Mujeres tejedoras tseltales y tsotsiles empoderan la preservación del pueblo maya

Mujer tejedora de Las Altos de Chiapas. Cortesía: Plataforma Local/Pinterest

*A través del oficio textil, la identidad de la cultura maya ha sido preservada por las comunidades tsotsiles y tseltales de la zona de Los Altos de Chiapas; las mujeres destacan en dicha labor.


Claudia Adelaida Gil Corredor, investigadora de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), llevó a cabo una investigación acerca del proceso de agenciamiento de los textiles elaborados por las mujeres tseltales y tsotsiles de Los Altos de Chipas, más que como una pieza artesanal, si no, como parte de la herencia histórica y colectiva de las comunidades indígenas.

“En los Altos, las mujeres indígenas han aprendido que con su imagen étnica atrae a más turistas y participan en una gran diversidad de actividades; se convierten en artesanas, en vendedoras, acompañan a los tours, deambulan por las calles y plazas con sus atuendos característicos, participan con su presencia en la escenificación patrimonial de la ciudad y las comunidades de alrededor, y permiten ser fotografiadas negociando precios con los turistas” señala Gil Corredor.

Destaca que los textiles se han convertido en objetos de culto que albergan significados alrededor de amplios conceptos sobre lo “étnico”, lo “tradicional” o lo “maya”, que se ponen de moda en ámbitos que superan lo local y se mueven como mercancías en un mercado global.

La práctica artística de la textilería en Los Altos de Chiapas, es una herencia maya que sigue viva en los productos elaborados por las mujeres de las comunidades tseltales y tsotsiles, siendo un símbolo de identidad que, a ellas y sus comunidades les permite perdurar en medio de una sociedad hostil, tecnológica y globalizada.

“La producción textilera entre los mayas en las diferentes épocas de su larga historia de avanzada cultura artística, material y científica constituye un hito que define en gran medida su identidad y su estética cultural a lo largo de los tiempos (…) en el caso del estado de Chiapas, ellos practican una de las actividades que, junto con las matemáticas y otras ciencias y artes, identificó a la cultura maya prehispánica: la producción, elaboración y uso de textiles. De esta manera, la historia de los mayas continúa viva en esta región de Los Altos de Chiapas» añade la investigadora.

Los productos textileros se convierten en parte de la herencia histórico-artística de un pasado maya que subsiste gracias al telar de cintura, el bordado y, sobre todo, los trajes de uso cotidiano y ceremonial. Dicha herencia se mantiene a pesar de los cambios sufridos como consecuencia del transcurso del tiempo y da identidad a las comunidades de los pueblos originarios, que se ven reflejadas en los objetos que tejen, usan y venden.

Las mujeres indígenas confeccionan una gran variedad de textiles, que van desde los trajes típicos de cada una de sus comunidades, hasta los manteles, servilletas, cojines, colchas, tapetes y caminos de mesa, los cuales cuentan con diferentes diseños, bordados e hilos de múltiples colores. El traje indígena incluye para las mujeres faldas largas, huipiles o blusas bordadas, cinturones, chales o rebozos, varían de un municipio a otro, han ido cambiando con el paso de los años y han devenido parte de la identidad indígena femenina de la región.

Los bordados son variados y van desde piezas sencillas hasta trajes completos. Cortesía: Habitat.

El traje indígena así juega con múltiples significados y ha pasado de ser un estigma y perteneciente al indio colonial a convertirse en atuendo característico de reivindicación identitaria indígena y a la vez un apreciado objeto de consumo. Para el viajero turístico el mundo se convierte en un espectáculo que no sólo es necesario visitar, sino también llevarse como recuerdo a través del consumo de ciertos objetos que se convierten en emblemáticos en su viaje.

Un elemento específico que muestra la relación de este pueblo con su medio natural, con su contexto social y político, con la ciencia matemática legada y con el cosmos infinito lo constituye la llamada toca que se utiliza en el municipio de San Pedro Chenalhó.

De acuerdo con la investigadora, las mujeres de este municipio se distinguen por el uso de esta toca, un manto o rebozo que portan diariamente para abrigar su torso. Se trata de una prenda de vestir que se elabora usando como base una tela blanca de aproximadamente 80 por 140 centímetros sobre la que se realizan bordados de color uva oscuro o rojo, los cuales reflejan unos rasgos expresivos y una estructura compositiva que han perdurado durante muchos años. La estructura compositiva que actualmente se usa tuvo su origen hace aproximadamente setenta años, y en este período sólo ha experimentado ligeros cambios.

