La Máquina Celeste: gloria en un torneo de reglas mediocres

Homero Ávila Landa

Nuestro torneo de futbol profesional escamotea la competitividad y la emoción articulada a ella en al menos dos formas: 1) Al no producir campeones justos, surgidos de la acumulación de puntos, que demostraron haber sido los mejores durante la etapa regular del campeonato; 2) y al no permitir disfrutar rachas positivas en las cuales los equipos demuestran niveles óptimos de funcionamiento, tal como es el caso actual del juego que despliega el Cruz Azul. Aun así, es decir, incluso a sabiendas de que el torneo está hecho para hurtar lo relativo a la justicia deportiva y a los logros cultivados en los méritos competitivos, el negocio tiene claro que el futbol profesional se sostiene en ilusiones y en emoción ilimitada en el corazón de los aficionados. Desde luego, y eso está probado con las cuentas bancarias de los dueños del futbol, el torneo es un éxito comercial; aunque la competitividad sea casi mediocre cada torneo. Del total de juegos al semestre, un porcentaje de los mismos son realmente de calidad deportiva aceptable; la mayoría transcurren bordeando lo insufrible.

Ya sabemos que las reglas son las mismas para todos, o cuando menos sabemos que todos están de acuerdo en las reglas dadas de antemano en cada torneo; así que la existencia de la liguilla está aprobada por todos; nadie puede llamarse a engaño ni a falta de justicia en cuanto al formato para producir al campeón en nuestro futbol de primera. Entonces cero injusticias, hay consenso, pero también mediocridad al no estar diseñado para que sea campeón quien cosecha más puntos durante la fase más larga del torneo, sino quien juega mejor, o cuando menos quien puede organizarse para ganar unos cuantos juegos, en la fase de liguilla. Ha sido tan malo el diseño del torneo, por falta de competitividad real o sostenida, que, como se recordará, la historia del futbol mexicano profesional cuenta con un campeón que alcanzó ese título mediante un empate en una final, gracias a las reglas del juego imperante entonces. Algo que ya fue “corregido”.

Nuestro futbol tiene campeones que entraron a la liguilla entre el segundo y el octavo lugar; y tiene también algunos campeones que produjeron el mayor número de puntos durante la temporada regular, la más larga (antes de 38 jornadas; desde los torneos cortos, de sólo 17 jornadas). Pero lo común, tomando en cuenta campeonatos de ligas de otros países, es que resulte campeón quien hace más puntos; no es nuestro caso. Acá, al menos para el jugador, debe ser frustrante haber sido los mejores del torneo y perderlo todo en un mino campeonato, un octagonal. Incluso por ello, sería entendible que jugadores y entrenadores pierdan interés en la competitividad e importancia en los torneos y en su profesión.

Todo lo anterior, viene a cuenta porque yo, aficionado al Cruz Azul, considero que este torneo ha sido fantástico, que incluso le hace bien al futbol mexicano un equipo con tantas victorias seguidas (algo poco común en nuestra liga) sostenidas en el despliegue de buen nivel de juego: equilibrio, destreza defensiva y solvencia ofensiva; media cancha técnica, esforzada, a veces elegante, regularmente creativa y hasta definidora, si pensamos en Romo o en Pineda. Doce triunfos al hilo no es poca cosa y aun puede quedar en el olvido, dado que no hay garantías para coronarse gracias a los puntos.

Lo que sí, es que están listos los detractores del equipo para desatarse con críticas insulsas si no se levanta con la corona. Según una red como Twitter, hay muchísimos que ya dan por hecho que el equipo no saldrá campeón, y pueden decirlo porque -otra vez, por la particularidad anti competitiva, de nuestro futbol- aún tratándose del equipo con el mejor puntaje del campeonato (y cierto que América podría estar en primero si no fuera por los tres puntos perdidos en la mesa; y podría tener con todo mérito el liderazgo, y hasta el campeonato), ese otro mini torneíto llamado liguilla, puede ganarlo “cualquiera”. Así, tiene más importancia el torneo de 8 equipos (donde con empates, incluso con derrotas, y con contados triunfos puede campeonarse), que el “largo” de 17 jornadas. De modo que nunca sabemos, no podemos vislumbrar, quién será campeón en México.

Bien haremos en apreciar, en disfrutar de ese otro modo el campeonato; es decir, centrados en el buen juego de nuestros equipos, según sea el caso. En este momento, cruzazulinos y americanistas pueden mantenerse felices con sus equipos, con su buen futbol, con su carrera casi parejera, con sus jugadores y su estilo de juego. Si resultan o no campeones, no es sustantivo en este momento de altos vuelos. ¡En nuestro futbol, puede ser campeón hasta el número 12 de la tabla!; pero jugar bien, lucir, dominar, no cualquiera.

 

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