Una marisquería peculiar


© Jaibas azules. Hmmm ¡Qué ricas! Mercado del Norte. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (2011)

Qué se me hace que esto ya no será crónica, sino remembranza, o acaso una simple ficha descriptiva, pues desde hace dos años que conocí El Fishgón Seafood Palapa, decidí escribir una crónica sobre mi segunda visita al lugar, misma que nunca hice. Con mi última cita a esta marisquería, sin embargo, ocurrida hace tres o cuatro semanas, ya voy para cuatro o cinco veces que la visito… forma de decir —ni mejor que mandada a hacer— que el lugar, en los últimos años, sí que ha cumplido nuestras expectativas gastronómicas, si nos atenemos a la correlación calidad-precio que podemos pagar en familia, al hilo con la clase media a la que creo pertenecemos.

De entrada, digo que para nada me gusta su nombre.

Mezcla palabras completas y medias palabras anglosajonas y mexicanas, de modo que mejor le hubieran bautizado El Figón, El Fisgón, La Palapa, El Pescado Nalgón, o Los Placeres del Mar, por tan sólo recurrir a las voces que se intuyen en su rótulo. O bien, Marisquería del Pacífico, si nos atenemos al regusto profundo y a la receta de los platillos exquisitos que ahí se sirven; a su presentación, aromas, colores, texturas. Aunque igual, la razón del nombre tal vez se encuentre en el esnobismo malinchista más reciente de la ciudad.

El lugar está junto y a la izquierda del “0 por 0”, como alguien dijo, dicen los yucatecos, la franquicia rojiamarilla ubicada al interior de la colonia Moctezuma (Boulevard Comitán 1521). Y para llegar, en atención a quienes quieran conocerlo, explico que nosotros sólo hemos practicado esta ruta: transitar por el Libramiento Sur, llegar al crucero de la Onceava Poniente (calle principal de Las Terrazas) y tomar la 13ava. Poniente, calle del ISSSTE. Atravesar la 9na. Sur, continuar hasta la Primera, desviarnos a la izquierda, dar vuelta a la manzana del Bancomer y esperar el semáforo. Cruzar la Avenida Central, entrar a la colonia Moctezuma, ver ahí, a la derecha, los negocios del antiguo Hotel Bonampak (Balam, La Chilanguita y La Mocte), bajar la velocidad, cruzar la Circunvalación Tapachula, continuar una cuadra, descubrir justo en la esquina el terror de las tienditas ya referida y… al lado y a la izquierda ya tienes El Fishgón.

Ahora, ¿qué más digo, si no lo más importante? Que en general, los sabores de la marisquería, desde la perspectiva de nuestros sentidos, son excelentes. Derecha la flecha. Que está súper-bien ubicada. Que casi se encuentra al aire libre, pues le llegan los aires del Noroccidente, razón de su relativa baratura, pues los clientes no pagamos costos por energía y clima… Que sus dueños, a quienes no conozco, saben de ubicación, oportunidades y negocios. Que no tiene estacionamiento propio, aunque en la zona siempre hay espacio. Que sus camareros, mujeres y varones, son tipos serviciales y atentos. Y que hay juegos y distracciones para entretener a los enanos. Aunque… lo más importante es su bien surtida contrabarra. Tienen una de las mejores cocktelerías del rumbo y, sobre todo, las cervezas de mi predilección, las de la Cervecería Cuahutémoc-Moctezuma, e incluso tres o cuatro importadas.

Y ya ni se diga de sus delicias mareñas, marítimas y costaneras, pues es mejor que las de todas las marisquerías que hasta hoy he conocido, con excepción de las inmejorables boquitas de Campeche, el puerto de Veracruz, el Pacífico sinaloense y muy en especial el restaurant Floridita, el que se encuentra en el corazón de La Habana, en la esquina de Obispo y Bélgica.

Me encantan los camarones Rockefeller, el pulpo entero y a las brasas, y el pulpo encebollado. Pordios que tres delicias de poca madre. Por suavecitos, bien aderezados y aromáticos, y en el caso del segundo, hasta algo crujientes; buenos los tres platillos para la vista, por la calidad de su materia prima: tamaño, frescura y buena planta. Aunque también son ricos sus filetes de cazón, liza y robalo, y ahora que me acuerdo: la “cazuela de mariscos” que así le llaman ¡Para chuparse los dedos! Y la ensalada de pulpa de camarón, también servida en los aguacates rellenos… fresquecitos, aderezados con vinagre, aceite de oliva y alguna salsa de esas modernas, con tamarindo, cacahuate, ajonjolí y otras yerbas.

Igual, recién con el compa Arcadio, sólo fuimos por un par de cervezas y sus respectivas botanas, antes de la comida. Creí que el servicio decrecería, pero para nada: al tiempo que la camarera morena, cabellos ensortijados y delantal negro, lleva las cervezas, nos sirve el consomecito de camarón seco que recuerda la tradición del bar La Oaxaqueña de San Cristóbal, tostadas en triángulos, y las típicas galletitas saladas…

—Todo por cortesía de la casa. —Nos dice jovial la camarera.

Abrimos el más que interesante menú: siete tablas además de las tres adicionales, de bebidas. Arcadio se queda con los ojos cuadrados. En “entradas” hay las secciones “para picar”, ceviches, cocteles, aguachiles, “calditos”, tacos, ensaladas y antojitos. Luego aparecen las “especialidades de la casa” y los camarones y el pulpo con dos subdivisiones: “al gusto” y “especiales”, además de dos pequeños segmentos: tostadas diversas y menú infantil.

—¡Guau! —Exclama el buen Arcadio—. Pues como sólo es tentempié, y las cervezas tan sólo van para hacer hambre, yo me rempujo un cebichito.

Interviene la linda morena del delantal y los ojos igualmente negros…

—Aunquee… servidos en dos porciones, podría traerles, si es que sólo es botana, un buen “ceviche mediterráneo”. Son camarones de la mejor calidad —agrega—, arreglados con su ensalada.

Nos vemos a los ojos, Arcadio manotea la mesa y yo doy por buena la sugerencia. ¡Perfecto! ¡Mediterráneos y en dos porciones! Finalmente, el lugar, aunque no se acerca a ninguna galería de arte, tampoco es una bodega y menos un antro feo. La línea que orienta su decoración es la playa, el mar y las labores marineras, incluyendo aquí y allá referentes asociados a la pesca y a los navíos. Recuerdo alguna boya de las de antes, de cristal amarillento, atrapada entre lazos gruesos entretejidos, o un viejo trasmallo. Creo haber visto los restos de un antiguo timón, pero… ya vamos cerrando el relato con un par de sugerencias. Urge imprimir de nuevo las listas del menú, hoy casi desbaratadas. Cambiar con cada cerveza el tarro helado en que la sirven y, sobre todo, poner atención a sus excusados, parte nodal de la higiene y el negocio de la buena convivencia. Salud amigos. Salud por El Fishgón.

Retroalimentación porfas. cruzcoutino@gmail.com

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