San Cristóbal y el Amor en los tiempos del Porfiriato

Antes de llevar la serenata, lo primero que hacia el enamorado era enviar una pequeña cartulina del tamaño de una fotografía grande adornada muy discretamente con flores de ocasión y algunos versos con el nombre del respectivo autor, dicho regalo  era recibido con gran júbilo  por parte de la enamorada a quien se le hacía dicho presente.

Por Maximiliano Ruíz Sánchez

Ahora que estamos en en el Día San Valentín y todo lo que esta celebración conlleva  recordamos las  anécdotas  que nos  dejó el profesor Prudencio Moscoso sobre el San Cristóbal y los tiempos que se fueron y que hoy tan solo nos traen recuerdos y buenas historias por contar.

La maestra Irma Gordillo en su breve ensayo: “Remembranzas Históricas San Cristobalenses”  publicado en la compilación de ensayos sobre: “La Ciudad de San Cristóbal de Las Casas a sus 476 años” hace alusión a los vínculos humanos  en los tiempos del Porfiriato,  pues la maestra cita  algunas anécdotas históricas del  primer cronista de la ciudad el maestro: Prudencio Moscoso Pastrana.

Moscoso Pastrana hace alusión de las viejas tradiciones de cortejo que tenían lugar en el antiguo parque Vicente Espinoza  hoy parque Dr. Manuel Velasco Suárez donde las y los jóvenes caminaban alrededor del Kiosco, las mujeres debían caminar al sentido inverso de los hombres quienes después de varias vueltas y varias sonrisas les lanzaban  serpentinas y  confetis  en señal de cortejo, después de realizar el cortejo  y de ser correspondidos,  las parejas felizmente se iban a platicar, conocerse y quizá en días o mes es posteriores decidían ser novios.

El maestro Prudencio Moscoso en  sus semblanzas históricas, “Panorama de San Cristóbal de ayer”  las cuales  se remontan  a los días de Porfirio Díaz donde nos relata que una vez que las jóvenes parejas que se cortejaban en el parque y estos decidían empezar un noviazgo, los novios, reproducían   la costumbre de llevar serenata a la novia o a la joven que trataban de conquistar, cabe destacar que dicha práctica tan solo se daba entre las familias con un elevado rango social.

Antes de llevar la serenata, lo primero que hacia el enamorado era enviar una pequeña cartulina del tamaño de una fotografía grande adornada muy discretamente con flores de ocasión y algunos versos con el nombre del respectivo autor, dicho regalo  era recibido con gran júbilo  por parte de la enamorada a quien se le hacía dicho presente.

Después de enviar la  fotografía el joven tenía que dar parte a las autoridades municipales de aquel entonces sobre la intención de llevar serenata, la autoridad al otorgar el permiso para dicho acto enviaba a un muy reducido número de policías para cuidar el orden del barrio  y evitar perturbar la paz pública, de igual forma la autoridad municipal por única ocasión colocaba un alumbrado especial y se regaba la tradicional juncia frente a la casa o balcón de la joven enamorada  y a petición de los interesados se podía asistir la serenata con una pequeña cantina móvil la cual contenía los licores preferidos por el novio y sus invitados.  La serenata  debía empezar a las doce de la noche cuando el silencio era reinante, la marimba u orquesta tocaba de siete a ochos piezas. De igual forma se acostumbraba a llevar serenata, o “gallo” con piano, el cual, para llevarlo hasta la casa de la enamorada se montaba en una carreta con las llantas debidamente engrasadas para evitar molestias por el ruido, dicha carreta era jalada por un par de bueyes, cuando el novio no conseguía la carreta entonces entre él y sus amigos cargaban el piano llevándolo por varias cuadras con el fin más preciado de hacer feliz a su enamorada y engrandecer los vínculos  que los unían.

Curiosamente la noche anterior al Jueves de Corpus Corpus Christi era la indicada para llevar serenatas. Después del  “Gallo” los músicos eran invitados a cenar, donde no podía faltar el famoso caldo para los  trasnochados. Al día siguiente de la serenata, el novio enviaba  a la novia un hermoso ramo de flores  y una caja de chocolates ambos regalos eran muy bien recibidos por la joven enamorada, todos los gastos que el novio hacía por llevar estos lindos detalles en  la mayoría de las veces obligaba al joven a empeñar algunas alhajas o prestar dinero para poder ofrecer el cumplido  como muestra de su amor.

El profesor Prudencio Moscoso comenta que para la gente de escasos recursos  consistía en un detalle de honor con el que se tenía que cumplir, el cual era sumamente significativo tanto para el novio como la novia que recibía tan dignos y bellos detalles.  Hoy en día ambas tradiciones  y costumbres que en su momento eran tan ansiadas por los vecinos del barrio donde vivía  la enamorada, tan solo quedaron en el recuerdo y en las anécdotas del San Cristóbal que se nos  fue.

A  decir verdad hoy el amor y los vínculos humanos se enfrentan a una época donde las redes humanas por medio del uso del internet en muchas ocasiones se ven afectadas y llenas de sentimiento,  soledad y melancolía  pues la cercanía del verdadero afecto humano no  debe ser rebasado por el mundo virtual, el cual nos  ha deshumanizado, nos ha alejado  y  en muchas ocasiones nos desorienta de nuestras verdaderas intenciones, pues un like o un comentario no podrán sobrepasar el valor humano de una carta o un ramo de flores.

Artículo escrito por: Maximiliano Ruíz Sánchez.

Alumno de la Facultad de Derecho, C-III de la UNACH, a 11 de febrero de 2019.

 

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