El infierno son los otros

Casa de citas/ 571

El infierno son los otros

Héctor Cortés Mandujano

 

En la obra de teatro A puerta cerrada (Editorial Tomo, 2015, con traducción de Roberto Mares), Jean Paul Sartre nos cuenta la historia de tres personas muertas (Inés, Estelle, Garcin) que deben convivir eternamente juntas en el infierno. Al principio, suponen que llegará un verdugo a torturarles; poco a poco se dan cuenta de que en realidad su tortura será la convivencia (p. 91): “El infierno son los otros”.

 

***

 

En el mundo no hay mala suerte

sino blancos

Sethe,

en Beloved, de Toni Morrison

 

He leído varias novelas de Toni Morrison (1931-2019), primera afroamericana de EUA en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1993. Como todas las que he leído, Beloved (2011, Mondadori, con traducción de Iris Menéndez) también tiene como tema central la problemática de la población negra en su país.

Paul D, uno de sus protagonistas, como varios negros (así son llamados en la novela) con lo que convive, desahoga sus pasiones sexuales con vacas tiernas, mientras espera una nueva mujer (p. 34): “La chica nueva con la que soñaban de noche y por la que follaban terneras al amanecer mientras esperaban su elección”. Sin embargo, piensa Paul (p. 43): “El salto de una ternera a una chica no era tan extraordinario”.

Sethe, lo mismo que Paul, cada cual por su lado, escapa del amo salvaje que los golpea inmisericorde. A ella la han violado sistemáticamente y está embarazada. Ha visto cosas horribles en su cotidianidad (p. 54): “Una vez estaba pescando en el río Beaver, donde los bagres son delicados como el pollo. Estaba allí pescando y pasó un negro flotando a mi lado. A mí no me gustan los ahogados”.

Sethe hubiera muerto, junto con su bebé, sino la ayuda otra negra, Denver, a quien encuentra por casualidad. En su honor, así nombra a su hija. Denver se casó por primera vez a los trece años y ha tenido varios hijos, a algunos los mató porque eran resultado de violaciones. Para su matrimonio primero se hizo un vestido con retazos robados de sus amos, incluso de tapetes y mosquiteros. Le dice a su interlocutora (p. 85): “No te imaginas la facha que tenía con el peor vestido del mundo. Sólo mi chal de lana impedía que pareciera un fantasma ambulante”.

Un día, le cuenta Sethe a Denver, su hija, que su madre un día (p. 87) “abrió su vestido, se levantó el pecho y me señaló algo. Justo sobre la costilla había un círculo y una cruz quemados en la piel. ‘Esta es tu ma’, dijo y señaló. ‘Ahora soy la única que tiene esta marca. El resto murió. Si me ocurre algo y no me reconoces por la cara, sabrás que soy yo por esta marca’ ”. Sethe, por amor, le pide que la marque. Su madre le da una bofetada. No entiende por qué hasta que un día a ella también la marcan con el fierro del amo. “¿Qué fue de ella?”, dice Denver. Sethe da una respuesta rápida: “Ahorcada”.

De una de las golpizas que le dan a Sethe, Amy la cura. El dolor ayuda, le dice (p. 108): “Como sabrás, nada se cura sin dolor”. Los golpes de látigo hirieron su espalda y le pintaron un árbol, un cerezo silvestre. Le cuenta Amy, admirada (p. 109): “Tienes una colección impresionante de ramas, también hojas […]. Tu espalda tiene un árbol. En flor. Me pregunto en qué estaría pensando Dios”.

Paul también era esclavo y atado a varios de sus hermanos escaparon, a sabiendas de que podían ser cazados como animales (p. 147): “La vida estaba muerta”. No siempre los mataban, porque los amos pagaban por negro vivo devuelto. Había que tener cuidado, si eres un blanco cazador, porque (p. 199) “de lo contrario podías terminar matando aquello que te pagaban para que devolvieras vivo. A diferencia de una serpiente o un oso, un negro muerto no podía despellejarse para sacar beneficios, y su peso muerto no valía nada”.

Ilustración: HCM

Paul D sabe que nada puede ser suyo (pp. 216-217): “De modo que te protegías amando cosas pequeñas. Escogías las estrellas más diminutas del cielo y te las apropiabas, volvías la cabeza para ver lo amado por encima del borde de la trinchera antes de dormirte. Le robabas tímidas miradas entre los árboles durante el ascenso de la cadena. Hojas de hierba, salamandras, arañas, pájaros carpinteros, escarabajos, un reino de hormigas. Nada más grande serviría. […] llegar a un lugar donde pudiese amar lo que se te antojara –donde no necesitaras permiso para desear– era la libertad”.

Bastante avanzada la novela, Morrison fija la fecha de los acontecimientos (p. 238): “Corría el año 1874 y los blancos seguían en sus trece. Ciudades enteras habían aniquilado a sus negros; ochenta y siete linchamientos en un año, sólo en Kentucky; cuatro escuelas para niños de color incendiadas hasta los cimientos; hombres adultos azotados como niños, niños azotados como adultos; negras violadas por pandillas, posesiones requisadas, pescuezos rotos”.

Al hogar que hacen, con precariedad, en una colonia misérrima donde viven negros escapados solamente, Paul D, Sethe y Denver reciben la visita, que nunca más se va, de la extrañísima Beloved, una negra que parece haber perdido la cordura y a quien sólo importa estar cerca, ver, tocar a Sethe. Paul y Denver no existen para ella. Cuando le pregunta Sethe por qué se llama así, ella le responde (p. 103): “En la oscuridad mi nombre es Beloved”. Beloved, amada, nombre irónico que ella misma se puso, también fue violada sistemáticamente (p. 316): “La llamaban amada en la oscuridad y puta a la luz del día”.

Paul D sabe lo que saben todos los negros, las negras (p. 329): “Cualquier blanco podía apropiarse de toda tu persona si se le ocurría. No sólo hacerte trabajar, matarte o mutilarte, sino ensuciarte. Ensuciarte tanto como para que ni tú mismo pudieras volver a gustarte. Ensuciarte tanto como para que olvidaras quién eras y nunca pudieras recordarlo”.

Como en otras novelas, Morrison en ésta no sigue la linealidad del relato y avanza o retrocede en la vida de sus personajes, sin marcas preconcebidas; incorpora a veces elementos fantásticos, resuelve con síntesis algunas escenas y pormenoriza en otras. Su narración va calando, consigue efectos, hondura, sin hacer concesiones al lector que quisiera más claridad, menos complejidad, más datos para decir que la novela se trata de esto o de aquello. A mí ya, desde hace años, me tiene en sus redes y la seguiré leyendo con devoción.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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