Ernesto Gómez Pananá, de campeón nacional de natación a aspirante de organización del Distrito VI de Morena

Ernesto Gómez Pananá no es solo el hijo del doctor Gilberto Gómez Maza sino ese hombre metido al servicio público por pura convicción, porque pudo y puede dedicarse a otras actividades sin intervenir en la política chiapaneca, casi siempre ruin e ingrata.

En Morena, el partido en el que milita, aspira a convertirse en coordinador organizativo del Distrito VI federal, que abarca los municipios de Suchiapa, Acala, Chiapa de Corzo, Chiapilla, Venustiano Carranza, Las Rosas, Nicolás Ruiz, Ixtapa, Osumacinta, San Lucas, Soyaló, Totolapa y parte de Tuxtla Gutiérrez.

No nació en Chiapas, pero aquí ha vivido toda la vida; aquí estudió el kínder, la primaria en la Fray Matías de Córdova, en donde fue alumno de la maestra Vicky Zenteno, “responsable de mi buena ortografía, aunque no de mi pésima caligrafía”; después se inscribió en la Escuela Secundaria Adolfo López Mateos y en el Tecnológico Regional, en donde formó parte de la última generación de bachilleres. Para estudiar la Licenciatura en Psicología Social debió trasladarse a la Ciudad de México en donde ingresó a la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

Aunque es un inquieto trotamundos, tiene a Chiapas como su centro vital, esa tierra fantástica y mítica, heredada de la plática de sus padres: él, profundamente tuxtleco y rebelde, y ella, Martha de nombre, tonalteca y alegre, con herencia argelí. Se conocieron en Tuxtla, pero se reencontraron y se casaron en el Distrito Federal, cuando Gilberto Gómez Maza estudiaba en la Facultad de Medicina de la UNAM.

Con dos hijos, la familia Gómez Pananá decidió volver a lo suyo. Él encontró trabajo en una clínica de San Cristóbal y se convirtió así en el primer médico chiapaneco con especialidad en pediatría que radicó en el estado.

Ernesto Gómez Pananá, aspirante a ser organizador del Distrito VI de Morena. Fot: Sandra de los Santos.

Ahí, entre la atención de niños pobres, conoció a Samuel Ruiz García, y ambos solidarios, emprendieron campañas de salud; mientras el obispo hablaba de La Biblia y la necesidad de organizarse, él iba repartiendo vacunas contra el sarampión, la tosferina y el tétanos.

Una oferta en el Hospital Regional, lo llevó de regreso a Tuxtla, ciudad que había de convertirse en epicentro de su activismo humanitario y social. Ayudó a crear sindicatos y a defender a campesinos. En 1978, Heberto Castillo lo invitó a crear el Partido Mexicano de los Trabajadores, con el cual lograron participar en las elecciones de 1985. Gómez Maza fue, solo para remover conciencia, candidato a diputado federal, porque era difícil ganarle al partido del Estado.

Ernesto, con 13 años, se dedicó a pegar propaganda para promover la candidatura de su padre, quien ofreció su primer discurso de campaña en el Mercado de Terán, ante una veintena de locatarios.

Pese a la indiferencia de muchos a la propuesta de su padre, Ernesto se emocionó y comprendió que la vía para cambiar este país estaba en la política sin traslapes. En 1988, el doctor Gómez Maza fue candidato a gobernador y Cuauhtémoc Cárdenas a presidente de la república. Ambos perdieron en el primer fraude histórico del México contemporáneo.

—Heredé el compromiso político y de servicio de mi padre. El día que me empezó a hablar de oportunidades para todos me marcó. De ahí no pude ni quise escapar. Eran tiempos que te mataban por ser candidato, y hoy, en cambio, se mata para ser candidato. Ser candidato por la oposición significaba el rechazo hasta de los conocidos.

En Tlatelolco

Era el 2 de octubre de 1968. El entonces jovencísimo Gilberto Gómez Maza había participado en el mitin estudiantil del Consejo Nacional de Huelga. Y después, lo que ya sabemos: la represión, los francotiradores, el ejército, la búsqueda de edificio por edificio, de departamento por departamento en la Unidad Habitacional Tlatelolco para acabar con los estudiantes revoltosos.

Como en Rojo amanecer, la película de Jorge Fons, el futuro doctor y pediatra encontró refugio en una familia, precisamente en el Edificio Chiapas, pero sabedor de que los ponía en peligro, debió buscar una salida. Una casualidad afortunada lo sacó del campo de cadáveres que era la Plaza de las Tres Culturas: una joven madre caminaba con su hijo y él se acercó para tomarlos de la mano. Así franqueó el cerco militar.

