Margarita, mi hermana.

Mazatlán, dos de la tarde, domingo 9 de septiembre: murió la Doctora en Psicología, Margarita Fábregas Puig, mi hermana. Tenía 71 años. Fue la segunda de mis hermanas y hermanos, en una familia de seis hijos procreados por el Profesor Andrés Fábregas Roca y la señora Carmen Puig Palacios. En la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, crecimos juntos con mi hermana Margarita, a quien sólo aventajaba un año y meses. Llevó el nombre de mi abuela materna, Margarita Palacios, hija de la señora Otelina Palacios. Son linajes chiapanecos enlazados a linajes catalanes por azares de la vida. Nos tocó crecer en una ciudad pequeña, la Tuxtla Gutiérrez de la posguerra, la de los años 1945-1960, en cuyo ámbito nos conocíamos todos quienes habitábamos aquella ciudad. Hacíamos una intensa vida vecinal. El barrio era la unidad primaria de organización social. Margarita fue una excelente estudiante, admiradora de su padre, un intelectual cosmopolita habitando una breve ciudad del sureste mexicano.

Ilustración: Alejandro Nudding

Desde niña, fue lectora incansable, gustándole la literatura y los libros nostálgicos. Lloró a mares cuando leyó la biografía de Sócrates y se enteró de que este había muerto asesinado, envenenado con la cicuta. Sucedió en plena aula de la preparatoria del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (ICACH), mientras su padre, el profesor Fábregas Roca, explicaba los contextos de la filosofía elaborada por los griegos. Su sensibilidad no pudo más y estalló en llanto ante el destino de un pensador. Fue lectora de Sartre, adentrándose en el existencialismo muy temprano en su desarrollo intelectual. Decidió sentarse en las banquetas de Tuxtla para observar la existencia y el comportamiento de la gente, haciendo justicia a su simpatía por el filósofo francés. El Buenos Días, Tristeza, de Francoise Sagan fue otra de sus lecturas preferidas quizá porque alimentaba sus sueños y su convicción en un mundo mejor. Cuando llegó el momento de seguir los senderos universitarios, no vaciló en trasladarse a la ciudad de México, en donde la recibí con alegría. Estaba dispuesta a estudiar psicología, influenciada por nuestro padre, quien, además, nos había dictado el curso correspondiente en aquella brillante preparatoria del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, el ICACH, matriz que es de la actual Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).  Pasó bien el examen de admisión en la llamada “máxima casa de estudios” de México, la UNAM, e ingresó a la facultad de Filosofía y Letras en donde conoció a Luis González de Alba, Roberto Escudero y en general, a la generación del 68. Fue amiga cercana de la familia de Marcelino Perelló, compartiendo el aula con Mercedes, hermana de uno de los líderes del 68. Participó en las actividades estudiantiles mientras leía a Erich Fromm, a Sigmund Freud, a los clásicos de la psicología. No tuvo miedo a las barricadas estudiantiles y ahí estuvo, al lado de sus compañeros, aguantando la represión y el autoritarismo. En las reuniones estudiantiles en el departamento que compartíamos, conoció a la “generación 68 de antropología” y departió con ellos, con Javier Guerrero, quien la llamaba “Gretchen”, con Virgilio Caballero, con mis amigos de toda la vida, Brixi Boehm y Pepe Lameiras, con Isaac Teitelbaun, con Fito Sánchez Rebolledo, hijo de otro notable republicano español, el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez. La recuerdo muriéndose de risa con las ocurrencias de los cuates o frunciendo el ceño, cuando algo le parecía raro. Se graduó bien. Fue por lo menos un año, secretaria del gran pensador mexicano Elí de Gortari, autor de la Introducción a la lógica dialéctica (1979) y Rector que fue de la Universidad Autónoma de Michoacán. Siguió su camino universitario aun después de casada y estudio en Perugia, Italia, siempre psicología. Casada con un ingeniero muy especializado en el terreno de las máquinas-herramientas, procreó a una niña, muerta en la flor de la adolescencia, y cuatro hijos que le sobreviven.  Siguió a su esposo por los rumbos que trazaba el trabajo y así vivió en Torreón, Coahuila, en donde fundó un Colegio. Alguna vez la visité en aquella ciudad capital de la Comarca Lagunera. Nos alegraba el vernos, saber de nosotros. Le parecía fabuloso el que fuese un antropólogo. Los senderos del trabajo de su esposo, la llevaron a Monterrey en donde fue docente de la Universidad de Nuevo León y tuvo su propio consultorio de psicología. Por cierto, se dio el tiempo para fundar la Escuela de Psicología del ICACH, en su natal Tuxtla Gutiérrez. Siempre que pudo, visitó Chiapas, la casa de nuestros padres, los encuentros familiares en las vacaciones, en las fechas decembrinas. Poseyó un sentido crítico, diría más: un agudo sentido crítico. Creo que conservó la simpatía por Sartre hasta el último momento de su vida. El existencialismo le pareció una filosofía orientadora de la vida, penetrante de la naturaleza humana. Con Marx, siempre discutió. Le parecía demasiado descarnado. Leyó mi libro Los Años Estudiantiles, que, según me confió, disfrutó. “Escribes bien” me dijo al teléfono. Confieso que me halagó con ello. Fue uno de los últimos diálogos telefónicos que tuvimos.

Margarita, mi hermana, murió en un domingo, no sin antes estar sentada frente al mar de Mazatlán y beberse una cerveza bien fría. Escuchó la música de banda, que le parecía “horrible” porque era aficionada al jazz, a Winston Marsalis, a Louis Amstrong, a Charlie Parker. Todavía conversó con su hijo mayor, horas antes de morir, en una plática lúdica, alegre, como retando a la parca, hablando de sus cosas. Con nostalgia jocosa, si tal existe. Así la recuerdo. Así la recordaré.

Hasta luego, Margarita, mi hermanita en términos de Chiapas. La primera de los hijos del matrimonio Fábregas-Puig que viaja hacia ese ámbito que nunca conoceremos. No sé si la encontraré de nuevo. Pero en lo que me resta de vida, la llevo en la memoria de días felices, espléndidos, juveniles, fraternos.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 10 de septiembre de 2018.

 

2 Comentarios en “Margarita, mi hermana.”

  1. Maria de Lourdes Urbina
    19 septiembre, 2018 at 12:30 #

    Sólo quiero agradecer a Andrés, la descripción tan hermosa que narra sobre su hermanita, Margarita. Y enviarle un abrazo afectuoso por la ida de su hermanita. Apenas me faltan unos meses para cumplir los 70 y me gustó mucho las vivencias ahí descritas. Agradezco también a Andrés al mencionar a su querido papá Don Andrés Fábregas Roca que fue mi maestro en el ICACH, y fue el filósofo que nos guío y que nos ensenó a respetar a todos los seres humanos y nos dió los conocimientos para que buscáramos los caminos de la liberación de pensamiento y de acción. Desde Alingsås, Suecia le envío un gran abrazo solidario. Mi nombre es María de Lourdes Urbina Paredes y nací en Tuxtla, soy coneja e iré hasta cuando pueda a visitar mi Tierra, Chiapas, México.

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  1. Margarita, mi hermana I Chiapas Paralelo – Unidad Regional - 24 septiembre, 2018

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