Por las librerías de Donceles


© Libros, libros y más libros. Ciudad de México (2015)

A Sonia y Robert, libreros amigos

[Primera de dos partes]

Lo que hace tiempo emprendimos como un juego, hoy en verdad se ha convertido en una pasión: dejar a la posteridad una biblioteca especializada en Chiapas. Útil a estudiosos e investigadores, cuyos recursos, igual que el sitio, cederíamos en su momento a la universidad pública más prestigiada y eficaz de Chiapas. Biblioteca que iniciamos con los escasos libros de nuestra Secundaria y Prepa, aunque también con los usados durante la Universidad. Hoy la biblioteca del Aguaje, de acuerdo con el último recuento, contiene 4,500 títulos y 2000 revistas.

Y, no obstante, la tarea ha sido difícil: batallamos infructuosamente para obtener donaciones públicas y privadas. Intercambiamos por faltantes los materiales que resultan repetidos. Pero la fuente principal ha sido la adquisición directa; la compra de nuevos y usados en donde quiera que los encontramos. Por esta razón voy a referir las librerías de viejo, aunque… debo reconocer que nada de esto sería posible, si no es porque antes, mucho antes, desarrollamos el gusto por el coleccionismo. Por la filatelia y la numismática en primer lugar, aunque también formamos una pequeña colección de billetes, series de cubiertas de cigarros y de envolturas de chocolates y vitolas. Estas últimas, anillos o marcas peculiares de los cigarros puros, los llamados habanos.

Así que, tras ese largo entrenamiento, hace quince años dimos por descartar todo eso y avocarnos exclusivamente a los libros de Chiapas. A ello se debe nuestra cercanía con la calle de Donceles en la ciudad de México, especializada en libros y librerías de viejo (aunque también se ocupa de impresiones y artilugios fotográficos). Al igual que otras zonas: Coyoacán, la Ciudadela, Puente de Alvarado, Museo del Chopo, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, vestíbulo de la ENAH, e incluso algunas librerías ubicadas en las calles adyacentes a la de Donceles, en el Centro Histórico de la ciudad de México: Madero, Allende, Tacuba y el corredor ubicado detrás del Palacio de Correos.

Y es que, a los sitios de estos rumbos recurrimos, para hurgar y encontrar entre miles de materiales, papeles y revistas viejas, los antiguos libros de Chiapas: agotados, desconocidos, extinguidos o muy escasos. Tanto, que en ocasiones no se encuentran en los repositorios de las mejores bibliotecas públicas, tampoco en aquellas pequeñas y especializadas, las de centros e institutos de investigación sino, por fortuna… en las de los amigos.

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Hermosas y valiosísimas son las librerías de viejo entonces, cuyas visitas siempre son una experiencia religiosa o… quizás, más bien: encuentros indescriptibles, encantadores, desde el deletreo mismo de sus nombres sobre sus fachadas, marbetes extraordinarios. El Laberinto, El Tomo Suelto y Bibliofilia, por ejemplo, o El Hallazgo, El Gran Remate y El Callejón de los Milagros. Aunque igual, ahí se encuentran Las Tres Cruces, La Torre de Viejo, Metamorfosis, Los Hermanos de la Hoja y un largo etcétera.

Así que, ante tal razón, vamos por estas calles… Identificas las librerías, entras a ellas, e inmediatamente percibes la fragancia fuerte de los libros viejos, mezcla de naftalina, tintas aromáticas y celulosa de madera, antigua materia original del papel y de los libros. De los ejemplares y volúmenes ahora amarillentos, pardos y cafezuscos. Manchados unos, salpicados otros, e incluso semidestruidos algunos por ratas y polillas. Libros de pastas sencillas, suaves, duras, de piel o de forros extraordinarios, como los tomos protegidos en estuches peculiares.

Entramos a un pasillo y luego a otro, a izquierda o derecha. Vas o vienes, tuerces y te encuentras con bancos para subir al entrepaño de arriba, o para sentarte en ellos. A echarle una ojeada a los libros de abajo. Avanzas y encuentras pasadizos varios, tomas el de junto y luego subes por la escalerilla que te lleva al anaquel más alto. Te sientas incluso sobre ella y arriba ojeas tu hallazgo. Bajas y en ocasiones encuentras un vestíbulo, o una escalera y vas al mezanine o al desván, igual atestado de libros. Vuelves y entonces… de repente ocurre algo inesperado e irrepetible. Eso que a mí me ocurrió una vez, cuando apenas me iniciaba en esto; en una de aquellas librerías, cuando aún no las conocía.

cruzcoutino@gmail.com agradece retroalimentación

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