Peor que los ricos

Casa de citas/ 452

Peor que los ricos

Héctor Cortés Mandujano

 

Con un abrazo a Andrés Fábregas Puig;

gracias, querido Andrés, por tu opinión

 

Leí hace años, cuando lo compré, Teoría y praxis del teatro en México (especulaciones… en busca de escuela), editorial Gaceta, 1982, de Sergio Jiménez y Édgar Ceballos, con artículos de lo mejor de nuestra gente de teatro: Usigli, Novo, Wagner, Azar, Mendoza, Gurrola, Castillo, de Tavira…

Lo releí recientemente por algunas cuestiones que no vienen al caso, pero al encontrarme de nuevo con el texto del gran Seki Sano recordé lo importante que es no olvidar la niñez en el arte, que el mejor artista es aquel que no deja de ser niño. Dice este maestro (p. 135): “El niño que monta una escoba ‘es’ momentáneamente Emiliano Zapata, y su escoba es nada menos que aquel hermoso caballo blanco que inmortalizara Diego Rivera. […] Una almohada en los brazos de una niña es su hijo; la ‘mamá’ lo acaricia, lo ‘arrulla’, lo cuida amorosamente. […] El niño juega y vive en su mundo imaginario, sin perder contacto con el mundo real”.

 

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He visto, tal vez sin excepción, todas las películas de Buñuel y algunas varias veces. He leído, también, muchos libros sobre él y su obra. Uno que acabo de disfrutar es Luis Buñuel en su archivo. De Los olvidados a Viridiana (Fondo de Cultura Económica, 2015), de Javier Herrera, cuyo título explicita su rico contenido: todos los documentos que Buñuel guardó y que ahora están a resguardo del Ministerio de Cultura español. Una maravilla que recomiendo a quienes sean admiradores de este artista que hizo mucha de su obra en nuestro país y que se asumió públicamente como mexicano. Declara en torno a The Young One (La joven, 1960), en la página 330: “Debe ser tenida por una película mexicana. Ha sido enteramente filmada en México, en estudios y exteriores mexicanos; todo el equipo técnico es mexicano, el fotógrafo es Gabriel Figueroa; la productora es mexicana (Olmeca Films) es mexicana, y yo mismo soy mexicano”.

La investigación es minuciosa, profesional, redonda, y mezcla con fortuna entrevistas, documentos, críticas, declaraciones y un sinnúmero de referencias. Hay una frase que ahora dice cualquiera y que aquí la declara Buñuel en francés, a propósito de su película Nazarín (1958-1959), en la página 275: “ ‘Grace a Dieu, je suis toujours athée’. El origen de esta famosa frase se encuentra en esta película y se publica por primera vez en el contexto de una entrevista-encuentro que sostiene con Luis Buñuel en México DF el crítico de Le Monde, Jean de Baroncelli. […] Traducido literalmente querría decir: ‘Gracias a Dios, siempre soy o he sido ateo’ ”.

Foto: Mario Robles

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Qué buen escritor es Rubem Fonseca. De su magistral novela Agosto (Cal y Arena, 1993), son estas dos citas. La una es una sentencia (p. 181): “Sólo existe una gente peor que los ricos: los pobres”, y la segunda es una declaración escrita con lápiz en la mesa de una cantina (p. 319): “Marieta, voy a tomar insecticida por tu culpa”.

 

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Al doctor Fillipp Filippovich, quien convierte a un perro en hombre en la genial Corazón de perro, de Mijail Bulgákov (publicada originalmente en 1925, mi libro es de Lectorum, 2018), no le gusta golpear ni maltratar a nadie. ¿La razón? (p. 44): “La caricia es el único modo de comunicarse con un ser vivo. Con un animal, no importa su grado de desarrollo, nada se puede conseguir mediante el terror”.

 

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Leo Rostro y corazón de Anáhuac (Asociación Nacional del Libro, 2001), de Miguel León-Portilla (regalo en el Día Nacional del Libro), que reúne textos diversos de este estudioso de nuestras antiguas culturas, recientemente fallecido.

En su introducción, explica el título (p. 11): “Rostro y corazón –ixtli, yollotl– es expresión de una bella metáfora en náhuatl. Juntas, las dos palabras evocan la plenitud de la identidad personal”.

Dice León- Portilla, en “México prehispánico en la historia universal”, que (p. 22) “en Mesoamérica nunca se empleó utilitariamente la rueda”; que no se domesticaron animales y que, entre otras cosas (p. 23), “jamás se trabajaron en Mesoamérica el bronce y el hierro”.

En “La familia náhuatl prehispánica” reproduce las (p. 52) “palabras de un padre náhuatl a su hijo que alcanza la edad de discreción”. Abre con fuego: “No te arrojes a la mujer/ como el perro se arroja a lo que le dan de comer”.

En contraparte, también están los consejos que da a la hija (p. 56): “Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que punza. […] El Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se hace siembra de gentes…”.

En “La senectud en el México antiguo” cita una historia contenida en el Códice Florentino. En los tiempos de Nezahualcóyotl (p. 100) “fueron detenidas dos ancianas de cabeza ya blanca”, porque traicionaron a sus maridos y “tuvieron que ver con unos jovenzuelos”.

Nezahualcóyotl les preguntó por qué lo hicieron, “¿acaso todavía deseáis las cosas del sexo? ¿No estáis saciadas a vuestra edad?”, y las ancianas respondieron:

“Vosotros, los hombres, os cansáis, os acabáis, pronto os destruís. Ya es todo; ya nada queda por desear. Pero en esto, nosotras las mujeres no nos cansamos, porque hay en nosotras una cueva, un barranco cuyo único quehacer es aguardar lo que se le da; cuya única función es recibir. Pero si de esto tú ya eres impotente, si tú ya no te excitas, ¿para qué serás ya?”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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