La selva y sus demonios

Casa de citas/ 344

La selva y sus demonios

Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Luis Villatoro

 

¿Quién estableció el desequilibrio entre la realidad y el alma incolmable?

¿Para qué nos dieron alas en el vacío?

José Eustasio Rivera,

en La vorágine

 

Publicada en 1924, La vorágine (mi ejemplar es de 1985, editada por R. B. A.), de José Eustasio Rivera, colombiano, es desde hace muchos la novela clásica latinoamericana; y lo es por su lenguaje, que toca picos narrativos nunca antes alcanzados, y su historia terrible, centrada en el poeta Arturo Cova (se supone que él es el autor diferido de la obra) y su lucha contra la selva externa y su propia selva, llena de árboles de odio y pasión, ríos de sangre y muerte, pantanos de locura…

Aunque es bastante gráfica para contarnos la bestialidad humana del hombre contra el hombre, en esta “desolada historia de las caucheros” mucha tinta se retuvo (p. 279): “¡Cuánta página en blanco, cuánta cosa que no se dijo!”

Me llamó la atención que, cómo nuestros compatriotas yucatecos, el animal que usan como referencia del tonto no es el burro (p. 37):

 

Corazón, no seas caballo:

            aprendé a tener vergüenza;

            al que te quiera, querélo,

            al que no, no le hagás fuerza.

 

La selva enloquece. Cova siente que le hablan las arenas (p. 135): “No pises tan recio, que nos lastimas. Apiádate de nosotras y lánzanos a los vientos, que estamos cansadas de ser inmóviles”; también el río se queja (p. 136): “Le tenemos horror al mar”.

Cuando alguien está pegado a otro u otra le gente suele decir que son “uña y mugre”; después se han buscado otros ejemplos más vulgares. Eustasio dice uno lindo sobre dos personas que están juntas (p. 183): “¡Sí, señor, como beso y boca!”

 

***

 

¡Muera el cura Hidalgo!

¡Viva el mole de guajolote!

 

Consigna del movimiento estridentista,

citada por Monsiváis

 

La transcripción de cinco conferencias constituyen el volumen Las tradiciones de la imagen: notas sobre la poesía mexicana (Tec de Monterrey-Ariel, 2001), de Carlos Monsiváis. Una delicia de la que comparto algunas citas.

Dice en una prosa López Velarde, a propósito de su recelo acerca de los modos en que la iconografía viste a Jesús (p. 25): “Adoro a un Cristo sin guardarropa”.

Cita Monsiváis un largo fragmento de Alfonso Reyes, del cual extraigo estos versos, esta idea (pp. 46-47): “Odio a la pobreza: para no tener que medir por peso tantos

“kilogramos de hijos y criados;

“para no educar a los niños en escasez de juguetes y flores;

“para no criar monstruos despeinados, que alcen mañana los puños

“contra la nobleza de la vida.”

 

Arqueles Vela describe una reunión con Maples Arce, ambos representantes del movimiento estridentista. Es una joya (p. 53):

“Maples Arce llenó su taza y se sentó junto al desconocido; hablaron:

“Maples Arce: He atrapado el motín del crepúsculo.

“El otro: Hay una mujer muerta en cada noche.

“Maples Arce: Yo he visto la ciudad caída sobre las ruinas de la música.

“El otro: Es que regresan todos los adioses.”

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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