De aquellos años a estos, que han llevado a la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, Ernesto dice que la represión del Estado continúa y que por eso urge que la política sea eje de convivencia y bienestar común en México.

Describe la situación en Chiapas como trágica, con “finanzas públicas preocupantes, desempleo creciente e inversión privada insuficientes. En lo social, incremento acelerado de la delincuencia, asentamiento del narco, cansancio, hartazgo, enojo.La política como espacio para enriquecerse a través de engaños, de burla, a costa de la gente”.

—¿Qué te despierta el manejo clientelar que se hace de lo votantes? 

—Asco. Rabia. Tristeza. Es urgente detener a esta gavilla de delincuentes con zapatos de marca que solo piensan en la foto. El Verde no merece gobernar Chiapas. Tiene que irse.

—¿Qué opinas de la clase política actual? 

—La peor que pudimos tener. Jovencitos asaltando el poder para hacerse millonarios sin interés alguno de sacar a Chiapas de su rezago ancestral.

—¿Qué es lo peor que le ha pasado al estado?

—El Partido Verde y las caras que lo representan.

—¿Qué sueñas para Chiapas?

—Una tierra donde toda la infancia tenga asegurada sus tres comidas, su escuela, sus medicinas y un techo. Un Chiapas con igualdad de oportunidades para todas. Un Chiapas donde quepamos todas, todos.

Ernesto habla sin prisas, mientras toma un café. Lo conocí hace dos años y de inmediato nos hicimos amigos, y era como si en otros mundos, hubiéramos coincidido. No tengo dudas en su propósito honesto de convertir a Chiapas en un mejor lugar para estudiar, para trabajar y procrear.

Ernesto Gómez y su gusto por la bici.

Campeón nacional de natación

Los hijos de Ernesto Gómez Pananá, “las personas más importantes en mi vida”, son ya universitarios. El mayor, Rodrigo Emiliano Gómez Ontiveros, estudia Artes Visuales en la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM, y Santiago Sebastián, el menor, Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras.

Él mismo es un lector entusiasta. De Saramago, de Leñero, pero se asume más como un lector de libros únicos que de autores. En pintura, su preferido es Maurits Escher y Van Gogh, pero se entusiasma con la obra de los chiapanecos Rafael Galdámez  y Hugo Huitzilopochtli.

Sus gustos musicales son universales y populares. Van desde Los Ángeles Azules, El Huapango de Moncayo hasta Luis Eduardo Aute. En cine se quedaría con Los niños del hombre, de Alfonso Cuarón. Emplea, con mucha frecuencia, la bicicleta para moverse por las calles peligrosas de Tuxtla.

En esta tarde nublada de septiembre, Ernesto viste de camisa blanca, pantalón de mezclilla, trae un libro de David Toscana y usa una pulsera de piel trenzada y un reloj Casio. Es un hombre de 105 kilos de peso y 1.90 de estatura, una estatura que aprovechó bien —y con disciplina de sobra— para convertirse en el primer chiapaneco en ganar un campeonato nacional de natación.

Ahora está en otros carriles de competición, y es por el Distrito VI de Morena, lo que podría convertirlo, en los tiempos señalados, en candidato a diputado federal:

“De la natación aprendí a ser persistente, disciplinado y a saber esperar. El trabajo siempre paga. Entendí que debía ser equipo.Por eso hice equipo con el senador Zoé Robledo. Estamos en el proyecto que él encabeza para sentar las bases de un nuevo Chiapas. Si se me presenta la oportunidad de ser diputado lo tomaré con enorme gusto, por todo lo que se puede hacer en el congreso, pero eso sí, no creo que un cargo se deba lograr a costa de todo.

“Anhelo un Chiapas en donde todas y todos quepamos; un Chiapas en donde quepan muchos mundos. como han dicho los zapatistas, lo cual se complementa muy bien con el sentir de José María Morelos: ‘un lugar en donde las posibilidades de todos los niños de llegar lejos, dependan de su talento y su esfuerzo, y no de sus condiciones sociales y económicas’. Es el sueño que abrigaba Gilberto Gómez Maza, mi padre. Y ese mismo sueño lo tomé y decidí hacerlo propio”, me dice al final, mientras toma el último sorbo de su taza de café.

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