Los detalles cotidianos

Ilustración: HCM

Pilar había tenido una semana nada grata, el estrés laboral le había provocado una especie de migraña con la que lidiaba por momentos. Trabajaba de cajera en una tienda de autoservicio, de lunes a sábado, solo tenía espacio para ir a comer y tenía libre el domingo. Ese fin de semana se había despertado tarde, tratando de recobrar un poco las  energías. Sin embargo, se sentía cansada.

Ruth, su compañera de casa, se sentó a platicar con ella al mediodía, tenía un par de semanas que no coincidían ni para el saludo. Ella era enfermera y por sus horarios solían verse poco. A excepción de estas semanas en las que no se habían encontrado para nada.

Después de haber conversado un buen rato, Ruth le propuso a  Pilar que salieran por la tarde a correr, tenían un parque cercano a donde vivían. Aunque Pilar estaba conocedora que su condición no era tan buena porque no solía hacer ejercicio, aceptó. La idea de hacer algo diferente le pareció encantadora.

Salieron después de las seis de la tarde. El parque les quedaba cerca, alrededor de ocho cuadras de distancia. Era un espacio bello, arbolado, con algunas bancas para tomar descanso y una especie de repisas para compartir alimentos o sentarse cómodamente a leer. A Ruth le parecía una especie de pulmón en la colonia. Ese domingo varias familias se habían dado cita ahí, algunas personas corrían, otras llevaban a sus hijas e hijos a montar triciclo o bicicleta.

Pilar guió la rutina de calentamiento, luego comenzaron a correr juntas, pero cada una a su ritmo. Después de la primera vuelta Ruth sintió que no podía más. Le dijo a Pilar que haría una pausa y luego continuaría. Pilar asintió y siguió corriendo.

—¡Vaya condición la mía! Necesito venir a correr más seguido—expresó Ruth en un tono fatigado.

Se sentó en una de las bancas, al tiempo que iba moderando su respiración para recuperar el aliento y seguir corriendo. Observó el árbol que le daba cobijo, era grande y con mucho follaje. De pronto, su mirada se detuvo en la jardinera de cemento que rodeaba al árbol.

—Pero qué tenemos por acá—dijo en tono de sorpresa, mientras se agachaba para observar mejor.

Descubrió a un gusano con colores verde y naranja, que se desplazaba tranquilamente siguiendo el contorno de la jardinera, no lejos de ahí iban las hormigas en perfecto orden haciendo una especie de camino, llevando consigo trocitos de hojas que seguramente habían recuperado del piso. Se quedó contemplando unos minutos el paisaje. Su respiración iba más tranquila, ahí estaba frente a los detalles cotidianos, esos en los que vale la pena deleitarse y que recuerdan que la naturaleza sigue su ritmo y en ese no hay prisas.

Su rostro dibujó una sonrisa. Se puso de pie, comenzó a hacer algunos movimientos para regresar a correr, trataría de hacer un par de vueltas más, haciendo su mejor esfuerzo. Sin duda, esa visita al parque la había motivado. Se percató que Pilar ya venía cerca, la esperaría para irse acompañada.

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