Las flores del patio

 

Foto: María Gabriela López Suárez

Ellas, tan resplandecientes entre el verde de sus tallos y lo verde del paisaje en el verano chiapaneco… las flores. Me encantan las flores, considero que son parte de distintos instantes en la vida de las personas, en los momentos de alegría, de tristeza, de emoción, de nostalgia, de meditación, de incertidumbre, de tranquilidad y por qué no también de coraje.

En la inmensa variedad de flores que hay tengo mis favoritas, me gustan las gerberas con sus colores tan vivos, alegres; las margaritas blancas, frescas como recién cortadas de los invernaderos; los anturios que son brillantes y como encerados, los prefiero en rojos; las orquídeas en sus hermosas variedades; las flores de mayo que son diversas y con aromas agradables; las siemprevivas que mantienen por largo tiempo sus colores vivos y también me gustan mucho las carolinas, así les llama mi papá a las flores que crecen en el patio de la casa.

Cada verano el patio se renueva y se alegra más, se dan cita las carolinas, en su diversidad de colores, las de pétalos amarillos, las de color rosa en tono más claro, las de rosa más fuerte, las de tono naranja, las que son más rojas, cada una se distingue por su belleza. La textura de sus pétalos es suave sin ser frágil. Me gusta cuando hay carolinas porque atraen a bellas mariposas, me encanta observar cada mariposa que se detiene por instantes a posar en cada flor. Me agrada contemplar todas las carolinas ahí en sus tallos, sin cortarlas.

Alguna vez un amigo comentó que para él la mejor fotografía es la que se registra en nuestra mente sin ser captada por una cámara, cuando estoy frente a las carolinas me sucede algo así y viene a mi mente su comentario. Recientemente me detuve por instantes frente a las carolinas, observé a casi todas, las que estaban en botones, las más pequeñas y las más grandes, ante mi vista se presentaron varias mariposas para posarse en las flores, cada mariposa era diferente, las de tonos naranjas con detalles cafés, parecidas más no iguales, la de tono amarillo con detalles oscuros y la de color beige con detalles sumamente delineados en tono café. Estuve ahí por instantes, casi inmóvil observando cómo se iban de una a otra flor; también llegaron algunos abejorros que se concentraron en su tarea.

En mis instantes de observación me deleité con lo bello del paisaje natural, en lo relajante  y enriquecedor que es contemplar lo más común, lo simple, lo cotidiano en la vida, unas mariposas y abejorros que están entre las flores. Qué afortunadas somos las personas que ante el incesante correr de cada día tenemos la oportunidad de dedicar un instante o espacio de tiempo para contemplar la naturaleza, respirar y agradecer por estar vivas – me dije-. Por un instante olvidé que también había llegado a visitar las carolinas para hacer algo que no me agrada, cortar algunas de ellas, el motivo quizá lo justificaba, estas bellas flores serían para depositarlas como ofrenda para mi querida bandita peluda que ha partido, nuestros perritos, a la que recuerdo con mucho amor.

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