Animismo, la concepción lacandona de que todos los seres vivos somos iguales

Participación de Alice Balsanelli en el Ciclo de conferencias de las Áreas de Protección de Flora y Fauna de Nahá y Metzabok. Cortesía: CONANP.

*A pesar del número de sus miembros y de los profundos cambios que han afectado a su cultura, los lacandones  han sido objeto de numerosas investigaciones desde principios de 1900. 


Alice Balsanelli, Antropóloga social quien desde el 2011 trabaja en la Selva Lacandona en específico la zona de Nahá y Metzabok, expuso el tema “Concepción lacandona sobre los animales y plantas”, la cual se conecta con la conservación, ya que para la cosmovisión de los lacandones tenían un sistema para proteger su entorno.

La antropóloga mencionó que, el animismo es la forma de concebir al cosmos con la cual se otorga un alma o espíritu a todos los seres, esto significa que no solo el hombre la tiene sino también plantas y animales, así como elementos naturales como el viento, agua, los lagos, y piedras.

Balsanellli explicó que, otorgarle un alma a todo lo existente, es porque cada ser del cosmos se considera como una persona en potencia, una condición de humanidad latente, para los lacandones eso significa que un árbol no solo es una planta sino un ser con espíritu, que piensa, habla y reza.

Por ello, añadió que no es posible quitarle la vida a las plantas y animales como un acto gratuito.

El verde intenso de la vegetación es la principal característica de Nahá y Metzabok, Áreas Naturales Protegidas ubicadas en Ocosingo. Cortesía: Pueblos México.

La antropóloga citó a Roberto Bruce uno de los conocedores de los lacandones del norte, quien señaló que para estos todo lo que existe en la selva y en el cosmos se considera vivo, este concepto está presente entre otros grupos mayas.

Se conecta con una idea de lo sagrado, porque los dioses no crearon solo al hombre sino a todo el cosmos y todo lo que fue creado por los dioses es el alma, que en lacandón se llama pixan, de hecho, en maya lacandón a lo vivo se llama kuxa’an que esta palabra lleva el k’uj que es una deidad, explicó la antropóloga.

Balsanelli expuso que, el trato que establece el hombre con su entorno tiene que ver con una relación de reciprocidad con los dioses y de respeto, es decir, para que un hombre pueda rozar su milpa, tallar un árbol o cazar un animal necesita pedir un permiso a los dioses, porque lo que está haciendo no es solo aprovechar un recurso natural sino le está quitando la vida a un ser dotado de alma.

Durante siglos los mayas lacandones estuvieron aislados de lo que nosotros conocemos como “civilización” en el corazón de una selva llena de vida, zonas arqueológicas y bellezas naturales. Cortesía: México destinos.

Ante lo expuesto, señaló que lo animista se refleja en muchas prácticas religiosas y rituales, por ejemplo, el hombre tiene que pedir permiso para cazar quemando un copal, en la actualidad esto ya no se hace porque los lacandones están en una reserva, pero en el pasado los ritos de cacería eran importantes.

Esta idea de que todo tiene alma me llevó a preguntar a los lacandones como ven ellos a los seres del cosmos, dicen los lacandones que todos los animales y árboles en realidad son gente que en maya se dice winik, solo que los seres humanos no pueden ver eso, expuso la antropóloga.

Balsanelli compartió un mito de los lacandones, dice que cuando los dioses crearon a los seres humanos estos eran seres perfectos y poseían una mirada excepcional, podían ver más allá del horizonte y a los espíritus que viven en la selva, como a los dueños de las cuevas y lagos, conversaban con los animales ya que todos hablaban la misma lengua, pero el hombre era muy arrogante y decía que su vista era mejor que la de los dioses.

Debido a esta arrogancia, el padre de los dioses les quitó los ojos, los quemó en un comal y se los devolvió, cuando el hombre los obtuvo ya no fue capaz de ver a las criaturas del cosmos bajo su apariencia humana.

La antropóloga mencionó que, los lacandones dicen que ahora no pueden ver que un árbol en realidad es una persona, pero lo saben, por ello deben respetarlo.

Sobre la percepción de los animales, los lacandones le comentaron que lo que vemos como animales para ellos son personas que se organizan de manera social como los seres humanos.

La sociedad de los animales es idéntica a la de los lacandones sobre todo de los antepasados, se dice que los jabalíes viven en la selva organizados en aldeas, tienen sus templos y casas, los hombres trabajan en las milpas y las mujeres en las cocinas.

Balsanelli dijo que del mismo modo piensan que, el zopilote es un animal muy importante y sagrado en la cosmovisión, el cielo les pertenece, en el pasado estaban prohibidos cazarlos, incluso en algún momento este ser puede despojarse de sus plumas y convertirse en persona.

Acerca de los murciélagos que viven en las cuevas, los lacandones cuentan que cuando se escucha que hacen mucho ruido es porque están haciendo el rito de balché, además pueden tocar música, en especial la trompeta de caracol e invitan a sus compañeros a tomar.

Vemos como los lacandones los perciben como personas, aunque esta condición sea ahora invisible a los ojos, dijo la antropóloga.

Una de las poblaciones de jaguar más importante en México se encuentra en la selva Lacandona, en Chiapas. Cortesía: Nation.

Otro animal importante es el jaguar, los lacandones lo consideran una bestia y un dios, en primer lugar, poseen la facultad de convertirse en personas en cualquier momento, su piel puede voltearse y se convierte en una túnica de algodón blanco, la vestimenta típica de los lacandones.

Cuando el jaguar quiere devorar a alguien voltea su piel, se convierte en amigo, pariente o conocido de la víctima, la lleva de paseo donde vuelve a cobrar su apariencia de jaguar y come a la persona.

La experta añadió que, cuando un jaguar muere necesitan su túnica para subir al cielo, en el pasado si se mataba un jaguar estaba prohibido quedarse con su piel, era importante dejarla en la selva o enterrarla, si el cazador se quedaba con ella, este regresaba para matarlo a él y sus seres queridos.

La antropóloga acentuó que, el animismo también se ve presente en el mundo acuático, los lacandones describen a las lagunas como un espejo del mundo donde ellos viven, los fondos de los lagos se concibe como una selva, las algas son las milpas de los peces, y estos son hombres, las especies más pequeñas son los niños, las piedras son las casas de las abuelitas, es decir, las tortugas.

Por último, señaló que lo mismo dicen de las plantas, pero en particular los árboles más grandes, tienen espíritus más fuertes y pueden mostrarse bajo apariencia humana, la ceiba, caoba y cedro, por ser los más sagrados pueden subir al cielo y pedirles ayuda a los dioses para que los hombres no les quiten la vida.

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