La narrativa y la realidad nacional

Maestro del escapismo político; pronto el presidente López Obrador cambió la narrativa nacional ante el fracaso evidente del operativo en Culiacán para detener a Ovidio Guzmán.

Respecto a ese tema, el estado mexicano no claudicó ante el crimen organizado, más bien el fracaso es resultado de la estrategia de guerra contra el narcotráfico. Pero no solo el estado mexicano pierde ante el fracaso del operativo; también los grupos delictivos pierden porque mostraron su verdadero rostro; no protegen a la población, solo la utilizan y se aprovechan de su pobreza.

Esa experiencia sobre el verdadero rostro de la delincuencia no solo es en México, en Colombia a Pablo Escobar le decían el “Robin Hood paisa”, pero ese apelativo terminó diluyéndose ante la pesadilla que desató Escobar ante su probable extradición a Estados Unidos.

Mi humilde opinión personal sobre el tema del consumo de las drogas es como la de la frase atribuida al economista Milton Friedman: “el que se quiera morir, que se muera”. Evidentemente que, en este caso; el papel del gobierno es evitar que la ciudadanía tenga un daño colateral que no se lo buscó. Obviamente que estamos hablando de libertades; la opción de elegir entre lo bueno y lo malo.

Sin embargo, es evidente que la denominada “guerra contra las drogas” ha dejado un daño colateral a nuestro país. La ilegalidad de estas actividades deja raudales de dinero que difícilmente dejarán esas ganancias en un escenario de legalidad de las drogas.

Con el denominado “culiacanazo” el gobierno de López Orador pierde, pero también los grupos criminales. Es como “un antes y un después”. Es incluso como un “pogromo” que todavía no sabemos si ello significará más baño de sangre para el país, si ya llegamos al “punto de inflexión” donde como en una guerra, los grupos criminales no podrán sustituir a quien es abatido; si las instituciones de inteligencia se fortalecerán y si el combate a este tipo de delincuencia por fin privilegiará la búsqueda de los recursos financieros.

Otro aspecto a considerar es lo global del tema del narcotráfico; Estados Unidos como consumidor, siempre presiona a México, pero; ¿Qué sabemos de la cooperación mexicana con Colombia el país comercializador, con Bolivia y Perú los productores? Actualmente hasta China entraría en esta ecuación donde México -citando a un clásico- es el trampolín y Estados Unidos la alberca, porque de ese ese país oriental entran a nuestra patria los precursores químicos para las drogas sintéticas.

Realmente los temas del debate nacional en estos días deberían ser el fracaso sucesivo de las estrategias gubernamentales de lucha contra el narcotráfico; el mal año económico nacional que corre el peligro de que la primera presidencia de la izquierda tampoco no pueda -como las que califica de neoliberales y que la antecedieron- romper con la inercia de crecer económicamente de dos por ciento para abajo.

El país debería estar comentando la falta de inversión pública, especialmente la municipal y la que denota inversiones; el maltrato presidencial a la prensa, la falta de respeto a la voluntad ciudadana en Baja California y otros temas que en este momento escapan a mi memoria.

Pero cual mago del escapismo, López Obrador desvía la narrativa nacional hacia una supuesta intentona de Golpe de Estado y al parecer, AMLO está ganado el debate a sus críticos. Si revisamos las encuestas que aseguran que sus bonos de aceptación entre la ciudadanía no bajaron; esto nos lleva a una pregunta interesante: ¿Qué clase de país le dejaron a López Obrador sus antecesores? Incluso es válido también preguntarse ¿Ante la coyuntura actual; al grueso de la población mexicana solo le interesa que quienes la sumieron en la pobreza sean castigados llamados a cuenta penalmente?

Prestidigitador de la política, AMLO habló de golpe de estado, cuando es evidente que en el país no existen condiciones para ello; no hay amenazas externas, -porque la de Donald Trump es solo sobre el tema migratorio- los militares nacionales tradicionalmente guardan su descontento y son premiados con ascensos; por su parte la clase económica y política nacional en momentos de crisis solo piensa en radicar en el extranjero y, sobre todo en sacar sus capitales financieros del país.

Una polarización social traducida en movilización electoral -es decir en un instrumento democrático- impulsó a López Obrador a la presidencia de la república; años de activismo político y de errores y frivolidad de sus adversarios -precisamente lo que AMLO debe evitar- le dieron una amplia base social que no le retira su apoyo. López Obrador lo sabe y seguramente está consciente de la complejidad del tema de seguridad. Por ello necesita “darle la vuelta a la página”.

La salida que AMLO buscó para contener la crisis sobre el “culiacanazo” la encontró en su “estilo personal de gobernar” que es la campaña política permanente. Ahora bien, ¿Por qué el presidente necesita cambiar la narrativa sobre este evento y volver a la campaña política permanente?

Mucho tiene que ver con la sobrevivencia de su proyecto político. La resistencia, las convicciones y la capacidad de sobrevivir a un entorno político adverso son condiciones que ningún o casi ninguno de los políticos mexicanos tiene; menos los que están en su entorno; todos lo siguen cual “borregos políticos”.

En ese contexto AMLO necesita que la idea nacional que podrá encabezar un gobierno que distribuya mejor la riqueza nacional y combata la corrupción e impunidad perdure y transcienda sus seis años de gobierno. Lo necesita porque nadie de su entorno tiene su capacidad de sobrevivencia.

A favor de la perdurabilidad de su proyecto político, suma la falta de credibilidad y la debilidad de los demás partidos políticos. Sin embargo, el instrumento que los mexicanos preferimos para buscar los cambios políticos -es decir las elecciones- puede voltearse en su contra debido a la decepción de un gobierno que prometió un cambio y no lo logró.

AMLO está consciente de ello, pero olvida que vivimos en un país cuyos ciudadanos aspiramos a una democracia plena; no a una democracia monolítica en donde como ha sido hasta ahora, la clase política es la que piensa que tiene la razón.

La diversidad de pensamiento y la tolerancia construyen el día a día de la democracia y esta se traduce en respeto a las instituciones. AMLO no ha perdido nada, mucho de quienes votamos por su proyecto político, seguramente lo volveríamos a hacer con tal de sacudirnos un pasado de falta de meritocracia y que privilegió la corrupción y la impunidad para garantizar la gobernabilidad.

Finalmente, cada ciudadano, cada político, cada académico tiene un concepto de democracia. No se diga los intelectuales y seguramente también cada movimiento social. Por eso, probablemente es un gran desafío describir con precisión lo que realmente es la democracia.

Ante la diversidad del concepto, lo primero es aceptar la existencia de diferentes tipos de democracia y de pensamiento político. Esto porque la diversidad permite la identificación y descripción de las muchas variantes de la democracia en el mundo. Además, evita un sesgo etnocéntrico.

Me gustaría que antes de confrontarse y evadir los problemas, el presidente fortaleciera la democracia nacional escuchando la crítica, tolerando a quienes disienten con su proyecto de gobierno y aceptando los errores de su equipo de trabajo.

Fortalecer nuestra democracia es lo que nos falta y esta debe ser una de las prioridades de gobierno. La realidad nacional lo amerita.

 

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

 

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