Las otras lecciones de mis maestros

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No sé si exista algún maestro que se sienta orgulloso de mi generación de los maristas, teniendo en cuenta la clase de individuos a los que estaba formando. Por poner un ejemplo, cada año que pasa más excompañeros aparecen por mi casa para pedirme prestado o me llaman al teléfono, absolutamente borrachos, para decirme: habla por favor con el gobernador, me agarraron los polis y estoy en los separos.

–¿Tienes una idea de quién soy? –les cuestiono.

–¿No eres Juan Pablo?

–No.

Entonces cuelgan.

En la secundaria, uno tenía la oportunidad de aplicar aquella máxima de Woody Allen («Nunca escuches a tus profesores, sólo obsérvalos y así sabrás cómo será tu futuro») si la hubiera conocido a tiempo. Eso era verdad particularmente en la escuela de maristas en Campeche que un buen día expulsó a los religiosos y se llenó de señores de mediana edad, cuyo mayor mérito era no estar sindicalizados.

Un buen ejemplo de esto era el maestro Jan. Había llegado de Bélgica y hablaba un idioma que parecía español, tenía los mismos elementos del español, pero difícilmente uno apostaría dinero para afirmar que se trataba del español. Nunca calificaba en la consabida escala del 1 al 10, sino en fracciones incomprensibles –24/52, 17/85–, de tal modo que nadie sabía a ciencia cierta cómo había salido en sus exámenes. Nos dio Geografía, Historia e Inglés. Y cómo olvidar al maestro Canché, que impartía Lectura y Redacción pero nunca supo explicar qué era el subjuntivo. Tendía a confundir las palabras: decía «paradigma» cuando quería decir «paradoja», «reaccionario» cuando quería decir «contestatario»; pensaba que «abigeato» era tener dos mujeres.

Sin embargo, de toda esa galería de mentores ilustres, al maestro que recuerdo con más cariño es al profesor Wilberth, que nos daba Física y Química, pero cuya clase, en lo personal, sirvió más como un taller de creación literaria. Se supone que con él aprenderíamos cómo formar ácidos y fluoruros, pero cuando desplegó una tabla periódica sobre la pared, la vio como si se tratara de la Piedra de Rosetta.

–Ah, carajo –dijo en voz baja y después a todo el salón–: ¿Saben ustedes qué ingredientes tiene la Coca?

–No –respondimos al unísono.

–Les voy a decir. Yo trabajé cinco años en la Coca. La Cocacola tiene 23 ingredientes y la Pepsi, 21. Esos dos ingredientes de más son los que hacen rica a la Coca. Cuando trabajé ahí pude descubrir hasta 21 elementos.

–Maestro, entonces, ¿si usted quisiera podría hacer una Pepsi?

–Mmm. Si quisiera sí.

En ese relato se consumió la hora. La mayor lección del maestro Wilberth es la primera que debe aprender todo escritor: miente si es necesario, pero no dejes a tu auditorio llegar al primer bostezo. Con el semestre llevé una bitácora inusual de sus clases. Nada de fórmulas, nada de valencias, sino una historia universal de la infamia. Nunca podía quedarse sin respuestas. Si fuera posible organizar una enciclopedia con todos esos conocimientos innecesarios, éstas serían algunas de sus entradas:

Herpetología
¿Cuál es la serpiente más venenosa?
«La coralillo es la más venenosa. Pero, ojo, hay dos coralillos: unas que no son venosas y otras que sí. ¿Cómo sabes la diferencia? Lo ves en los ojos. Las dos tienen ojos rojos, pero los de la coralillo venenosa tienen un puntito negro.»

Aeronáutica
¿Hay algún tipo de avión que no registre el radar?
«Por supuesto que sí. El Phantom 123, o 132, a ver… los dos últimos dígitos son los que me fallan. ¿Y saben de qué está hecho? De teflón, por eso no lo detecta el radar. Bueno sí, hay sólo un radar, en Estados Unidos, en el Pentágono, que es el único que lo registra. Ustedes se preguntarán por qué. Y han de saber que el teflón viene siendo como un cuarto estado de la materia y por eso no lo detecta cualquier radar.»

Mitología
¿Qué es la «manzana de la discordia»?
«Éstas eran dos diosas que querían saber quién era la más hermosa. Llaman a Paris y le piden que le dé una manzana a la que considerara la más hermosa. Y él dice: Pues, mi novia, Helena. Porque es su pareja, porque es humano. Un dios nunca va a entender una creación. Por ejemplo, ve tu calculadora. ¿Tú entiendes tu calculadora?, ¿verdad que no? La abres y no entiendes ni madre.»

Misterios del mundo
¿Por qué se formó el triángulo de las Bermudas?
«Ustedes tienen una cabeza, ¿verdad? ¿Ven los remolinos que tienen en el cabello? Es lo último que se forma. Por ejemplo, tú te formas y lo último que se forma es el remolino. Haz de cuenta que la Tierra es una cabeza que cuando se terminó de formar el remolino que queda es el Triángulo de las Bermudas. Por eso pasan cosas tan raras ahí.»

Este texto fue publicado originalmente en el blog del autor: Tediósfera

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