El gobierno y la prensa en Chiapas

En varios estados se ejerce violencia física o violencia simbólica en contra de periodistas. En el nivel nacional el presidente Andrés Manuel López Obrador arremete contra sus críticos. Lo mismo hacen los gobernadores de Veracruz, Puebla y Jalisco; los dos primeros emergidos de Morena, y el último, de Movimiento Ciudadano.

Los políticos que atacan a periodistas tienen colores diversos; lo hemos visto a lo largo de la historia: Felipe Calderón y sus huestes no dieron pausas en sus descalificaciones a Carmen Aristegui cuando la comunicadora se atrevió a preguntar si el presidente era alcohólico.

Después, Enrique Peña Nieto y su entonces esposa Angélica Rivera convirtieron a Aristegui en blanco de sus odios, después de que dio a conocer el reportaje de la casa blanca.

Hoy, el contexto es desolador y peligroso para los periodistas, tanto por los ataques del presidente Andrés Manuel López Obrador a varios comunicadores, como por los asesinatos cometidos a informadores, que solo en este año suman 5, lo cual convierte a México en el segundo país más peligroso para ejercer el periodismo.

Uno se pregunta, ¿qué sucede en Chiapas, con esta situación tan grave en el nivel nacional?

En nuestro estado, hay que reconocerlo, no vivimos el asedio al que se enfrentan periodistas de Jalisco, Ciudad de México, Puebla o del norte del país, pero desgraciadamente se ha padecido el asesinato de Mario Gómez y de Fredy López Arévalo.

Hay que reconocer que tenemos a un gobernador respetuoso de la libertad de expresión. Es más, pareciera no interesarle lo que digan los periodistas. No convoca a conferencias de prensa, no concede entrevistas, en fin, no dialoga con el contrapoder que debieran ser los periodistas.

Periodistas protestan con sala de redacción frente Palacio de Gobierno, exigen detención de autores intelectuales del asesinato de Mario Gómez –

Su gobernar discreto tampoco ha surtido material interesante a los periodistas. Sus hijos no dan órdenes a secretarios, ni tampoco sabemos que hagan negocios millonarios al amparo del poder local.

Eso es bueno, y hay que reconocerle al gobernador este respeto por la prensa. Rutilio Escandón no persigue a comunicadores, como lo hace el gobernador de Veracruz, tampoco descalifica a periodistas, como es el estilo del gobernador de Puebla.

Ningún gobernador, sin embargo, ha escalado tan alto como el presidente de la República, quien se ha enfrascado en un enfrentamiento estéril y contraproducente para su gobierno, con periodistas de presencia nacional.

Es más, en sus diatribas con Carlos Loret de Mola mintió descaradamente o violó la Constitución, así como diversas disposiciones jurídicas, al dar a conocer datos personales de un ciudadano.

Si el presidente buscaba acallar a un periodista, lo que ha provocado es el despertar de miles de ciudadanos que se mostraban indiferentes en ese choque con la prensa.

Es claro que ese accionar, que no es ejercicio de la libertad de expresión, sino de golpeteo, no fortalece nuestra democracia. Al contrario, la debilita.

Es condenable lo que ha hecho el presidente, de quien por un tiempo pensé que era un demócrata. Está claro que navega hacia una ruta autoritaria.

Celebro, por esta razón, que el gobernador de Chiapas no se enganche y no siga ese derrotero tan peligroso que ha trazado el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es preferible que ignore a la prensa, a que se enfrente a ella con descalificaciones y amenazas.

 

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