Chiapas: el voto de los pobres

 

Una mujer revisa y dobla la boleta electoral del resto de las mujeres. Foto: Red de Observadoras Electorales.

Donde hay pobreza no hay condiciones para las elecciones…Decirlo puede parecer una broma, cuando la entidad se encuentra cubierta e inmersa en propaganda electoral visual y auditiva. Puede llamar a risa cuando las redes sociales se encuentran saturadas de la desesperación de políticos que ostentan su impunidad y exhiben el derroche de los recursos públicos.

Pensar en las condiciones para el desarrollo de procesos electorales equitativos, libres y democráticos, conlleva tener en cuenta el contexto social en que vivimos. El contexto que referimos ha sido evidenciado en los resultados más recientes en materia de pobreza.

Simplemente insultantes y no pueden ser calificados de otra manera. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reveló que del año 2014 al 2016 la pobreza en Chiapas aumentó de 76.2 a 77.1 por ciento. El dato deja en claro que el verde gobierno lejos de instrumentar políticas para disminuir los índices, permitió que la pobreza aumentara, como aumentó la riqueza de su familia.

La pobreza en Chiapas determina el ejercicio de los derechos políticos. Los políticos basan sus campañas para obtener el voto en las necesidades del electorado, conformado mayoritariamente por pobres. La ciudadanía es proclive a vender su voto para satisfacer una necesidad o asegurar su supervivencia. Los programas de apoyo a las personas y familias en condición de pobreza son también parte del chantaje electoral y son condicionados a su participación en reuniones (informes de actividades les llaman ahora) de apoyo a los políticos sin escrúpulos.

En la medida en que los cuestionamientos al sistema de elecciones es mayor, el sistema perfecciona sus medios de control del electorado pobre. Así, los derechos sociales que debieran observarse por parte de instituciones de educación y salud, hoy constituyen “apoyos” que aseguran la supervivencia y que se intercambian por votos.

En contextos de pobreza y extrema pobreza como la que se sufre en Chiapas, resulta también un insulto realizar elecciones del modo en que se están llevando a cabo. Tanto los partidos políticos como las personas elegidas para cargos de elección popular en todos los niveles han mostrado suficientemente que su participación política no impacta en el abatimiento de la pobreza.

Desde el optimismo podría pensarse que es por eso que se necesita impulsar cambios verdaderos, para utilizar una expresión en boga. Sin embargo, Chiapas ya ha vivido la experiencia de ser gobernada por partidos de diferentes expresiones desde hace tres lustros, y los datos en materia de pobreza no han sido revertidos ni disminuidos de modo considerable.

Parece muy obvio, pero, para asegurar elecciones equitativas, libres y democráticas se requiere asegurar que la ciudadanía disfrute de sus derechos humanos, en especial aquellos de naturaleza social, vinculados con los índices de pobreza, como la alimentación, salud, vivienda y educación.

No es lo mismo acudir a solicitar el voto a una colonia o comunidad donde nadie necesita una cubeta, un tinaco, una silla de ruedas, una camisa, una despensa, una brigada médica, o quinientos pesos, que acudir a los lugares de miseria donde se necesita todo y el voto es lo de menos.

Si se persiste en las elecciones debiera, al menos, prohibirse por ley, penalizarse si es posible, el tráfico con las necesidades de la gente, es decir, que los políticos acudan a las colonias y comunidades en miseria únicamente a exponer sus propuestas, que no lleven dádivas. Entonces veríamos, realmente, a quien favorece el voto de los pobres.

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