La violencia en el futbol

La violencia en el futbol.
Foto. Cortesía

La presencia de las llamadas “barras bravas” en el país no es nueva. De hecho, desde la academia se ha hecho un amplísimo seguimiento en México y en Latinoamérica, con sendos estudios que hablan sobre la problemática de estas agrupaciones. En el caso de México, si bien había ya indicios de sus acciones violentas, lo que nos causó estupor ahora fue la espectacularidad con que se hizo notar la bronca suscitada entre los equipos del Querétaro y el Altas, a partir de las redes sociales y, en más de los casos, el flujo caótico de la información. Pero más que nada, la saña con que se manifestó esta violencia entre las llamadas barras en un juego de futbol.

Un evento donde todo falló, comenzando por las logísticas de seguridad en un juego de alto riesgo; dejar en estado de indefensión al público en general, donde había familias y niños; no prever la intensa rivalidad entre las porras de los dos equipos antes y durante el juego; y después, dejar que el imperio de la violencia de una minoría se apoderara sin misericordia del todo el estadio.

La violencia en el futbol no es nueva y, por supuesto, no es únicamente latinoamericana. De hecho, sus primeros inicios “mediáticos” son europeos, solo recordar a los tristemente célebres Hooligans ingleses y toda la estela de ruda memoria que ha dejado a lo largo de su trayectoria como “barra brava”. También hagamos memoria que las tragedias de Heysel (Bélgica) y de Valley Parade (Inglaterra), con un saldo de 39 muertos en la primera y 56 en la segunda, se debió en gran parte a la activa acción de los aficionados radicales ingleses. Es importante situar estos datos, porque lo sucedido el sábado pasado en el estadio La Corregidora de la ciudad de Querétaro pareciera ser un hecho generalizado en torno al futbol nacional, y por lo mismo aislado en sí mismo, como parte de esta normalización de la violencia que hemos vivido por un poco más de dos décadas en México, en el sentido de “violento el país, violenta toda la realidad”. Desde luego que sí. Una sociedad en donde hemos asumido como parte de nuestra cotidianidad los escenarios necrófilos que han inundado las noticias durante mucho tiempo, cala hondo en los imaginarios de la gente.

Pero esa explicación también puede resultar relativamente simple. Lo que también tenemos son grados de impunidad y de relajamiento normativo de parte de una federación deportiva, la del futbol nacional que, en aras de la “mercantilización del espectáculo” a toda costa, ha permitido incesantemente toda desfachatez en nombre de sus intereses. Ya se he mencionado en estos espacios tales prácticas, por otros colegas de Chiapas Paralelo y quien esto escribe: cambio repentino de las reglas de juego profesional, favoritismo a ciertos clubes denominados “grandes”, ninguna oportunidad para ascender a la Primera División del futbol profesional, a menos que se paguen millonarias sumas de dinero que casi ningún equipo puede juntar; el ninguneo histórico de la calidad deportiva en beneficio del deporte nacional por excelencia. En este tenor ¿podemos creer que a los empresarios dueños de los clubes y la liga le interesen los aficionados de los equipos? ¿Los que van a los estadios a ver ganar a su equipo y los que encenderán sus televisoras y equipos cibernéticos en el Mundial de Quatar?

Porque ¿quién financia a estos grupos violentos? ¿Desde dónde se permiten sus impunes prácticas? Tampoco se trata de generar responsabilidades maniqueas a un posible enemigo empresarial sediento de ganancias mal habidas (en mucho, sí lo son), pero esta violencia no está aislada de la dinámica de los clubes de la Federación Mexicana de Futbol. Por su criticable actuar ante los otros intereses que tienen que ver con la gente, los fans que siguen la liga y, por ejemplo, esperan de la selección nacional un evento de adhesión nacional.

Solo en México he sabido que, después de la tragedia del sábado pasado, especialistas en el futbol, aficionados de calle, muchos intelectuales de la cultura, han manifestado que México no sea organizador del Mundial del 2026. Los propios mexicanos diciendo que, en castigo por las terribles escenas del fin de semana pasado, el país se pierda de la fiesta mundial del futbol. Eso habla -y mucho- de la desvinculación total que hay entre la Federación Mexicana de Futbol y la gente común (además de la critica especializada y los propios académicos). Solo en este país he oído decir de personas que no saben nada de futbol, y otras que sí, decir: “me da gusto que pierda la selección”, “es injusto que ganen mucho y no puedan jugar bien”, “juegan como nunca y pierden como siempre”. No hay sentido de pertenencia con este esquema. Jamás la selección podrá avanzar ni en su calidad futbolística, ni en su identidad como patrimonio nacional junto a la gente.

Por último, están las perturbadoras escenas que recorrieron, nacional e internacionalmente, a nivel de redes sociales, lo ocurrido en Querétaro. La hiperviolencia que nos mostraron las imágenes entre integrantes de las barras, llamó la atención por el tipo de agresiones y rabia de la que fuimos testigos. Prácticas violentas que en el futbol mexicano no se había visto, porque teníamos en mente que una cosa es el enfrentamiento entre porras de diferentes equipos, incluso un hecho aislado en las tribunas y afuera de los estadios, pero no como una batalla campal en todo el campo, en todos los rincones del edificio deportivo, como si se quisiera mostrar quién manda cuando se trata de hacer de la violencia todo un aparato construido para el terror, ya sea para los contrincantes y para el público en general.

De lo que se trató no fue amedrentar al enemigo deportivo, sino quitarle toda posibilidad de respuesta, de toda dignidad al azotarlo y golpearlo repetidas veces, aún con los cuerpos inconscientes tirados por ahí. Un tipo de agresión que no es del futbol, ni de cualquier deporte, ni de otro campo de la vida social, a no ser de los “otros grupos” que sí facturan la violencia como parte de una obscura profesión y con otros intereses.

La versión oficial dice no hubo fallecidos, pese a que las redes sociales dijeron lo contrario. Si es así, qué bueno. Pero ¿quién filtró esa información falsa? Claro que hay grupos que les interesa que en el país se desate la violencia en todo el territorio nacional, de ahí que hasta pensemos que estas acciones en un campo de futbol fuesen organizadas previamente por cómo se movieron los agresores, como si la emboscada ya estuviese planeada con antelación. Ojalá que no, porque esto enrarece aún más el ambiente de nuestro futbol y del uso mediático de las redes sociales donde la información corre sin control. El futbol no tiene la culpa, por eso urge resarcir muchas cosas, o prácticamente todo, en la liga. Ya van varios fondos que toca, pedimos este sea el último.

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