El grosor de los bordados varía a partir del número de hilos que elige la tejedora: tres, cinco, siete, nueve o hasta trece hilos. En la parte inferior de la tela las tejedoras bordan una línea horizontal en la que apoyan toda la composición, como si se tratase de un lienzo en el que pintan. Sobre este eje horizontal bordan siete columnas, cada una de las cuales hace las veces del tallo de una planta que en su extremo más alto expone una flor. De manera ascendente, esta figura que asemeja a una flor es bordada tres o cuatro veces, figurando ser nubes de un cielo en movimiento.

Por otro lado, en los detalles de la estructura compositiva que decoran esta prenda se observan bordados de pequeños rombos con centros de color elaborados con hilos amarillos, rojos, azules o hasta fluorescentes. Estos variados tonos aparecen como acentos cromáticos que enriquecen plásticamente la prenda dotándola de los gestos expresivos de la tejedora. Es en la composición donde el espacio se modula como tierra-planta-flor-nube en expansión.

“La construcción de identidad heredada y actualizada por las comunidades mayas actuales también se evidencia en las semejanzas que se identifican entre las escenas inscritas en las tocas y las de algunas piezas mayas clásicas. Es decir, las similitudes (…) dejan ver rasgos comunes a partir de los cuales es posible caracterizar una herencia que se ha adaptado con el paso del tiempo y ha permitido la construcción de posesiones o categorías colectivas que han ido construyendo la identidad de este pueblo originario” resalta Gil Corredor.

En este atuendo, la toca, se observa la relación entre un elemento artístico, la práctica de la cosecha y una acción ritual, componentes que se condensan en un manto elaborado por las mujeres y que ellas mismas usan a diario. En su construcción plástica se encuentra un eje tendido de forma horizontal que representa la tierra, sobre la que crecen siete plantas florecidas con destellos de luz convertidos en colores brillantes. De las plantas ascienden tres flores que tocan el cielo para convertirse en nubes, en estrellas. Ciclos terrestre y celeste. Cultivo. Planta que crece de la tierra y florece para tocar el cielo y ofrendar por las buenas cosechas.

“Algo similar a lo que se descubre en la toca actual se observa en el tablero del Templo de la Cruz Foliada de los mayas clásicos en Palenque. Este tablero muestra un relieve logrado con líneas firmes que permiten la representación de una ofrenda muy expresiva. En él se encuentra un motivo central en forma de cruz flanqueada por dos individuos, uno pequeño con un complejo vestuario y otro más alto cubierto solamente con máxtlatl” destaca, señalando la relación con las representaciones que dejaron en los asentamientos los antiguos mayas, símbolo de su identidad, en específico la cosecha del maíz.

La práctica textil ha logrado amoldarse y prevalecer en la cultura del pueblo maya, esto durante más de quinientos años debido a que no ha perdido su carácter ritual ni su pertenencia a las actividades cotidianas de los tsotsiles y tseltales. Según estos presupuestos, expuestos por Gil Corredor, se puede afirmar que a lo largo de este proceso de adecuación la producción textil se ha transformado y enriquecido sin perder sus rasgos directos de origen prehispánico.

Es así, como las mujeres tejedoras mayas tsotsiles y tseltales se han apropiado de nuevas técnicas, materias primas, formas de intercambio y, por último, formas de comercialización originadas en la lógica empresarial, además que han aunado el vínculo familiar y comunitario a través de los procesos de creación textil, enlazados directamente con el vivir cotidiano de sus pueblos.

Las mujeres tejedoras deben combinar sus actividades cotidianas dentro de la comunidad con su trabajo textil, como cocinar, cultivar o cuidar a sus hijos. Cortesía: Impacto Textil.

“Las prácticas artísticas procuradas por mujeres de los pueblos originarios de Los Altos de Chiapas se han convertido en medios para reconstruir y mantener viva su identidad frente a las amenazas de destrucción, en particular las desarrolladas por el capital financiero y las prácticas consumistas de la producción industrial. Y es esto lo que permite visualizar la acción artística de las mujeres como un agente cultural de trasformación en tanto ellas adecúan a sus cosmovisiones las prácticas y valores del sistema económico, político y social dominante” afirma la investigación.

El arte textil ha sido usado, de forma espontánea, por los pueblos originarios de Chiapas; se trata de un comportamiento cotidiano que integra aspectos de la producción textil occidental para enriquecer su propia práctica, antes que para eliminarla o sustituirla definitivamente. De esta manera el arte textil ha permitido que estos pueblos vuelvan a poner en funcionamiento una actividad ancestral, teniendo que adaptarla a su vivir cotidiano actual como pueblo que resiste ante las circunstancias históricas de dominación y explotación que les toca vivir.

“En este sentido, la práctica textil en Los Altos de Chiapas ha llegado a ser una forma de agenciamiento de gran vigor que ha permitido a las mujeres tsotsiles y tseltales convertirse en fuerza dinámica de resistencia ante las amenazas de absorción o desaparición como pueblos de cultura milenaria” finaliza Gil Corredor.

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