacción, el acarreo, la entrega de despensas, etc. Mientras más indecisos voten nulo, más valor cobran estos votos obtenidos con trampas. En contraste, mientras más indecisos distribuyan libremente el voto válido entre el abanico de partidos y candidatos, decrece el peso de esas maquinarias en el resultado electoral.

Promover el ejercicio del voto sigue siendo primordial, según datos del Estudio Censal de Participación Ciudadana en las Elecciones Federales de 2012, el grupo de 20 a 39 años fue el que menos participó. Asimismo, el estudio devela que el grupo más numeroso de quienes acudieron a las urnas, fue el que dijo tener un menor ingreso mensual, de entre uno y tres salarios mínimos; lo que da lugar a especulaciones, tratándose de un grupo vulnerable por sus condiciones de pobreza, en relación a las prácticas de compra y coacción del voto, a que están expuestos.

El 2018, estará marcado como el momento de los jóvenes, de que asuman su compromiso democrático como ciudadanos responsables, que generen acciones con los colectivos de la sociedad civil, que promuevan espacios de deliberación de los asuntos públicos, que incidan en la construcción de una ciudadanía activa; no sólo esperar la llegada de los próximos comicios para alzar la voz.

La calidad de la democracia no solo depende del ejercicio útil del voto, sino de la incidencia ciudadana en los asuntos que nos conciernen a todos. Parafraseando a Salvador Allende, “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica, discurso pronunciado en la Universidad de Guadalajara en 1972, por el cual hace un llamado a los jóvenes a una revolución de conciencias, de ideas, de dogmas, a romper el status quo, e incidir en el cambio y la transformación que los tiempos nos demandan.

Es inadmisible que como sociedad nos acostumbremos a ser testigos de la compra de votos y del acarreo de votantes durante las elecciones. Debemos generar conciencia de emitir el sufragio en libertad y sin ningún tipo de presiones; promover una cultura de la legalidad, para respetar las reglas del juego democrático y denunciar las prácticas que pretendan condicionar el voto.

La realidad nos muestra que factores sociales como la exclusión de las minorías, la pobreza extrema, la nula distribución de la riqueza, la concentración del poder, entre otros, han mermado la confianza de nuestra sociedad, en detrimento de los procesos democráticos, como de las instituciones del estado.

Por ello, al Órgano Público Local Electoral le corresponde desarrollar y ejecutar los programas que promuevan la construcción de ciudadanía, mediante la generación de espacios de deliberación, que permitan tender puentes, entre autoridades electorales, partidos políticos y la sociedad civil organizada, es tiempo de reconocer la debilidad de la cultura democrática y buscar revertirla, mediante estrategias de estado, que garanticen, respeto a los derechos humanos; perspectiva de género; no discriminación; interculturalidad; entre otros.

Es momento de sembrar las semillas, que en un mediano plazo den los frutos que como sociedad anhelamos y que nos permitan tener una sociedad fuerte y participativa, cuyo aparato de estado esté legitimado por la confianza ciudadana a los procesos democráticos y a las instituciones.

Una democracia efectiva, se construye con una participación activa.

[1] Instituto Nacional Electoral, consultado el 25 de mayo de 2017. http://portalanterior.ine.mx/archivos3/portal/historico/contenido/Estadisticas_Lista_Nominal_y_Padron_Electoral/

[2] Instituto Nacional Electoral, consultado el 25 de mayo de 2017. http://siceef.ine.mx/campc.html?p%C3%A1gina=1

[3] Instituto Nacional de Estadística y Geografía, consultado 30/05/2017. http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/habitantes.aspx?tema=P

[4] Instituto Nacional Electoral, consultado el 30 de mayo de 2017.  http://siceef.ife.org.mx/pef2012/SICEEF2012.html#app=ff36&88fe-selectedIndex=0&bd55-selectedIndex=0&ea8f-selectedIndex=0&6b4e-selectedIndex=0&fc11-selectedIndex=0

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