Ucrania: simulacro y guerras invisibles

La Ucrania actual incluye, como parte de su territorio, regiones históricas del continente europeo como lo son Galitzia y Crimea. No debe extrañar, entonces, que los intereses geopolíticos actuales de Rusia, por una parte, y los del bloque de la OTAN, por otra, sigan disputándose espacios estratégicos e históricamente fronterizos entre pueblos, religiones y, por supuesto, continentes, como el europeo y el asiático.

No abundaré en otros muchos aspectos que desde estas mismas páginas de Chiapas Paralelo ya se han tratado, sino que trataré otros que esta guerra aflora y que demuestran ser perversos mecanismos del poder y de la comunicación que lo entorna para acrecentar unos acontecimientos y obviar otros. Las redacciones de la mayoría de medios periodísticos han demostrado en estos días que, ya sea por desconocimiento o por defender intereses políticos, las guerras y las vidas de las personas preocupan cuando son relevantes para algunos países y grupos de poder.

Los muertos y el sufrimiento de los ucranianos deberían importar tanto como el de otros seres humanos que han estado involucrados, y lo siguen estando, en conflictos bélicos. Lo más dramático resulta, no cabe duda, el desprecio por las vidas perdidas en las guerras que no tienen más interés que el de solapar a aliados o ser un buen mercado para la venta de armamento. La defensa de la democracia y la crítica al autoritarismo, como el representado indudablemente por Vladimir Putin, solo aplican para algunos casos porque en otros se mira hacia otro costado, y solo hay que recordar la permisividad hacia el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, a quien se le consienten todo tipo de abusos dentro y fuera de su país, como los ataques a los kurdos en territorio sirio, o la persecución secular y genocida contra los armenios en la propia Turquía. El papel de aliado de Erdogan, incluso, le facilita recibir considerables recursos económicos para frenar la llegada de refugiados africanos a la Comunidad Europea. Así, mientras países y ciudadanos independientes se disputan los ofrecimientos para acoger a refugiados ucranianos, el mar Mediterráneo es la tumba de otros hombres y mujeres igualmente necesitados de ayuda humanitaria. ¿Cuál es la diferencia entre unos y otros? Tal vez haya que buscar la explicación a esa disparidad en el color de la piel o la adscripción religiosa de los involucrados. Una lamentable representación del racismo y de la interesada discriminación.

Tampoco hay que rastrear guerras lejanas al escenario bélico actual para observar el carácter invisible de otros conflictos. La república de Chechenia, en el Cáucaso y próxima al mar Caspio, y que se convirtió en independiente tras la disolución de la URSS, fue recuperada por Rusia tras largos años de sangrientos combates. Seguramente la condición de musulmanes de buena parte de su población, y las acusaciones siempre fáciles de terrorismo hacia los chechenos hicieron poco relevante esa guerra para quienes hoy se rasgan las vestiduras ante los sucesos de Ucrania. Algo similar puede decirse de lo que sucede en la actualidad en Yemen, país situado en la Península arábiga. Enfrentamiento que involucra a muchos actores y que se ha cobrado la vida de innumerables civiles; vidas tan valiosas como las de los ucranianos. Para confirmarlo solo hay que leer los informes de Amnistía Internacional sobre esta guerra silenciada por los medios de comunicación. En este conflicto participa uno de los regímenes más autoritarios del planeta y aliado de las potencias occidentales: Arabia Saudita. Un nítido ejemplo del mercado mundial de armas donde los países que profieren exagerados discursos en defensa de los derechos humanos hacen negocios con ingentes beneficios, y todo ello sin perturbarse por los civiles muertos y por el papel de una dictadura tan deleznable como lo es la del país que resguarda los restos del profeta Mahoma.

Esta mínima enumeración de datos, que podría prolongarse, solo demuestra que las críticas a los autoritarismos, la defensa de la democracia y la salvaguarda de la vida de los ciudadanos quedan subordinadas al interés de los poderes políticos en liza. Lo más impresionante, y con esto finalizo, es observar el alud de informaciones sobre la realidad que vive Ucrania y la solidaridad que, desde distintos escenarios públicos, se despliega en forma de camisetas, pancartas, discursos y acciones a favor de los ciudadanos ucranianos. Magnífica muestra de sensibilidad humanitaria, no cabe duda, aunque leída en el amplio panorama mundial no deja de convertirse en un simulacro, aunque tristemente sea llevado a cabo por muchos ciudadanos bien intencionados.

La historia está plagada de guerras olvidas, así como del uso instrumental de otras como ocurre con el caso de Ucrania. Ojalá la preocupación actual se extendiera a todas las vidas y a cualquier conflicto bélico para que, en vez de hablar de este simulacro mediático y discursivo, se pudiera contemplar una real solidaridad humana mundial.

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